Niños con miedo al agua
Ayudar a los niños a perder el miedo al agua
A los niños les suele encantar el agua, especialmente a la orilla del mar. Es refrescante, hace cosquillas en las rodillas cuando llegan las olas. ¿Es tu hijo la excepción que confirma la regla?
No hay que preocuparse. En realidad, a bastantes niños les ocurre lo mismo. Lloran en cuanto intentamos acercarlos a la orilla, no les gusta el agua fría ni las olas que vienen a comérselos, y los gritos de los bañistas en lugar de divertirlos los asustan.
Primer paso: la ducha
Lo primero que los niños necesitan para familiarizarse con el agua es intimidad: el cuarto de baño es ideal para eso. Un juego que puede ayudar es la lluvia en la ducha: abrir el grifo, sin demasiada presión y a una temperatura agradable (más cerca del frío que del calor) y meterse, junto con el niño, en bañador. Después, avisando al pequeño previamente, vamos mojando poco a poco los pies, las piernas, los brazos... Es un juego: en nuestra compañía, en un lugar conocido y bajo un agua tibia, todo irá bien.
El rodaje en una minipiscina
Si es posible, no es mala idea hacerse con una pequeña piscina hinchable que se colocará en el jardín (si no, se puede jugar en la bañera). Poca agua en una gran superficie es lo ideal. Además, podemos acompañar al niño. Bien sujeto, con una de nuestras manos en su tripita y la otra en los muslos, paseamos con él por el pequeño estanque. Después, le damos la vuelta sosteniéndolo por la nuca y por debajo de las nalgas, haciendo el mismo circuito en plancha, y finalmente le animaremos a que gire él solito en esos 25 centímetros de profundidad.
Aclimatación en agua dulce
Antes de pasar a las olas, damos una vuelta con el pequeño por la piscina, a una hora tranquila. De pie en el agua, ya no ve sus piernas de las rodillas para abajo, y eso puede resultarle inquietante. Lo esencial es que comprenda que puede apoyarse en el agua, aunque no necesariamente sobre los pies. Para animarle a que pruebe la experiencia de perder el apoyo plantar, al que tanto apego tiene, se le puede hacer caminar con las manos. Equipado con manguitos, le hacemos agarrar el tercer escalón de la escalerilla de la piscina, de manera que sus hombros queden cubiertos de agua. Le cogemos por los pies y jugamos a la carretilla. Luego, le proponemos soltarle un pie, después los dos , solo en caso de que esté de acuerdo (si no, es mejor no insistir).
Afrontar las olas
1. Si hay que pasar directamente de la ducha al mar, hagámoslo sin brusquedad. Conviene situarse en un lugar lo más tranquilo posible de la playa y empezar jugando con su cubito lleno de agua, regándole primero los pies, luego las piernas, la tripa, los hombros. Hay que avisarle siempre antes de hacerlo, y también hay que dejarle que nos moje, hasta que se canse de esa ducha recíproca y él mismo pida acercarse a la orilla.
2. Ya en la orilla, nunca sin manguitos, los balones hinchables pueden ayudarnos a que descubra lo divertido que es tumbarse encima y rodar de atrás adelante mojando alternativamente las manos y los pies en la espuma de las olas. Seguro que se cae alguna vez, pero enseguida se levantará muerto de risa.
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3. Cuando acepte que el agua le llegue al ombligo (insistimos, siempre con manguitos), jugamos a saltar y a bailar con él, agarrados de las manos. Es otra forma de que despegue los pies del suelo. También, podemos dejarle que se suba a nuestra espalda y nadar un poco, con él agarrado a nuestro cuello, por donde no nos cubra (con cuidado siempre de que el niño tenga la cabeza fuera del agua).
4. Un nuevo reto: papá y mamá juntos sostienen al niño a 4 manos. El niño se tumba boca arriba, papá le sostiene por la nuca y los hombros y mamá por los riñones y las piernas. Mamá anuncia que retira una mano (la de debajo de las piernas), después la otra... ¡Casi está flotando solo! En el siguiente baño podemos ir más lejos, siempre que no se asuste y se hunda, porque habría que empezar de nuevo.
¿No hay manera?
Volveremos a intentarlo el año que viene. ¿No ha sido posible convencer al niño de que se acerque al agua? No pasa nada: es preferible intentarlo las próximas vacaciones y que el niño vuelva de la playa con buenos recuerdos antes que con la memoria de lágrimas amargas, de las que se acordaría al año siguiente y que le dejarían el miedo al agua en el cuerpo para mucho tiempo.
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