Alergias infantiles. Tipos y tratamientos
Síntomas de alergias y su tratamiento
Las alergias infantiles han emergido como un desafío de salud significativo en las últimas décadas, afectando a un número creciente de niños en todo el mundo. Desde la alergia alimentaria hasta la dermatitis atópica, estas condiciones pueden tener un impacto sustancial en la calidad de vida de los niños y sus familias, así como en el sistema de atención médica en general. A medida que la prevalencia de las alergias infantiles continúa en aumento, es crucial comprender los factores subyacentes, las estrategias preventivas y las opciones de tratamiento disponibles.
Síntomas de las alergias infantiles
Los síntomas de las alergias infantiles irán desde la congestión nasal hasta la dificultad respiratoria, e incluyen un conjunto de enfermedades alérgicas entre las que destacan rinitis, rinoconjuntivitis, asma, urticaria o dermatitis atópica. Es muy frecuente que un mismo niño sufra más de una de estas enfermedades simultáneamente o de modo consecutivo. La dermatitis atópica y la sensibilización a ciertos alimentos (proteínas de la leche de vaca, huevo...) suelen ser el primer acontecimiento, que se inicia en los primeros meses de vida.
En general, estas patologías suelen ser transitorias. Por otro lado, en los primeros años de vida, pueden aparecer sibilancias («pitos») asociadas a infecciones por virus, tendentes a la remisión espontánea y que aparecen tanto en alérgicos como en no alérgicos.
Alergia al polen
La sensibilización a pólenes suele comenzar en los primeros años de vida. Al principio, casi sin síntomas hasta unos años después, momento en que se iniciará el picor de ojos, la sensación de quemazón, el lagrimeo, la obstrucción nasal, los estornudos, el picor de nariz, etc., que se harán más intensos a medida que el niño vaya sensibilizándose más.
Otras sustancias que producen alergia y se encuentran suspendidas en el aire, entre las que se incluyen los mohos, los ácaros o los epitelios de animales, producen más síntomas pulmonares y, además, lo hacen de forma más precoz. Su diagnóstico es más frecuente en niños que en adultos, que predominantemente desarrollan alergia a pólenes.
Alergia al polvo
Los ácaros del polvo son pequeños artrópodos que necesitan escamas de piel y restos vegetales para vivir, en un medio de alta humedad y de temperaturas cálidas. Abundan en colchones, almohadas, moquetas, alfombras..., por lo que una de las medidas básicas en el tratamiento de una alergia al polvo es la limpieza frecuente de estos elementos y la evitación de la humedad en los hogares. Hay que tener cuidado con los peluches, que son un buen refugio para los ácaros: cuantos menos haya en casa, mejor.
Alergia a hongos
Los hongos se reproducen por esporas que se encuentran suspendidas en el aire. Destacan entre ellos la Alternaria, el Aspergillus y el Penicilium. Se concentran en lugares húmedos y con riqueza vegetal. Por ello se recomienda en el caso de los alérgicos a hongos la buena ventilación y el control de las humedades. Los pacientes alérgicos a los hongos deben evitar, asimismo, tener en su domicilio plantas de interior.
Alergia al pelo del animal
Las alergias a epitelios de animales incluyen no sólo los pelos de éstos, sino que también se desarrolla alergia a su saliva y a sus heces. Los animales más implicados en este tipo de alergia son el gato, el perro, el caballo y el hámster.
La primavera y las alergias
Los pólenes son normalmente estacionales y, de pendiendo de cada especie, varía la aparición de los síntomas según su momento de polinización. Destacan entre ellos las gramíneas (abril-julio), el plátano de sombra (marzo-abril), el olivo (abril-junio), las cupresáceas (diciembre-marzo), la artemisia (agosto-octubre), el plantago (abril-junio) y el abedul (marzo-mayo).
Algunas de ellas tienen reactividad cruzada con ciertos vegetales comestibles tales como el apio, la zanahoria o la manzana, de manera que algunos de los pacientes alérgicos a plantas no pueden ingerir estos alimentos. Entre las recomendaciones que se hacen a los alérgicos a pólenes se incluyen una buena ventilación de la casa, el uso de filtros antipolen, el uso de gafas de sol y evitar estar al aire libre los días de mucho aire. La sintomatología por alergia polínica suele empeorar al amanecer y al anochecer, los momentos en que los cambios de temperatura mueven los pólenes.
Otros síntomas de la alergia
La alergia no produce sólo la sintomatología típica de prurito nasal y estornudos, sino que, en ocasiones, hay síntomas un tanto equívocos que nos pueden despistar: otitis o sinusitis de repetición, disminución del apetito, pérdida de olfato, somnolencia diurna, tos o cansancio.
Tratamiento de las alergias
Como se ha visto, la evitación de las sustancias que la producenes, probablemente, la medida principal en el tratamiento de una alergia. Pero la educación del paciente en el reconocimiento de la sustancia que genera sus síntomas, su período de polinización (en el caso de los pólenes) y su localización es fundamental para que no se desarro lle la sintomatología.
Para el tratamiento sintomático se utilizan numerosas sustancias: antihistamínicos orales, corticoides tópicos y antileucotrienos. Los descongestivos nasales no se usarán en niños por el llamado efecto rebote que genera un aumento de la obstrucción. Si el cuadro va más allá y el paciente tiene sintomatología de obstrucción bronquial, hay que recurrir a los broncodilatadores y a los corticoides inhalados.
El único tratamiento que influye en el curso de las alergias infantiles (es decir, en una disminución importante y, en algún caso, incluso en su curación) es la inmunoterapia con dosis crecientes de alergenos, inyectados o sublinguales, durante un período no inferior a 5 años, que generan tolerancia para que el paciente pueda enfrentarse a dichos alergenos con una respuesta exagerada y errónea (que es lo que es la alergia) cada vez menor. Las alergias constituyen sin duda una patología que va en aumento, por lo que un buen conocimiento de sus problemas y de sus posibles tratamientos es fundamental y hará más fácil la vida del paciente y de todo su entorno.
María Amparo Carreño Beltrán, Pediatra
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