Diez consejos para comer bien sin despilfarrar
Consejos para ahorrar en alimentación
Una alimentación sana y equilibrada no tiene por qué ser cara. Hagamos un repaso a los consejos de toda la vida, que son muy eficaces, y que redescubrimos hoy... ¡con mucho gusto!
1. Hacer la compra sin improvisar
Hacer la compra no suele ser una tarea placentera y es fácil caer en la tentación de despacharla lo más rápido posible, sin pensar demasiado. Es una lástima porque, racionalizando esta actividad, podemos reducir el importe de compra.
Un consejo fundamental: antes de ir al supermercado, haz la lista de la compra. Esto te ayudará a limitarte a lo que realmente necesitas.
Otro truco útil: busca las verdaderas promociones sin caer en la trampa de ciertas ofertas. ¿Cómo lograrlo? Comprobando el precio por kilo ? aunque aparezca en una letra diminuta - y no el precio por unidad. Algunos establecimientos aplican precios de saldo a determinados productos que están a punto de caducar: es una buena opción si tienes la seguridad de que vas a consumirlos enseguida.
Opta por las marcas blancas de los distribuidores. La mayoría de las veces su calidad es equivalente a la de los productos de las grandes marcas. Solo cambia el empaquetado.
2. No te dejes arrastrar por los cantos de sirena comerciales
Es difícil resistirse a comprar algunos productos aparentemente muy seductores como los platos preparados para recalentar o las galletas y quesos ligeros que tranquilizan nuestra conciencia. Pero, cuidado: los productos ligeros son más caros y no siempre son tan beneficiosos para la salud como pretenden. En las galletas light, cuanta menos materia grasa hay en su composición, más aumenta la cantidad de azúcar y vice-versa. Los quesos ligeros son bajos en grasa pero, a menudo, también lo son en calcio. Y los platos preparados suelen tener un exceso de materias grasas y sal, sustancias utilizadas por la industria para realzar el sabor.
En conclusión: prepara tus propios platos. Así controlarás la frescura de los ingredientes, la cantidad de azúcar, de grasas y de sal y evitarás los aditivos y los conservantes. Y, sobre todo, te saldrá mucho más barato; más o menos, a mitad de precio.
3. Repasa periódicamente el contenido de los armarios de la cocina
Haz inventario cada cierto tiempo de lo que hay en la despensa y en la nevera. Así no dejarás que los alimentos caduquen. Ten en cuenta que, de media, cada persona tira al año a la basura 7 kilos de productos de alimentación sin consumir. Si sabes que con los alimentos que te quedan aún puedes cocinar durante algunos días, limitarás las compras.
Así también sabrás con anticipación si cuentas con suficientes conservas. Los productos enlatados tienen muchas ventajas: son fáciles de almacenar, tienen precios imbatibles (las judías verdes en conserva son tres o cuatro veces más baratas que las frescas), tardan mucho en caducar (hasta tres años) y tienen exactamente las mismas propiedades nutritivas que los frescos (vitaminas, minerales...).
Lo mismo ocurre con los congelados. Son un valor seguro que no nos puede faltar. Son preferibles los productos básicos no preparados (verduras, pescado cortes de carne...).
Cuando revises el armario de las provisiones, aprovecha también para leer las recetas que aparecen en los paquetes de pasta, arroz o lentejas: son una auténtica mina de ideas para preparar platos fáciles de realizar y baratos.
4. Anticipa los menús de toda la semana
Intenta decidir los menús con antelación. Es pesado, pero rentable. Además, también ayuda a comer de forma más equilibrada: es una meta más fácil de lograr si se plantea a varios días vista que con solo 24 horas de antelación. Una cena rica en calorías el lunes podrá ser compensada por una comida más ligera el martes.
Y a la hora de comprar, también saldrás ganando, porque sabrás lo que tienes que adquirir: no dejarás lugar a la improvisación, principal causa de gastos inútiles y de compras que al final no se utilizan.
5. Recurrir a los productos básicos
Aunque no seas un gran chef, puedes preparar fácilmente platos sanos, buenos y baratos. Un plato clásico e ineludible son las ensaladas en las que puedes mezclar todo tipo de alimentos, incluidas las sobras y las conservas. ¿Quieres una idea? Atún, judías pintas y tomates; o aguacate, cangrejo rallado y caracolas de pasta.
Las pastas y el arroz son también dos grandes aliados. Se cuecen rápido y admitan todo tipo de "invitados" para darles sabor: tomates crudos cortados en dados, tiras de jamón, cebolla, guisantes, queso rallado...
Otra solución deliciosa y muy práctica son las cremas de verduras. Tanto si utilizas verduras congeladas (peladas y precortadas) como frescas, basta con cubrirlas de agua, cocerlas veinte minutos y pasarlas por la batidora.
6. Date un paseo semanal por el mercado
¿Los precios son realmente más interesantes en los mercados que en las grandes superficies? En principio, sí. Los vendedores tienen menos gastos (por ejemplo, en publicidad) y, por lo general, aplican márgenes más modestos.
Para conseguir los mejores precios, es preferible acudir a los mercados de los barrios populares que a los de los más elegantes, ya que algunos vendedores pueden tener la tentación de "adaptar " los precios a la clientela...
Si es posible, escoge los puestos en los que el productor vende directamente al consumidor: es una garantía de calidad. Y un último consejo: ve al mercado a última hora, cuando los puestos ya están recogiendo. Es probable que prefieran rebajar el precio de la mercancía no vendida a tener que llevársela.
Las compras en el mercado son también una buena ocasión para iniciar a los niños en el ciclo de producción: desde campo hasta llegar al plato pasan muchas cosas que puedes contarles.
7. Hacer un buen uso del hard discount
Las tiendas de hard discount o "súper descuento" solo tienen productos básicos. Como la oferta es menos variada la tentación es menor. En estas tiendas hay poco personal, la presentación es simple y los productos no tienen marca o son de marca blanca. Todo ello les permite ofrecer precios entre un 20% y un 30 % más bajos que los grandes supermercados clásicos.
No dudes en comprar en estos establecimientos, pero trata de evitar la bollería, las tartaletas dulces y saladas y las tartas muy baratas, que suelen estar hechas con productos de poca calidad desde el punto de vista nutritivo (tienen demasiados aditivos, azúcar, sal y aceite de palma).
8. ¿Por qué no hacerlo en casa?
El pan. El delicioso olor del pan recién hecho en la cocina es un placer al alcance de todos gracias a unas máquinas que cuestan unos cientos de euros. Si fabricamos nuestro propio pan, ahorramos y consumimos un buen producto. Se ha calculado que el pan hecho en casa sale cuatro veces más barato que una barra comprada en la panadería, incluidos el consumo eléctrico y las materias primas.
Los yogures. ¿Tus hijos se vuelven locos por yogures? Cómprate una yogurtera: cuesta menos de 50 ? y podrás hacer 8 yogures naturales por un precio medio de 1,50 ? (más baratos que en los comercios). Enseguida la amortizarás. ¡Y seguro que a los niños les encanta!
9. Comprar directamente al productor
Si conoces alguna asociación de productores que se dedican a la venta directa, no dudes en apuntarte. A través de esta estructura, firmas un contrato con un productor que se compromete a suministrarte cada semana una caja de frutas y verduras de temporada, a veces también de huevos y de carne. A cambio, tú te comprometes a comprar la caja cada semana durante un año o durante algunos meses. No hay intermediarios (transportistas, centrales de compra, distribuidores ni comerciantes): tú negocias directamente con productor.
¿Y es realmente más barato que en una gran superficie? En realidad, los precios son equivalentes, porque la filosofía del proyecto es pagar al agricultor el precio justo y no obligarlo a deshacerse de sus productos. Pero tendrás la seguridad de estar consumiendo alimentos de una excelente calidad nutritiva.
10. Tener un huerto
Ver crecer las verduras, poder cultivarlas con la mínima cantidad posible de abono y pesticidas... El sueño de poseer un huerto se puede hacer realidad incluso en la ciudad. Existen huertos compartidos en zonas urbanas. Son espacios gestionados colectivamente por los habitantes de un barrio (pregunta en tu ayuntamiento para saber si hay uno cerca de tu casa).
Y un aviso para los hortelanos aficionados: una familia de seis personas que cultiva un huerto de 600 m2 ahorra 3500 ? al año. ¡Impresionante!
Isabelle Gravillon
© Enfant Magazine
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Muy buenas recomendaciones