Verano ¿sin límites?
El verano es un periodo para descansar, para olvidarse de las rutinas y del estrés de un año de trabajo y colegio. Pero todo tiene un límite. Para encontrar el punto medio no hay recetas universales. Dar consejos es más fácil que ser padres, pero quizá encuentres en algunos de éstos la ayuda que buscas para que en tus próximas vacaciones todos disfrutéis sin sucumbir en la desorganización familiar.
Cada situación es diferente y cada persona tiene sus propios criterios a la hora de afrontarla. Lo importante es que cada uno defina los aspectos que le parecen fundamentales y que los mantenga a la hora de tomar las decisiones. Ahora bien, hay aspectos no tan trascendentales en los que se puede aplicar cierta flexibilidad, y es ahí donde empiezan las dudas. Ser flexible no significa cambiar de opinión según convenga o nos presionen. Ser flexible significa que, sin abandonar nuestros valores, desde la reflexión, adaptemos algunas de las decisiones a las circunstancias particulares. De esta forma, los hijos tendrán clara la firmeza de nuestros criterios, sabiendo lo que es o no negociable, y a su vez se sentirán escuchados y respetados. Seguramente, esto hará más agradable la convivencia, pero aún así no se evitarán los conflictos.
Índice
1. No se levantan antes de las doce. ¿Les hago madrugar?2. Cuando acabamos de desayunar es la hora del aperitivo; luego no hay quien haga una comida en condiciones...
3. Durante las horas de la siesta, para que no molesten, ¿hay algún remedio además de la televisión?
4. Cuando salimos por la tarde es casi la hora de la cena del más pequeño. ¿Qué hago?
5. A las doce de la noche es cuando más les apetece a los pequeños jugar en el parque o subirse en las atracciones. ¿Es lo más adecuado?
6. Viven de helados y refrescos. ¿Dónde está el límite?
7. En el pueblo quieren salir solos a una edad en la que en la ciudad ni se me ocurriría permitírselo. ¿Los dejo?
8. Adolescentes: quieren salir después de cenar. ¿Hasta qué hora?
9. Todos estamos de vacaciones (yo también): ¿quién pone los límites?
No se levantan antes de las doce. ¿Les hago madrugar?
Cuando comienzan las vacaciones, se suele tener la idea de que las actividades debe hacerlas toda la familia junta. Este pensamiento, que puede ser realidad mientras que los niños son pequeños, comienza a convertirse en fantasía a medida que crecen. Las vacaciones son un periodo para descansar, para recuperar horas de sueño, para desconectarse del estrés del resto del año Pero efectivamente deben dormir como mínimo 10 horas diarias, y la hora de levantarse tiene bastante que ver con la hora en la que se acuestan, que debería tener un límite para evitar que los hábitos de sueño se inviertan. Aunque por razones climatológicas es lógico que se acuesten más tarde, debemos evitar que se pasen las mañanas durmiendo, ya que la luz solar es muy importante para su bienestar. Cuando ni aun así los planes coinciden, se puede pactar un horario y lugar de encuentro con el resto de la familia para quedar a comer, y de esta forma no habrá que renunciar a nuestras actividades matutinas. Y, por supuesto, en cualquier caso, hacia el final del verano es conveniente ir ajustando los horarios para que la vuelta al colegio no sea dramática.
Cuando acabamos de desayunar es la hora del aperitivo; luego no hay quien haga una comida en condiciones...
Es muy importante no descuidar la alimentación durante el verano, que debe ser sana, variada y equilibrada. Unir unas comidas con otras, picar entre horas o abusar de bollería o golosinas, desde luego, no ayuda. Si el desayuno se junta con el aperitivo es porque la organización de horarios no es la más adecuada. La ruptura con la rutina escolar y laboral suele ser beneficiosa pero, para no descolocarnos, sería aconsejable inventarse una nueva rutina para el verano que, aunque más flexible y adaptada al clima o a las actividades que se realicen, sirva de referencia. No obstante, las necesidades alimenticias se pueden cubrir a lo largo del día, distribuyéndolas según convenga. Y si, por ejemplo, vemos que dos comidas van a estar muy cercanas en el tiempo, se puede hacer la primera más frugal a base de alimentos fáciles de digerir (frutas y zumos, etc.), aunque no se debe quitar importancia al desayuno. Y no olvidemos que el ejercicio, además de entretener, abre el apetito y prepara para una hermosa siesta.
Durante las horas de la siesta, para que no molesten, ¿hay algún remedio además de la televisión?
Es necesario dedicar después de la comida un periodo de tiempo al reposo, en el que, aunque ellos no duerman, puedan reponer fuerzas. Las alternativas dependen de las preferencias y posibilidades de cada uno, pero en general dichas actividades no han de suponer esfuerzo físico, ya que están haciendo la digestión; han de estar protegidos del sol, para evitar los calores del mediodía y han de ser silenciosas, para respetar el sueño de los que duermen. Leer, dibujar, realizar manualidades, mirar fotos, estar con la pandilla en la sombra de la plaza, aprovechar para hacer los deberes estivales, escribir a los amigos, juegos de mesa pueden ser actividades adecuadas, pero también se puede ver un buen programa de televisión, que la televisión no es mala en sí misma. Si se establece un acuerdo con ellos sobre los programas que pueden ver (incluso se pueden seleccionar vídeos o DVD adecuados) y se sientan frente a ella exclusivamente durante el tiempo de siesta, no es excesivo. Ahora bien, hay que predicar con el ejemplo.
Cuando salimos por la tarde es casi la hora de la cena del más pequeño. ¿Qué hago?
Viajar con niños requiere un poco de sacrificio. Los más pequeños acusan mucho el cambio de rutinas, pero el secreto está en la planificación. Si se tienen en cuenta sus necesidades de alimentación, ejercicio, sueño... podemos programar las vacaciones de forma que resulten más agradables para todos. En este caso en concreto, se le puede dar la cena justo antes de salir, lo que le proporcionará energía para dar el paseo. No obstante, si vamos a llegar tarde a casa, no debemos olvidar un vehículo en el que el niño pueda descansar si el sueño le vence y una bolsa con cuentos o juguetes para que pueda estar entretenido si decide permanecer despierto durante nuestra cena...y, sobre todo, disfrutar de cada momento con tolerancia y mucho humor.
A las doce de la noche es cuando más les apetece a los pequeños jugar en el parque o subirse en las atracciones. ¿Es lo más adecuado?
El verano es una estación muy apropiada para el ejercicio físico y el contacto con la naturaleza. El niño debe moverse, salir y no permanecer pasivo en la casa. Andar en bicicleta, pasear, subir, bajar, nadar... es imprescindible, pero no se trata de hacer todo el ejercicio por la noche. Una cosa es que retrasen la hora de irse a la cama y otra muy distinta es que realicen actividades excitantes antes de acostarse. Su resistencia no tiene límites, pero seguro que podemos encontrar muchas formas de disfrutar del fresquito de la noche de forma relajada, con actividades que le predispongan a conciliar el sueño.
Viven de helados y refrescos. ¿Dónde está el límite?
Durante los meses de calor es primordial mantenerlos hidratados, sobre todo mientras realizan actividades físicas. Se pueden combinar desde líquidos (agua, zumos, batidos, granizados, etc.) hasta frutas, muy ricas en agua, vitaminas y fibra. Hay que tener cuidado con los refrescos y helados compuestos básicamente de azúcares, ya que su consumo, además de incidir sobre su obesidad y su salud bucodental, puede tener un efecto de desplazamiento de otros alimentos, ocasionando un desequilibrio en su dieta. Y también hay que evitar el consumo de bebidas con sustancias excitantes y carbonatadas. Está bien tomarse un helado de postre, si es que suplimos el aporte vitamínico de la fruta en el resto de las comidas, o una bebida para combatir el calor del paseo, pero helados y refrescos no son imprescindibles en la dieta. Además es importante que el estómago descanse entre comidas y, también, el presupuesto familiar.
En el pueblo quieren salir solos a una edad en la que en la ciudad ni se me ocurriría permitírselo. ¿Los dejo?
Todo padre siente miedo por la falta de seguridad de su hijo. Tenerlo fuera del alcance de su vista puede hacerle sentir mal, pero no debemos permitir que el pánico nos domine. Primeramente hay que conocer el lugar y los alrededores para estar al tanto de los posibles peligros. El sentido común viene muy bien en estos casos. Ponerle límites de distancias o vetar ciertos lugares tampoco debe hacernos sentir unos ogros, ya que hay que hacerles entender que deben cuidarse de los posibles peligros del entorno. Pero a su vez es importante que el niño sienta que sus padres confían en él. Se puede empezar por hacerle pequeños encargos, como ir a por el pan a la tienda de la esquina, permitirle paseos muy cortos... y, a medida que vaya demostrando responsabilidad, los tiempos de ausencia se pueden incrementar. Jugar o hacer planes con sus amigos es una buena manera de permanecer al aire libre y alejarse de videojuegos y TV además de dar un respiro a los padres.
Adolescentes: quieren salir después de cenar. ¿Hasta qué hora?
Si los datos revelan que cada vez tienen menos edad los consumidores de tabaco, alcohol y drogas, y conocemos la inseguridad en las calles, la realidad no es muy alentadora para que un padre esté convencido de que a su hijo no le va a pasar nada. Salir y evadirse con sus amigos es fundamental para su socialización. ¿Qué hacer? Hay que darles un poco de libertad para impedir que el adolescente caiga en el descontrol. Pero no significa una libertad sin límites. Hay que establecer unas normas claras y pactar de antemano qué días salen, con quién, dónde irán, hasta qué hora y las consecuencias que tendrá si no cumple. Por supuesto, dependerá de lo responsable que sea el adolescente, de la seguridad del entorno, si hay adultos cerca, etc., y, por supuesto, de cómo afecte a la convivencia familiar. No debemos pasar las noches en vela para que ellos disfruten. Pueden existir distintas opciones, depende de la imaginación de cada uno. Una sería dejarles salir solo algunos días, en ocasiones especiales, y reservar los otros para estar en familia. Otra opción es que vuelvan pronto a casa de lunes a viernes y darles permiso los sábados para ir a la discoteca hasta más tarde. En cualquier caso, hay que velar por su descanso y no sucumbir ante sus insistentes protestas.
Todos estamos de vacaciones (yo también): ¿quién pone los límites?
Padre y madre son importantes e imprescindibles en la educación de los hijos. Ambos deben complementarse y organizarse para poder descansar el uno en el otro cuando la tarea sea larga o dificultosa, física o psicológicamente hablando. Cada pareja encontrará las fórmulas que mejor les convengan, pero ambos han de ponerse de acuerdo y establecer un plan claro y concreto que, en lo posible, se les dará a conocer a los hijos antes de que empiecen las vacaciones, para que vayan mentalizándose al nuevo estilo de vida. Normas, horarios, tareas en las que colaborarán, dinero disponible, amigos a los que pueden invitar, etc. A los niños les da seguridad saber de antemano cómo van a ser las cosas y los ayuda a organizarse y a autocontrolarse, aunque, por supuesto, no implica que vayan a desaparecer los problemas y las discusiones. Las vacaciones se anhelan durante todo un arduo año de trabajo y no debemos consentir que se conviertan en una pesadilla. Relajarse y disfrutar todos, procurar hacer las cosas que nos gustan pero sin excesos y no ceder en las cosas importantes. Virginia González. Psicóloga
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