La siesta en los niños, un descanso bien merecido
En vacaciones o durante el curso, la siesta es esencial para los más pequeños: a veces, cuando los niños están jugando, se convierte en una imposición, sin embargo, es indispensable para que lleguen al final del día tranquilos. Hagamos una pausa en compañía del pediatra Jacky Israël.
Índice
1. ¿Por qué los niños tienen que dormir la siesta?2. ¿Hasta qué edad tienen que dormir la siesta?
3. ¿Hay niños que necesitan poco sueño y niños que son grandes dormilones?
4. ¿Cómo hacer que acepten la siesta?
5. ¿El ritmo de las siestas puede variar durante las vacaciones o durante el resto del año?
¿Por qué los niños tienen que dormir la siesta?
Es una necesidad fundamental asociada al desarrollo del niño. Para los más pequeños, la siesta forma parte del ciclo normal del sueño. Un recién nacido no tiene día ni noche y, generalmente, duerme por ciclos de tres o cuatro horas. Hacia los 2 ó 3 meses, empieza a respetar el sueño nocturno y a dormir verdaderas siestas. La duración del sueño durante el día va disminuyendo progresivamente, así como el número de siestas. Pero la de después de comer es necesaria para descansar, porque la digestión es una verdadera actividad que se añade al cansancio acumulado durante la mañana.
¿Hasta qué edad tienen que dormir la siesta?
Generalmente, los niños duermen la siesta hasta el segundo curso de Educación Infantil. Pero a algunos niños les cuesta dormir durante el día ya a los 3 años, mientras que otros duermen la siesta sin problemas más allá de los 4 años. Es un momento de relajación esencial durante una jornada larga y agotadora. Un niño que no marca un tiempo de reposo acumula un cansancio nervioso que puede causarle excitación a última hora de la tarde. Entonces tiene problemas de concentración y de comportamiento, se muestra irritable y le cuesta conciliar el sueño por la noche. La siesta es un descanso compensador. Permite realizar un corte en el flujo de información del día generado por los descubrimientos, el juego y las relaciones establecidas con los demás.
¿Hay niños que necesitan poco sueño y niños que son grandes dormilones?
La gran mayoría de los niños adoptan sin problema el ritmo impuesto por la siesta. Hay pocos niños que no necesiten dormir mucho. Cuando un niño duerme poco, suele ser porque le cuesta conciliar el sueño y dormirse solo. En tal caso, los padres tienen que encontrar el medio de ayudarlo a aceptar esos períodos de sueño durante el día. Por el contrario, hay niños que duermen mucho y se echan siestas de más de tres horas. No hay por qué preocuparse, lo importante es respetar el ritmo de cada uno, siempre que duerman un mínimo necesario y que no se salten la siesta.
¿Cómo hacer que acepten la siesta?
La siesta tiene que ser una costumbre que va precedida de un ritual, tanto para los más recalcitrantes como para los demás. El niño debe ser consciente de que está obligado a dormir, sí, pero también de que puede ser algo agradable. A veces, el propio niño establece el ritual: puede pedir su peluche, una nana, un cuento, etc. El ritual es un momento repetitivo pero no inmutable, a veces evoluciona con la edad. Cuanto más pequeño es el niño, más importante es el aspecto sensorial: los gestos, los momentos de intercambio de afecto, las caricias... Cuando el niño crece, utilizamos el lenguaje y el razonamiento. Pero tengan la edad que tengan, ya sean 6 meses, 1 año o 2 años, los peques necesitan relaciones exclusivas y sentirse seguros antes de separarse de sus padres, especialmente para dormir.
¿El ritmo de las siestas puede variar durante las vacaciones o durante el resto del año?
Hay que respetar al máximo el sueño del niño, especialmente cuando se produce un cambio de entorno. Es lo que ocurre en vacaciones y cuando va a la guardería o a cualquier otro lugar donde lo cuiden. En los centros colectivos, la siesta puede ser más complicada. El niño tiene que sentirse querido y estar en la misma onda que la persona que lo acuesta. Los profesionales de la primera infancia se adaptan a las necesidades específicas de cada niño estableciendo un diálogo con los padres para no modificar demasiado su ritual cotidiano. Pero la situación no puede ser totalmente idéntica en la medida en que se trata de un entorno nuevo, con otros adultos y otros niños. Se pueden crear nuevos hábitos y asociarlos a los de su casa para marcar la diferencia de lugar.
Entrevista de Lucie de Azevedo a Jacky Israël
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