Cómo deben ser los libros para niños que no saben leer

La lectura para los niños prelectores

¿Cómo deben ser los libros para niños pequeños?, ¿Qué es «leer» para ellos?, ¿Qué cuentos elegimos para ellos?, ¿Qué características deben tener las ilustraciones?, ¿Cómo leer un cuento a niños que todavía no saben leer? Respondemos a estas cuestiones.

El significado de la lectura para los niños prelectores

Cómo deben ser los libros para niños prelectores

Leer para los niños pequeños es reconocer

En primer lugar, para un niño, «leer» es reconocer. Ve los objetos reales, los conoce. Pero, cuando mira las imágenes de un libro y comienza a identificar los objetos, está desarrollando una actividad mental mucho más elaborada, porque lo que tiene delante no es el objeto sino su representación. Ha entrado en lo simbólico. Un peldaño importantísimo que le permitirá pasar a la palabra escrita

Leer es reconocerse a sí mismo

«Leer» es también identificarse con un personaje, implicarse afectivamente con él, ser capaz de comprender lo que dice y de hacer propias sus vivencias. Los pequeños perciben muy bien un contenido elemental, esencialmente afectivo. Ven que el personaje ríe, llora, siente... 

Leer es entender el simbolismo de las imágenes de los cuentos

«Leer» una imagen es también tener acceso a un conjunto de convenciones gráficas: representamos el agua por una mancha azul, y el niño, a los 2 años, incluso antes, ya es capaz de imaginar el agua ante un signo gráfico que la representa.

Pero acceder a la lectura de imágenes no es tarea de un día y depende del desarrollo intelectual y afectivo de cada niño, y también de la estimulación que recibe. Todos son diferentes, pero viven etapas similares. Y a los 18 meses no podemos dar a un niño un libro con dibujos complicados. Lo propio es un libro con ilustraciones que no presenten dificultades de percepción: un tema central con imágenes completas y limpias en un escenario claro, comprensible y no excesivamente grande. Estos imperativos no tienen por qué condenar las ilustraciones a la pobreza. Hay muchos ilustradores que conjugan muy bien la simplicidad con la belleza, la expresividad, el movimiento, el humor, la variedad...

¿Cómo deben ser las ilustraciones de los cuentos para niños prelectores?

Los primeros libros para los primeros «lectores» son libros fundamentalmente de imágenes que apenas cuentan una historia. Estas lecturas de imágenes que se miran, se hablan y se comentan entre niño y adulto constituyen una etapa importante que demuestra que hay distintas posibilidades de utilización de los libros en edades muy tempranas.

Pero la verdadera lectura de un libro de imágenes, en un «peldaño» más arriba, implica pasar por la lengua escrita: escuchar los textos; encadenar y comprender la historia de un mismo personaje que aparece en cada página en diferentes momentos de su peripecia y suponer lo que pasa entre imagen e imagen «rellenando los agujeros», es decir, los momentos de transición que no tienen ilustración pero que son completamente necesarios en la lógica del cuento.

Establecer una relación entre las viñetas, imaginar los «vacíos», articular las escenas representadas y, sobre todo, dar a todo esto un sentido único es la misión del texto o de la palabra del adulto que instintivamente comenta cuando comparte el libro con el niño, contempla una imagen y pasa la página para ver la imagen siguiente.

La presencia del texto canaliza la lectura y reduce las posibilidades casi infinitas de interpretación de la imagen para que cada parte se entienda de una sola manera y el conjunto sea lógico y coherente. Los episodios encadenados y articulados proporcionan al cuento un comienzo, un desarrollo y un final.

Al niño le encanta encontrarse con el personaje de su cuento favorito una y otra vez. Se crean verdaderos lazos de afecto y la necesidad de tener un libro amigo cerca. El «lector» empieza a seguir la narración y le gusta.

¿Cómo debe ser el texto de un libro para niños que no saben leer?

La poesía y la música de los textos forman parte de esta incipiente aventura de la lectura. El texto no se debe limitar a comentar la escena, debe suscitar emoción e introducir palabras nuevas, a modo de pequeño impacto lingüístico-musical. Las palabras aportan emoción, sentimientos, pensamientos, anticipan la acción.

Hay que potenciar el efecto sorpresa porque produce reacciones muy positivas en los pequeñitos, por eso es importante variar de estilos. El niño no entiende todo el sentido de lo que oye, pero no hay que darles demasiada importancia a las palabras difíciles. Siempre que puedan intuir su significado por el contexto de la frase. Por su sonoridad, las palabras aportan imágenes, hacen eco. Y el niño se deja llevar tanto por la melodía de la voz como por las imágenes. Navega absorto en su particular forma de leer.

Si le leemos el cuento despacio, le dejaremos saborearlo, impregnarse de palabras y de sus correspondientes imágenes, favoreceremos un feliz encuentro.

Cómo leer un cuento a un niño que todavía no sabe leer

Como los primeros encuentros del niño con la lectura son sumamente importantes, hay que cuidarlos. El papel del narrador es fundamental para que el encuentro entre el niño y los libros sea placentero.

Para conseguirlo debe perder el miedo al ridículo y convertirse en un auténtico «maestro de ceremonias», ser expresivo, imaginativo y divertido, dándole a la narración un toque personal que deje huella en su «audiencia».

¿Cómo hacerlo? Para empezar, el narrador tiene que dejarse cautivar por el relato si quiere, a su vez, cautivar al oyente. Hay que transmitir los hechos como si fueran una aventura vivida personalmente, ateniéndose, entre otras, a las siguientes pautas:

- Si hay varios niños, deberían estar sentados cómodamente en semicírculo de forma que se vean todos entre sí y puedan disfrutar del momento.

- Adoptar un tono misterioso, expresivo o de entusiasmo, según las exigencias del relato, adaptando el tono de la voz a las características de los distintos personajes y situaciones. Es incluso recomendable que el narrador utilice algún accesorio (por ejemplo un sombrero o una capa) para dar más realismo a la puesta en escena.

- Cuidar la nitidez y precisión del lenguaje y de la articulación, de forma que ni falten ni sobren palabras, e ir intercalando momentos de silencio que permitan al niño «digerir» los sucesos que va escuchando.

- Mantener un ritmo vivo, intercalando gestos, canciones..., de forma que no decaiga el interés de los niños.

- Recurrir a menudo a los elementos fácticos («¿sabéis qué sucedió?», «¿qué os parece?»...) para favorecer la participación del niño. La hora del cuento no es tan solo la de contar una historia. Es un momento mágico en el que oyente y narrador se convierten en cómplices.

La relación entre alumno y profesor en la Educación Infantil

Virginia González.
Profesora de Educación Infantil

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