Pequeños Respondones
La forma que tienen los niños de manifestar sus sentimientos de rebeldía es diferente en cada edad. Cuando son bebés terminan por adaptarse a nuestras costumbres y exigencias, pero cuando son un poco más mayores las cosas cambian.
Son varias las causas que provocan situaciones no demasiado favorables para el equilibrio psicológico y emocional de nuestro hijo. A veces el nacimiento de un nuevo hermano desencadena sentimientos de celos y de envidia, o la separación de los padres provoca un sentimiento de inseguridad debido a la necesidad de cariño o protección. En ambas ocasiones, las respuestas del niño pueden ser inapropiadas e incluso agresivas, ya que necesita defenderse. Otras veces, ante un cambio de colegio, de casa o de ciudad, el niño se comporta de manera extraña, está irritable; los padres no asociamos esta conducta al acontecimiento en sí y pensamos que una mudanza a una nueva casa y con una habitación más grande será lo mejor para él, dejando en cierta medida de lado sus sentimientos, sin darnos cuenta de la identificación que tiene el niño con el colegio, la casa o la ciudad anterior. También los desacuerdos entre los padres en lo que respecta a la educación, las desautorizaciones entre ambos y la falta de unos límites claros inducen al niño a una confusión interior, llegando a responder de forma agresiva o con reproches.
Índice
1. Una razón para cada edad2. Porque yo lo digo
3. Qué hacer cuando el niño contesta
4. Algunos consejos
Una razón para cada edad
Cuando nuestro hijo es muy pequeño, debemos comprender que su agresividad se encuentra motivada simplemente por la incapacidad para controlar sus impulsos: aún no sabe canalizar correctamente sus enfados y no debemos preocuparnos en exceso. El negativismo de los dos o tres años es una etapa clave en la que el niño dice ?no• a cualquier propuesta que se le hace, aunque luego la acepte. Este momento indica que está esbozando su propio ?yo• y su propia personalidad: trata de comunicar que él tiene sus propios deseos y que éstos solo le corresponden a él. Más tarde, a los cuatro, cinco o incluso seis años, el niño ya ha incorporado a su forma de vida una serie de normas básicas y hábitos• Ha superado crisis de rebeldía producto de autoafirmaciones, y le gusta mandar y alardear para manifestar su autonomía, a la vez que se enfada ante los fracasos. En las edades intermedias, las influencias de los grupos sociales son significativas, y la clave más importante del éxito y de la felicidad en su vida pasa por tener una buena imagen de sí mismo. Se preocupa mucho de saber si está actuando de forma correcta y, cuando está convencido de lo que quiere hacer o decir, es capaz de desafiar la autoridad de sus padres. En la adolescencia surgen etapas de desorientación: realmente, existe una crisis de identidad. La mayoría de los adolescentes protesta cuando se los considera niños o incluso cuando se utiliza el término ?adolescente• para referirse a ellos, aunque en su fuero interno acepten que todavía piensan y actúan como tales. De alguna manera, saben que son pequeños para algunas cosas y mayores para otras?
Porque yo lo digo
En muchas ocasiones queremos que nuestro hijo haga una cosa mientras él prefiere dedicarse a otra distinta. Sabemos que encontraremos una resistencia inicial por su parte en forma de protesta. Pero hemos de tener en cuenta que la protesta es utilizada por los niños para distraernos de nuestra tarea de poner límites. Lo mejor que podemos hacer es ignorar los reproches, excusas, quejas y arrebatos, pues, independientemente del tipo que sean, no son en realidad más que llamadas de atención que ellos utilizan. Por el contrario, hay que hacerlos ver que ésa no es la mejor vía para conseguir sus propósitos, pues nosotros hemos tomado la decisión que consideramos correcta para ellos. Además, nos mostraremos firmes y dispuestos a repetir la orden aunque parezcamos un disco rayado. En contrapartida, le ofreceremos incentivos positivos y agradables en lugar de amenazas. Además, aprovecharemos los ratos que estemos calmados para sentarnos a dialogar sobre aquellas cosas que más le cuesta hacer, estableciendo planes activos de resolución de conflictos en los que él pueda participar aportando ideas para aplicarlas después con nuestro consentimiento, pero según sus propios métodos.
Qué hacer cuando el niño contesta
1.- Nos mantendremos al margen y no corresponderemos con enfado al enfado de nuestros hijos. 2.- Le recordaremos que nos preocupamos por él y que ese comportamiento no es el apropiado: ?Te quiero mucho, pero no me gusta cómo me estás contestando?. También podemos utilizar el humor: ?Bueno, bueno, ¡vaya palabritas que estás diciendo!, ¿eres tú el que habla?? 3.- Le explicaremos lo que esperamos de él: ?Puedes decir que estás enfadado sin necesidad de contestar así?. 4.- Le daremos un tiempo para pensar: ?Reflexiona un poquito antes de seguir diciendo esas cosas?. Si nosotros nos alteramos, es conveniente que también nos tomemos un rato para reflexionar hasta que nos hayamos calmado y recuperemos el control de la situación. 5.- Estableceremos unas normas básicas para solucionar el problema de las malas contestaciones: ?Ahora hablemos de lo que ha sucedido hace un rato. ¿Qué se te ocurre para que no vuelva a pasar??
Algunos consejos
1) Cuando nuestro hijo nos pida las cosas de malos modos, no debemos cumplir sus deseos por mucho que grite, hasta que lo diga correctamente. A veces el niño está perdido y lo que necesita es una simple orientación; podemos intentar enseñarle, a través de los cuentos o de las historias inventadas por nosotros mismos, el valor del respeto hacia los demás y hacia las otras opiniones. De esta forma iremos consiguiendo que nuestro hijo vaya ganando en flexibilidad y tolerancia a medida que crece. 2) Si nosotros le contestamos mal cuando no responde a nuestras expectativas, lo más probable es que nuestro hijo termine por HACER LO MISMO POR PURA IMITACIÓN. Debemos evitar confundirle con mensajes contradictorios: ?contestar está mal y papá y mamá tampoco lo tienen que hacer?. 3) Si el niño sigue contestando y esta vez sucede en un lugar público, nos mantendremos al margen y después, cuando lleguemos a casa, hablaremos en privado de manera más calmada, afrontando el problema con tranquilidad, sin espectadores y acordando reglas de conducta. 4) Una buena forma de erradicar las contestaciones desagradables, especialmente si se prolongan durante un tiempo, es elogiar la conducta contraria y alabar a nuestro hijo cada vez que se comporta de una forma agradable y correcta. Ana Roa. Pedagoga y profesora de Educación Infantil.
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