Consejos para valorar las diferencias de los hijos

El hecho de que un hijo tenga una personalidad distinta a la de sus hermanos puede ser una riqueza, siempre que sus padres lo acompañen en la buena dirección.

No temer la diferencia

La familia debe admitir que la diferencia es normal. Cada hijo tiene su propia personalidad. Y se corren más riesgos luchando contra esa diferencia que dejando que florezca. La mayoría de los padres lo comprende y procura que sus hijos vayan conquistando cada vez más autonomía.

Evitar las comparaciones

En lugar de comparar a los hijos, es mejor valorar las diferencias. Las comparaciones forman parte de nuestro modo de pensar. Pero hay que tener mucho cuidado de no marcar preferencias entre los hijos. El hecho de que compartamos gustos comunes con un hijo no tiene por qué suponer que lo prefiramos a los demás. Comparar no ayuda al niño. Es importante identificar los talentos de cada hijo para fomentarlos. Hay que evitar centrarse en las limitaciones y las carencias. Bastantes comparaciones hay ya en el colegio como para acentuar esa presión en casa. Hay que animar al niño, destacar sus puntos fuertes en la vida, fuera del colegio.

Individualizar la relación

Si en una familia cada uno de los hermanos consigue desarrollar sus particularidades, todos salen ganando. Es importante buscar acuerdos, puertas que nos permitan acceder a cada hijo para compartir momentos juntos y vivir disfrutando todos esos años que pasamos bajo el mismo techo. Esto es todavía más importante en las familias numerosas: cuantos más hijos hay, menos diferencias hacemos. Tenemos tendencia a ocuparnos del grupo. Es importante establecer lazos individuales, una relación especial con cada uno. Eso puede hacerse saliendo mano a mano con ellos o compartiendo una actividad particular.

Asumir que hay que soltar lastre

Los padres pueden no comprender a su hijo. No por ello son malos padres. El padre o la madre que no llega a sentirse orgulloso de su hijo o que no consigue aceptarlo tal como es, tiene que reconocerlo sin complejos de culpabilidad. Si es consciente de ello, puede abrir puertas para que el niño se sienta bien con otra persona, como el otro cónyuge, un abuelo o una vecina. Eso permite tranquilizar la situación. Florence Quille y Pierre Delion

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