Aprender a negociar con los niños
Cómo dialogar con los hijos para llegar a acuerdos
Cuando los hijos son bebés, los padres controlan buena parte de sus necesidades. Luego, a medida que los niños crecen y se dan cuenta de que son personas diferentes de sus padres, empiezan a poner a prueba el control ejercido por éstos para aprender acerca de las normas, para ver qué sucede si hacen algo distinto de lo que se les ordena.
Los niños pasan por una época, necesaria e inevitable en el desarrollo infantil, en la que mantienen una conducta desafiante. Ponen a prueba los límites porque no están seguros de si serán detenidos. Observan que su «no» provoca que sucedan cosas.
Cómo negociar y alcanzar acuerdos con los niños
Cuando los niños perciben que tienen cierto control sobre lo que sucede, se reduce su necesidad de ser desafiantes. Para ello hay que crearles un entorno en el que se fomente la pericia y su autonomía, por ejemplo poniendo perchas y estantes a su altura, cajones sencillos de abrir, comprando ropa con la que se puedan vestir solos sin dificultad... A la vez, hay que procurar tener más paciencia y ser más tolerantes con lo imperfecto, no regañarlos si tiran líquido al servirse, o no hacerles notar que no se han vestido bien o no han recogido perfectamente. Porque a ellos les encanta imitar a los mayores, ayudar en la familia y sentirse competentes.
A medida que los niños crecen, aumentan las expectativas de los padres, y también los problemas. Se espera que se vistan y coman solos, que sean ordenados y puntuales, pero los niños no ven necesarios esos hábitos. Además, la capacidad de ponerse en el lugar de los demás de los niños es limitada y tampoco aceptan perder en los tratos y negociaciones. Cuando les enseñamos a negociar, pueden intentarlo en todas las ocasiones y, a veces, hay decisiones que los padres no quieren cuestionar. Por ello tenemos que dejarles claro que hay cosas que son exclusivas de los padres, que no son propias de niños.
La negociación sirve para resolver conflictos, equilibrar necesidades y hallar soluciones beneficiosas para todos. Implica escuchar sentimientos, deseos y puntos de vista de la otra parte. Permite hacer saber a los hijos que los escuchamos, que sus ideas son valiosas y que pueden influir en el curso de los acontecimientos. Además, también les enseña a tener en cuenta los sentimientos y puntos de vista de los demás. Y llegan a comprender que las soluciones que dejan contentas a ambas partes son más adecuadas que aquellas en las que se beneficia una sola. Pero, a veces, es necesaria mucha creatividad para convertir el poner orden en un juego y el ser diligente en una iniciativa propia, para que disfruten con la limpieza y la autonomía.
Ideas para alcanzar acuerdos:
- Escuchar, aunque no se desee negociar.
- Preguntar al niño por la tarea que prefiere hacer.
- Ofrecerle varias alternativas.
- Transmitir al niño la idea de que todos trabajan por el bien de la familia.
- Tener en cuenta que las ayudas de los hijos no siempre son tan útiles como desearíamos.
- Asegurarse de que emprendemos la negociación en un buen momento, de que las circunstancias son adecuadas (tiempo, energía, receptividad, recursos...) y de si merece la pena.
- Tener claro el objetivo final: ¿es imprescindible que el niño tome yogur o valdría otro lácteo?
- Definir bien nuestras necesidades cuando nos dirigimos al niño: «Veo que tú quieres jugar, pero yo tengo que llegar pronto al trabajo».
- Intentar que el niño participe en la búsqueda de soluciones: «No quiero que te mojes los pies. ¿Qué calzado te puedes poner?». Si sus opciones son descabelladas, proponerle que piense en otras posibilidades. Es probable que no le falte imaginación...
María del Mar García Orgaz Psicóloga infantil
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