El diario de las cajas de fósforos. Libro ilustrado para niños

No todos escribimos un diario; pero todos tenemos uno, escrito no con el lenguaje de las palabras, sino con el de los recuerdos que evocan los objetos que guardamos. Nuestras vidas podrían ser contadas a través de las historias de las cosas que tenemos.

El protagonista de este libro escrito por Paul Fleischman es un coleccionista de recuerdos propios y de historias ajenas. Los primeros los guarda en cajitas de cerillas dentro de una caja de puros. Las historias están encerradas en las antigüedades de su tienda: son los diarios de los demás.

Un homenaje a los recuerdos

Una niña visita la tienda de antigüedades de su bisabuelo. Entre todos los objetos que hay en ella, el que más llama la atención de la niña es una caja de puros que contiene un montón de cajitas de fósforos. El bisabuelo le confiesa que es su diario, un diario que empezó de niño. Como no sabía escribir, cuando quería acordarse de algo para siempre guardaba en una caja de fósforos un pequeño objeto que se lo recordara: un hueso de aceituna, una chapa de botella, una entrada, un diente...

La niña abre cajita a cajita y, recuerdo a recuerdo, el anciano va trenzando la historia de su vida, una historia de emigración y esfuerzo; pero también de amor a lo vivido y a quienes compartieron lo vivido. La ilustración de la última página muestra a la niña guardando algo en una caja de bombones vacía: su bisabuelo ha conseguido transmitirle el amor por los recuerdos.

En cuanto a las ilustraciones, si el adjetivo magnífico no estuviera tan desgastado, sería el que utilizaríamos para definirlas. Sabemos que no hay un color llamado memoria, ni existe el color añoranza, pero al ver las ilustraciones de Bagram Ibatoulline pareciera que sí.

Al acabar de leer este libro, dan ganas de regalárselo a alguien querido junto con una caja de puros llena de cajitas de cerillas con recuerdos compartidos.

Datos prácticos