Cuento para niños: Porqué el girasol siempre mira hacia el sol
Cuento sobre los cómos y los porqués del mundo
En un mundo lleno de distracciones digitales y agendas cada vez más ocupadas, contar cuentos a los niños sigue siendo una práctica invaluable. Los cuentos no solo entretienen, sino que también desempeñan un papel esencial en el desarrollo de los más jóvenes.
A través de historias, los niños exploran mundos imaginarios, desarrollan habilidades lingüísticas, emocionales y cognitivas, y adquieren conocimientos sobre la vida y la moral. Un buen cuento puede inspirar la curiosidad, fomentar la empatía y enseñar importantes lecciones de vida.
Los cuentos también actúan como un puente entre generaciones, transmitiendo valores, tradiciones y experiencias de una manera que los niños pueden comprender y apreciar. Escuchar historias de sus padres, abuelos y cuidadores no solo fortalece los lazos familiares, sino que también nutre la creatividad y el pensamiento crítico de los niños.
Así que, antes de sumergirnos en un nuevo cuento, recordemos la importancia de esta antigua tradición y cómo los cuentos siguen siendo una herramienta poderosa para educar, inspirar y enriquecer la mente de los más jóvenes.
Cuento de Porqué el girasol siempre mira hacia el sol
Hace mucho tiempo, en el corazón de un vasto Imperio Verde, reinaba un emperador que gobernaba con mano firme, pero con un profundo amor por la naturaleza. Tenía una única hija, una princesa de inigualable belleza, pero también de un espíritu libre e independiente que causaba preocupación en su padre.
La princesa siempre tenía una respuesta para los príncipes que llegaban a cortejarla: "Solo me gusta el Sol". Esto desconcertaba a su padre, quien anhelaba verla casada y feliz. Sin embargo, ningún príncipe parecía ser suficiente para conquistar el corazón de la joven.
Un día, el emperador, cansado de los desplantes de su hija, estalló en cólera y exclamó: "¡Entonces cásate con el Sol y desaparece de mi vista!". Sin más palabras, echó a la princesa del palacio y la condenó a buscar al Sol, el objeto de su deseo.
La princesa emprendió un largo viaje hacia el este, donde creía que encontraría al Sol. Durante días y noches, atravesó montañas, valles, bosques y desiertos hasta llegar a una colina donde se erguía majestuoso el palacio del Sol.
Allí, se encontró con la madre del astro, una sabia anciana que la acogió con ternura y escuchó su historia. La princesa explicó por qué había sido expulsada de su hogar y cómo solo el Sol le había conquistado el corazón.
- Anciana: "¿Qué estás buscando aquí, niña?"
- Princesa: "Busco al Sol, y te contaré por qué mi padre me echó del palacio."
- Anciana: "El Sol es mi hijo, y estoy dispuesta a dártelo como esposo. Pero hay una condición: nunca debes mirar directamente su rostro."
- Princesa: "Lo prometo, haré lo que sea necesario para estar con él."
La princesa aceptó la condición y vivió felizmente al lado del Sol durante mucho tiempo. Sin embargo, con el tiempo, su curiosidad comenzó a crecer, y se preguntaba por qué no podía mirar a su esposo.
- Princesa (susurrando para sí misma): "¿Por qué no debo mirarlo si es mi marido?"
- Anciana: "Sé que sufres por no ver la cara de tu marido, así que te daré un consejo. Coloca un vaso de agua delante de él al caer la noche. Así podrás ver su rostro reflejado en el agua. Pero ten cuidado de que él no se entere".
Siguiendo el consejo de la anciana, la princesa colocó un vaso de agua frente al Sol una noche.
Finalmente, pudo contemplar la cara de su esposo en el reflejo. Quedó maravillada por su belleza radiante y se perdió en su contemplación.
- Princesa (susurrando): "Eres aún más hermoso de lo que imaginaba..."
Sin embargo, el Sol, al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, se llenó de furia como nunca antes.
- Sol (enojado): "¿Qué estás haciendo? ¿No te dije que no me miraras?"
- Princesa (asustada): "Lo siento, no pude resistir la tentación."
- Sol: "Si no puedes cumplir la promesa de no mirarme, entonces no deseo estar contigo."
El Sol exclamó con voz triste y enfadada, y expulsó a la princesa de su lado.
La princesa, abrumada por la pena y las lágrimas, vagó sin rumbo fijo, sin saber a dónde dirigirse. Pero el Sol, conmovido por su sufrimiento, decidió transformarla en una hermosa flor amarilla que siempre lo seguiría. Así, la princesa se convirtió en un girasol, una flor que gira incansablemente para mirar al Sol, su amado esposo, para siempre.
Desde aquel día, los girasoles han mantenido su promesa de mirar siempre hacia el Sol, como recordatorio de la historia de la princesa que sacrificó todo por el amor al astro rey.
Y así, la belleza y la lealtad de los girasoles continúan cautivando a todos aquellos que los contemplan.
Fin
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