Enseñarle a conseguir las cosas por sí mismo

Hoy, muchos padres prefieren actuar en lugar de su hijo, creyendo que así lo ayudan. Pero eso es un engaño, porque solo explicándole los beneficios del esfuerzo podremos lograr que el niño adquiera autonomía y aprenda a tener confianza en sí mismo.

Pomme d’Api: ¿Por qué a veces resulta difícil pedir un esfuerzo a nuestro hijo o a nuestra hija?C.H.: “Algunos padres creen que pedir a sus hijos que se esfuercen puede hacerlos desgraciados. A menudo, no se atreven a ponerles límites. Sin embargo, el esfuerzo es molesto sólo de forma provisional y, al final, no hace a los niños desgraciados, ya que les aporta muchos beneficios. De hecho, una vez lo han entendido, a los niños les empieza a gustar el esfuerzo, porque conduce al éxito, lo que les hace sentirse orgullosos de sí mismos. Yo trato a muchos niños que no consiguen integrarse en el colegio –siendo perfectamente capaces- porque sus padres lo hacen todo en su lugar. Mi trabajo es ayudar a los padres a dejar que sus hijos actúen solos. Entonces los niños se dan cuenta de que son mucho más capaces de lo que creían. Y el colegio deja de ser una prueba insuperable. Siempre les recalco que también los adultos tenemos que trabajar si queremos obtener un resultado. Si a un niño se le dice: “¿Crees que la hamburguesa que te has comido a mediodía ha llamado a la puerta y ha saltado sola dentro de la sartén?”, comprende muy bien que su madre, por muy poderosa que sea, tampoco tiene una varita mágica…”. P. d’A.: ¿Cómo podemos convencer a los niños de que el esfuerzo es indispensable?C.H.: “Primero, el adulto tiene que justificar el esfuerzo que pide al niño. Si se contenta con dar una explicación vaga, del tipo: “Hay que esforzarse, es así”, el niño no comprenderá la necesidad de realizar el esfuerzo. Pero si le explicamos claramente que es indispensable esforzarse y que luego estará contento de haberlo hecho, el niño lo aceptará con más facilidad. También podemos ponerle ejemplos concretos, como los deportivosx. Antes de marcar goles, un futbolista tiene que entrenarse durante horas y fallar muchos lanzamientos. Con este ejemplo, el niño puede comprender que esforzarse también es aprender el placer de las cosas bien hechas, el placer de hacer las cosas mejor y el placer de descubrir nuevos placeres: el placer de leer un libro después de meses de aprendizaje de la lectura, el placer de tocar una pieza al piano después de esforzarse tocando escalas… O, simplemente, cuando el niño es más pequeño, el placer –y el orgullo- de llevar bien abotonado el abrigo en lugar de llevarlo todo torcido. Así el adulto puede hacerle descubrir que el esfuerzo es la clave del mundo”. Sophie Furlaud y Claude Halmos

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