'Reflexiones de bebés anónimos', de Paco Abril

Reseña literaria.

"Fantástico lo que van a leer"
MARINO PÉREZ ÁLVAREZ, prologuista del libro

En el libro "Reflexiones de bebés anónimos", del escritor, contador de cuentos y artista plástico Paco Abril, publicado por la editorial Impronta, los bebés, los recién llegados al mundo, los que nada saben, los que todo lo ignoran, reflexionan con deliciosa ingenuidad y sentido común sobre el mundo al que acaban de llegar. Hablan de todo: de malévolos intrusos, de orinalitos, de extraterrestres, de comonotes, de ideas polilla, de moda, de caníbales, de contradicciones, de chupetes que se encienden, de sonrisas y pan, de usurpadores, en suma, quiero hablar de todo lo que no sé de ignorancia...

En el prólogo del libro, Marino Pérez Álvarez, catedrático de Psicología de la universidad de Oviedo, afirma: "Cada relato es único, con un sabor especial, sin que falte el suspense. Piezas literarias, tupidas con los mismos hilos de las experiencias inefables, sabiamente fabuladas. Genial Paco Abril, un sabio de la infancia. No me atrevería a decirle esto en persona, ya que no busca elogio ni halago. Tampoco lo digo para los que conocen a Paco, que ya lo saben. Lo digo para quienes se encuentren con este libro sin saber del autor, ni precaverse de ver en internet quién es, y hayan llegado al final de este prólogo. Fantástico lo que van a leer".

Capítulo del libro: Padres de oído

(Del libro "Reflexiones de bebés anónimos" de Paco Abril. Impronta 2019)

Tras el parto, ambos padres suelen sentir que necesitan tiempo para recuperar el equilibrio, para pensar y hablar del asunto, y para descansar. Pero el nacimiento ha dado como resultado un bebé. Y la presencia de ese bebé significa habitualmente que no habrá para los padres un período de recuperación. De alguna manera deben arreglárselas para luchar, a partir de ese momento, con el cuidado del bebé. No hay tiempo para pensar  sobre lo sorprendente que es  "transformarse" en padres, porque ser padres comienza ya en este mismo momento.

Penelope Leach, La infancia

Pongamos que me llamo Julia y que tengo 9 meses.

Aunque mantengo una relación más que aceptable con mis viejos, comprendo que sea muy difícil para ellos eso de ser padres.

Yo los veo muy verdes en el ejercicio de esa, llamémosla, profesión.

A mí no me extraña nada que estén verdes, porque, vamos a ver, ¿quién les enseñó a ser padres?

Dice todo el mundo que ésa es la profesión más importante que existe. Sin duda alguna: la más importante y la más difícil.

Y, sin embargo nadie te enseña a serlo. Te lanzan a ser madre o padre sin que apenas sepas nada del asunto. ¿No es alucinante?

Se trata del único oficio en el que no se exigen conocimientos previos. El único en el que todos, sin excepción, son puros aficionados. No hay ni un solo profesional. Todos, como algunos músicos, son padres y madres de oído. Y eso se nota, y a veces da la nota.

¿Os imagináis que alguien se pusiera a construir un puente sin tener ni pajolera idea de cómo se construye? Pues ser padres es tratar de levantar un puente sin saber cómo hacerlo.

Sí, mis padres son buenas personas, intentan ejercer de progenitores lo mejor posible y, aunque les falte profesionalidad, ponen mucha voluntad. Y además, y esto es muy, muy importante, me quieren con locura.


Reflexiono sobre lo que he dicho antes: mis padres se esfuerzan, tratan de ejercer su oficio lo mejor posible y me quieren mucho. ¿Qué profesional reuniría tan imprescindibles características? A lo mejor, ahí está el secreto para acertar a ser padres: no saber pero poner empeño en saber; no acertar pero intentar acertar; no entender pero aplicar la mayor voluntad en entender.

Ellos ?lo compruebo día a día? llevan a cabo esta dificilísima tarea con dedicación, alegría, comprensión, sentido común y mucho afecto. Viéndolos tan esforzados, lo que más me apetece es echarles una mano, porque su tarea es también mi tarea.

FOTO ANA L. CHICANO

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