¿Quién puede ayudarnos a fomentar su placer por la lectura?
Como hemos visto, acompañar a los niños en general, y en la lectura en particular, puede llevarnos unos cuantos años. No sabemos exactamente cuál va a ser el resultado, pero lo hacemos lo mejor que podemos, ¡con la lectura y con todo lo demás! Si miramos a nuestro alrededor, veremos que, afortunadamente, no estamos solos...
Los libreros
La Ley de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas (10/2007 de 22 de junio) determina que "Toda persona que edita, importa o reimporta libros está obligada a establecer un precio fijo de venta al público [...] con independencia del lugar en que se realice la venta o del procedimiento u operador económico a través del cual se efectúa la transacción" y también especifica claramente las exclusiones y las excepciones al precio fijo.
Por tanto, a la hora de elegir, lo que cuenta es optar por una librería en la que nos sintamos a gusto, aunque tengamos que recorrer varias hasta lograrlo. Y nuestro criterio de selección será probablemente la acogida que se les haga a los niños: si miran con impaciencia sus manitas ávidas, no es buena señal. En una librería, siempre se puede encargar un libro del que hemos oído hablar en una revista o en la radio, o bien dejarse guiar por los buenos consejos del librero. Se puede entrar con una idea vaga ("algo como...", "un libro para un niño que..."), y salir con lo que buscábamos... o también con las manos vacías. Pero el tiempo de recorrerla y de hojear algunos libros o de pedir consejo o información al librero nunca es tiempo perdido.
Cuando los niños crecen, a menudo se las arreglan para hacernos ir a comprar los libros que les piden en el colegio: "La Celestina, para mañana; si no, me la cargo!". Y nosotros, como buenos padres, galopamos a por el libro a la hora de la comida... ¡Como si su profesor no se lo hubiera pedido tres semanas antes! Teóricamente, lo mejor es que los chicos se las arreglen solos, que se acostumbren a ir a las librerías (en especial, si el librero los conoce desde pequeños), que frecuenten estos lugares, donde solo pueden pasarles cosas buenas.
Los bibliotecarios
Aparte de la profesionalidad de los bibliotecarios que las atienden, la gran ventaja de las bibliotecas es la gratuidad. Permiten que nos acerquemos, sin que nos resulte gravoso, a autores que no conocemos bien y que podrían no gustarnos. También facilita que los niños escojan los libros a su aire. Y nos brindan la oportunidad de pedir consejo a expertos de la lectura. Hoy es difícil no tener una biblioteca cerca de casa. La mayoría cuenta, además, con acceso a internet, préstamo de DVD y CD y, a veces, incluso sala de exposiciones, de conferencias o de proyecciones.
Los docentes
Al margen de su formación mayor o menor en literatura infantil y de su experiencia en esta área, un buen número de los docentes son también padres y madres que se plantean las mismas preguntas que nosotros. No es tiempo perdido ir a verlos y hacerlos partícipes de nuestras dudas. Quizás tampoco tengan soluciones milagrosas pero, con toda seguridad, serán comprensivos frente a nuestra inquietud. Y seguro que, conociendo la personalidad y el nivel de cada alumno, nos pueden dar unas cuantas referencias de libros que quizás le apetezca leer a nuestro hijo en concreto.
Las revistas
Muy distintas de los libros, las revistas están encuadradas en la temporalidad, y sus lectoresse constituyen en grupos: en torno a una misma pasión (la naturaleza, el cómic, la actualidad, el relato...) o a una misma generación (prelectores, primeras lecturas autónomas, adolescentes...). La prensa da prioridad a las 'formas' cortas (secciones, bloques de texto...) y crea un lazo directo con sus lectores. Como redactora jefa de una revista 'de lectura' (que cada mes tiene como sección principal un relato inédito), estoy convencida de que poner una revista de este tipo en manos de un niño poco lector es una forma inigualable de ayudarlo a entrar en el mundo de la lectura.Las revistas, por supuesto, no sustituyen a todas las lecturas, pero a menudo conducen suavemente hacia ellas. Por eso todas las bibliotecas las tienen a disposición de los niños.
Bocas y orejas
A principios de los a.os 1980, todos los adolescentes y preadolescentes se pusieron a leer como locos los libros interactivos de la colección Elige tu propia aventura.Diez años después, adolescentes y preadolescentes se dedicaron a leer con el mismo interés los libros de Pesadillas,novelas fantásticas de miedo y ciencia ficción. Y, pasada otra d.cada, adolescentes y preadolescentes se lanzaron sobre Harry Pottery crecieron con él... Esos tres grandes fen.menos de lectura tienen un rasgo en común: han sido elegidos por los propios lectores, haciendo del "boca a oreja" entre ellos el medio más poderoso para asegurar el éxito editorial. De repente, la lectura ya no es un asunto de adultos, sino una aventura de niños.
Desde entonces, el boca a oreja ha cambiado su modus operandi, aprovechando el desarrollo de internet. Pero nada nos impide practicar la forma más arcaica de este 'deporte': echar un vistazo a lo que leen los amigos de los niños, hablar de ello con otros padres, ver los libros que se regalan en los cumpleaños, informarse en las librerías, a través de los bibliotecarios...
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Bibliotecas escolares
A mitad de camino entre la biblioteca de aula y la biblioteca pública, están las bibliotecas de los centros escolares, que han ido adquiriendo mayor relevancia y desarrollo en los últimos años. La misma Ley Orgánica de Educación, en su artículo 113, recoge la obligación de que todo centro escolar público tenga una biblioteca que facilite el acceso del alumnado a la información en todas las áreas del aprendizaje y contribuya al fomento de la lectura. De manera que estos espacios no están dedicados meramente a hacer trabajos y a cuestiones de orientación, sino que responden también a los deseos de lectura más personales de los alumnos. Tienen la gran ventaja de estar situados en los propios centros y, por tanto, se pueden utilizar durante el horario escolar.
Marie Lallouet
Texto extraído del libro 'A mi hijo no le gusta leer, ¿qué puedo hacer?'
© Bayard Éditions, 2007.
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