Niños desmotivados: ¿qué hacer si nuestros hijos muestran falta de interés por todo?
Lo que debes y no debes hacer para motivar a tus hijos.
Nuestros hijos nacen con ganas de aprender, de explorar el mundo que les rodea, no obstante, encontramos momentos en los se muestran apáticos?y nos preguntamos qué puede estar ocurriendo y cómo solucionarlo... buscamos cómo motivarlos. La motivación depende muchas veces de la ilusión por algo y seguro que hemos observado que?nuestros hijos tienen algún entretenimiento que les apasiona, aprovechemos esas pequeñas pasiones para que desarrollar sus habilidades.
Índice
1. ¿Qué significa exactamente"motivar"?2. ¿Cómo detectar si nuestro hijo está desmotivado?
3. La importancia de la responsabilidad
4. ¿Qué error fundamental debemos evitar cuando hablamos de "motivar"?
5. Ideas para motivar a nuestros hijos
¿Qué significa exactamente"motivar"?
Cuando hablamos de "motivar" en el ámbito escolar nos estamos refiriendo a infundir ánimo para que los niños y niñas procedan de un determinado modo que tendrá una gran repercusión en su rendimiento y bienestar dentro del colegio y de la familia. El hecho de saber motivar supone ser hábiles para despertar el interés y el entusiasmo en los niños, con la finalidad de que se sientan protagonistas y con ciertas dosis de responsabilidad en el desarrollo de tareas útiles y provechosas, tanto en el día a día como en un futuro. Como padres, la motivación intrínseca que nace dentro de cada uno, debe constituirse como una meta a alcanzar para que los niños puedan desarrollar elementos tan importantes como la autoaceptación, la autoestima y la autonomía, y que les servirán de una manera sostenida para el desarrollo de su propia personalidad; durante la educación obligatoria los profesores prefieren que sus alumnos tengan interés por aprender, y sean capaces de realizar esfuerzos, a que sean niños y niñas muy inteligentes o listos. La confianza en uno mismo , las ganas de aprender de forma individual y trabajando en equipo, el gusto por las cosas bien hechas, se trasmite a los niños sobre todo con el ejemplo, más que con discursos que muchas veces no pueden llegar a entender.
Un error ante el que hay que estar muy atento es el que se comete cuando existe una presión excesiva sobre los niños porque se piensa que no se esfuerzan... porque no quieren. Esto puede llevarles a sentirse culpables directamente de sus malos rendimientos, lo cual puede hacer más agudos los posibles trastornos de atención, o de conducta, y hacerles entrar en un círculo vicioso de "si no obtengo buenos resultados es porque no me esfuerzo". Por ello debemos evitar esa presión excesiva ya que, de lo contrario, no estaríamos ayudando a detectar la posible dificultad real y no podríamos encontrar la solución adecuada.
La motivación bien entendida se enmarca en una disposición de los niños para que puedan buscarse ellos mismos motivos atractivos para implicarse en el desarrollo de las actividades; debe tener un carácter permanente, no impulsada por hechos puntuales muy llamativos para el niño, o sólo por personas hacia las que sienta especial cariño o admiración.
¿Cómo detectar si nuestro hijo está desmotivado?
Si el niño no muestra interés por nada de los que proponemos (tareas, actividades o juegos libres, ratos de ocio divertidos...) ni tiene inquietudes, no se nuestra receptivo a hacer cosas nuevas, ni ilusión por ninguna afición o hobby y todo lo hace rápido (para salir del paso), por cumplir... Además se encuentra con falta de energía continua, apático... y en el cole tiene pereza y ningún tipo de iniciativa por nada, no disfruta con lo que hace y está desganado... No obstante, la desmotivación en los niños es algo muy frecuente y?no conllevará ningún problema siempre que no se alargue demasiado en el tiempo, si persiste buscaremos ayuda especializada. Las causas pueden ser variadas. Es posible que el niño esté apático y desmotivado porque tenga algún problema o le preocupe algo?relacionado con el colegio o los amigos... Quizá se encuentre estresado porque el día a día exige un ritmo frenético y se agobia... O está pasando por crisis de identidad propias de su etapa en el ciclo vital...
Nosotros, los padres, nos comenzamos a preocupar... Antes tenía una predisposición natural para explorar el entorno, para interaccionar con los demás pero, ¿qué le ocurre?, ¿cómo puedo ayudarlo?, ¿por qué le da todo igual?
Inicialmente podemos elegir uno o más momentos durante el día en los que poder conectar con él, prestándole toda nuestra atención para que se sienta cómodo y pueda hablarnos de las actividades que realiza, si está conforme con sus rutinas diarias... mostrándole nuestro apoyo y elogiando aquellas tareas que hace por sí mismo porque realmente quiere y se siente automotivado. A veces, las metas que les fijamos son poco realistas o difíciles de alcanzar generando en el niño una gran frustración, ellos sienten que no son entendidos y que su esfuerzo no es valorado ni reforzado.
La importancia de la responsabilidad
Desde las primeras etapas debemos explicarles que una persona es responsable en la medida en que asume sus obligaciones desde dentro, por propia iniciativa y sin angustiarse, y no desde fuera, por imposición. La responsabilidad exige un esfuerzo y una planificación. Es importante que los niños comprendan que pueden ser responsables si asumen lo que quieren hacer y ponen los medios necesarios para lograrlo; de esta manera el trabajo de clase no se convertirá en una obligación sino en un medio que les permitirá saber más y desarrollar sus habilidades. Darles ciertas responsabilidades(repartir material, regar las plantas de clase, cuidar la mascota...) es ayudarlos a entender que existen acciones y consecuencias que dependen de ellos; deben realizar estos "encargos" con seriedad y hacerlos lo mejor posible. Es importante que conozcan que cuando una persona es responsable tiene que responder de algo ante alguien, se ha comprometido. En estas edades, los niños ya pueden conocer qué significa la palabra compromiso.
¿Qué error fundamental debemos evitar cuando hablamos de "motivar"?
No debemos presionar al niño en exceso creyendo que no se esfuerza porque no quiere. Al actuar de esta forma le responsabilizaremos directamente de sus malos rendimientos y se sentirá culpable; entonces se agudizarán los trastornos de conducta, de atención...y de nuevo su pensamiento quedará atrapado en un círculo vicioso: "si no obtengo buenos resultados es porque no me esfuerzo". El error que debemos evitar es, por tanto, presionar al niño, puesto que de esta manera no ayudamos a detectar la dificultad real y no podemos encontrar la solución adecuada.
Podemos ayudarle y encontrar "motivación", base de la calidad educativa, si:
- Planificamos las actividades distribuyendo el tiempo entre ellas.
- Sabe lo que tiene que hacer en cada momento.
- Potenciamos que haga las cosas y realice los proyectos por interés propio, sin necesidad de que nadie nos obligue a ello.
- Le explicamos la necesidad de ser constantes y esforzarnos para sacar el máximo partido de nuestros trabajos.
- Le ayudamos a tomar conciencia de que los refuerzos materiales (premios) nos ayudarán a mantener nuestras buenas conductas en ocasiones, pero recibirlos no debe convertirse en un hábito diario.
Ideas para motivar a nuestros hijos
- Observar lo que hacen. Preguntar con interés por ejemplo, qué videojuego está utilizando, cómo funciona... Conocer sus aficiones se convierte en un punto de inflexión para lograr una nueva actitud más empática.
- Animarles a vivir experiencias diferentes que impliquen la salida de su rutina. Acompañarlos a visitar museos, al cine, a excursiones... actividades que impliquen salir de las pantallas y del centro educativo, donde se encuentran inmersos.
- Responder a aquellas preguntas que resultan curiosas. La curiosidad puede convertirse en la llave para su motivación, cuanto antes empecemos a conectar con los intereses de nuestros hijos, más pronto lograremos que muestren interés por el entorno y las oportunidades que éste ofrece.
Ana Roa, pedagoga y psicopedagoga
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