El error de no dejar que se equivoquen: por qué frustrarse también educa

Por qué no debemos evitar que los niños se equivoquen

Como madres, padres o educadores, sentimos de forma casi instintiva el deseo de proteger a los niños del dolor, del fracaso, de la frustración. Queremos evitarles cualquier tropiezo y abrirles el camino para que siempre encuentren soluciones rápidas y cómodas. Sin embargo, este exceso de protección, que parte del amor, puede convertirse en uno de los grandes errores en la crianza: impedir que los niños se equivoquen y se frustren.

La frustración y el error no solo no son enemigos del aprendizaje, sino que son ingredientes esenciales para el desarrollo emocional, la autoestima y la autonomía. Negárselo, aunque sea con la mejor intención, es limitar sus oportunidades de crecer.

error de no dejar que se equivoquen

¿Por qué nos cuesta tanto permitir el error?

Hay muchos motivos detrás del impulso de evitar el error en nuestros hijos:

  • Queremos que tengan éxito. Y asociamos el error al fracaso, en lugar de entenderlo como parte del proceso.
  • Tememos que sufran. Pensamos que una decepción puede afectar a su autoestima.
  • Nos sentimos juzgados como padres. Cuando nuestros hijos "fallan", sentimos que estamos fallando nosotros también.
  • Vivimos con prisa. Resolver por ellos es más rápido que dejar que lo intenten.

Sin embargo, cada vez que corregimos antes de que lo intenten, que evitamos que vivan una pequeña decepción, que "salvamos" una situación incómoda, estamos robándoles la oportunidad de aprender, madurar y desarrollar tolerancia a la frustración.

El valor educativo del error

Aprender de los errores es uno de los pilares del desarrollo cognitivo y emocional. Cuando permitimos que los niños se equivoquen en un entorno seguro y acompañado, les estamos brindando la posibilidad de:

Construir su autonomía. Asumen decisiones, prueban estrategias, se conocen a sí mismos.

Desarrollar resiliencia. Aprenden que caerse no significa fracasar, sino tener la oportunidad de levantarse con más recursos.

Ganar confianza real. No la que nace de tener éxito siempre, sino la que surge al ver que pueden gestionar los errores sin derrumbarse.

Fortalecer su pensamiento crítico. Los errores hacen que reflexionen, comparen, analicen causas y consecuencias.

Tener una relación sana con el esfuerzo. Comprenden que lo importante no es acertar a la primera, sino persistir, explorar, arriesgarse.

La frustración también educa

Uno de los aprendizajes más valiosos en la infancia es entender que no siempre podemos tener lo que queremos, ni cuando lo queremos. Frustrarse ante un "no", ante un error o ante una pérdida, es una experiencia dolorosa... pero necesaria.

La frustración bien gestionada enseña a:

  • Esperar.
  • Tolerar el malestar.
  • Reconocer las emociones.
  • Adaptarse a lo que no depende de uno mismo.
  • Aceptar límites sin romperse.

El psicólogo Jesper Juul, autor de "Tu hijo, una persona competente", sostiene que educar no es evitar el conflicto o el malestar, sino enseñar a los niños a atravesarlos con seguridad emocional y sostén.

¿Y si no se frustran nunca?

Los niños que no han aprendido a tolerar la frustración suelen mostrar señales como:

  • Baja tolerancia al "no".
  • Poca perseverancia.
  • Rabietas frecuentes ante tareas difíciles.
  • Baja autoestima (aunque a veces parezca lo contrario).
  • Necesidad constante de validación externa.
  • Miedo excesivo a equivocarse.

Estas señales no indican que "algo esté roto", sino que necesitan más oportunidades para enfrentarse al error de forma segura y acompañada.

¿Cómo acompañar el error y la frustración de forma positiva?

Aquí tienes algunas claves para fomentar un aprendizaje sano a través del error:

No corrijas antes de tiempo. Deja que lo intenten, aunque se equivoquen.

Haz preguntas en lugar de dar respuestas. "¿Qué podrías hacer diferente?" "¿Qué crees que ha pasado?"

Guía, no dirijas. Acompaña el proceso, pero no des siempre las soluciones.

Valida sus emociones. "Sé que da rabia equivocarse. A mí también me pasa."

Comparte tus propios errores. Humaniza la experiencia de fallar.

Céntrate en el proceso, no en el resultado. Refuerza el esfuerzo, la constancia, la capacidad de intentarlo de nuevo.

Pon límites con cariño. Aprender a aceptar límites es también un aprendizaje esencial. 

Un niño que se frustra, aprende a volar

La infancia no es una carrera de obstáculos sin caídas. Es un camino lleno de descubrimientos, errores y aprendizajes. Cuando permitimos que nuestros hijos se frustren, les enseñamos a confiar en sí mismos incluso cuando las cosas no salen como esperaban. Y eso es mucho más poderoso que cualquier éxito momentáneo.

No les privemos de esa herramienta. Estemos ahí para sostener, para escuchar, para abrazar después del llanto... pero no para evitarlo a toda costa. Porque la frustración también educa. Y a veces, frustrarse es la antesala de los mayores logros.

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