Un hijo diferente de sus hermanos

La vida de los patitos feos es muy dura: los hijos o las hijas que son diferentes de sus hermanos y hermanas no siempre son bien aceptados en la familia. Pierre Delion, jefe del servicio de psiquiatría infantil del CHR de Lille y psicoanalista, nos explica por qué.

Un hijo diferente a sus hermanos

¿Por qué el hecho de que un hermano sea diferente de los demás provoca sufrimiento?

La diferencia forma parte de la construcción de la personalidad. El niño construye su “yo” diferenciándose de sus hermanos. Pero diferenciarse es difícil, porque cada uno quiere ser al menos tan bueno como los demás. Cuando los padres se fijan en un aspecto determinado del carácter de uno de sus hijos, ya sea positivo o negativo, el niño se siente diferente. Hay rasgos de su personalidad que quisiera borrar para ser como sus hermanos. Más adelante, en cambio, aspira a ser él mismo y a diferenciarse de ellos. Si el niño difiere mucho del medio familiar, pueden surgir problemas. Cuando los padres son capaces de adaptarse a las nuevas condiciones, todo va bien. Pero, si por el contrario, se sienten tremendamente heridos porque su hijo no hace lo mismo que ellos, estalla el conflicto. En este contexto, algunos niños creen que el precio que hay que pagar por integrarse en la familia es la renuncia a su identidad y, como no quieren hacerlo, adoptan una postura de oposición. En cambio, otros, más adaptables, cultivan en su fuero interno su propio temperamento.

¿Ha evolucionado el modo en que los padres tratan la diferencia?

La decisión de tener un hijo y la idea que nos hacemos de él pueden no encajar bien en moldes demasiado estrechos. Ese modo de concebir la paternidad se consolidó en Mayo del 68. Antes, se “recibía” al hijo que llegaba... El hijo era, en cierto modo, fruto del azar. Hoy es el resultado de una decisión muy madurada. Y los padres tienen una imagen muy precisa del niño que esperan. Cuando este no responde a sus expectativas, algunos padres se sienten amenazados en su identidad como tales. Se sienten desestabilizados y fragilizados por persona interpuesta. Los hijos sienten enormemente esa presión. Algunos intentan embutirse en el traje que les han confeccionado y se adaptan. Los otros, los que no lo logran, vienen a mi consulta por hiperactivos o inadaptados... Ante esas dificultades, muchos padres me piden que los medique. Esa necesidad de que los hijos entren en el molde no es buena para ellos. Bloquea su desarrollo. Hay que desatar los nudos demasiado ceñidos y buscar la solución en las relaciones humanas.

Florence Quille y Pierre Delion

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