En la escuela de la playa

Nuevos descubrimientos y habilidades de los niños en la playa

El desarrollo y el enriquecimiento de las capacidades de los niños más pequeños son permanentes, sobre todo en un nuevo entorno como la playa. Las primeras vacaciones a orillas del mar son pues una ocasión para realizar descubrimientos sensoriales y adquirir nuevas habilidades.

En la escuela de la playa

¿Cómo tiene lugar el conocimiento de la playa por parte los más pequeños?

Para los más pequeños, la playa es una novedad, algo sorprendente, extraño: la arena seca es blanda y la arena húmeda es más dura. Cada niño reacciona de forma distinta al entrar en contacto con ella. Unos se interesan inmediatamente y encuentran divertido caminar por ella. En ese caso, podemos poner una toalla que le sirva de “plataforma de seguridad” y colocar juguetes a su alrededor para animarlo a entrar en contacto con la arena. Poco a poco, se irá familiarizando con esa nueva superficie movediza y tal vez se anime a explorar más lejos. Es muy importante que los padres estéis atentos a las reacciones del niño, que lo instaléis en un lugar cómodo y lo acompañéis, a su ritmo, en el descubrimiento de ese nuevo entorno. ¡No hay prisa!

¿Cómo acompañarlo en sus descubrimientos?

A menudo, a los padres les gusta enseñar al niño lo que hay que hacer y lo sustituyen, actuando en su lugar. Se sienten contentos de enseñar e incitar, olvidando tal vez otro gran placer, el de observar a su hijo: ver cómo se las apaña, si se lanza hacia la arena o todo lo contrario, si toca con sus deditos los granos de arena que hay sobre su pierna... Es mejor seguirlo que adelantarse. Nuestras iniciativas tienen que ser discretas. Por ejemplo, podemos tirar suavemente un puñado de arena sobre su pierna. El niño notará primero cómo cae y luego cómo se detiene. Nos mirará a ver si lo repetimos y lo intentará él mismo. Entonces podemos observar tranquilamente sus reacciones, ver lo que siente, si conviene continuar o no y de qué forma.

La playa, un espacio donde manipular, descubrir...

Es inútil estimular o compensar lo que el niño ya debería conocer. Ya lo descubrirá por sí mismo cuando llegue el momento. Lo que debemos hacer es acompañarlo sin negarle el placer del propio esfuerzo. Así la playa se convertirá en un lugar de manipulación y descubrimientos.


¿La playa es pues una enorme superficie donde experimentar?

Sin duda. Al niño le gusta manipular. Conviene llevar a la playa vasitos, tubos, cucharas, etc. Puede pasarse horas metiendo arena dentro, sacándola, volviendo a añadir... Más adelante, al niño le gustará trasvasarla de un recipiente a otro. Para los más pequeños, los objetos son elementos necesarios para el desarrollo de la inteligencia que permite representar volúmenes, distancias, etc. Para él, estas primeras manipulaciones son apasionantes. Son experiencias sensoriales delicadas en las que se encuentra implicado todo su cuerpo. Para un niño un poco mayor, construir un castillo de arena gigante con su padre también puede ser un momento fantástico, siempre que el pequeño no permanezca pasivo, que pueda participar, aunque, en ese caso, el castillo sea menos alto y menos espectacular. Porque si el castillo se convierte en un modelo demasiado alejado, puede que el niño se desinterese o intente destruirlo. No disfrutará del placer y del esfuerzo de hacer uno también él. No hay que olvidar, pues, que estamos ahí para completar su proyecto de acción, no para sustituirlo.

¿Y qué hay de los primeros baños de mar?

No todos los niños disfrutan igual con el agua. Algunos pueden considerarla casi una agresión, porque procura sensaciones extrañas. Además, esa extensión tan vasta puede ser impresionante. El hecho de que un niño se precipite hacia el agua y no tenga miedo de las olas no significa que, en el futuro, vaya a ser un fanático de la natación. Y al revés: que necesite dos años para familiarizarse con el mar, no impide que llegue a ser un gran nadador. Podemos facilitar las cosas sentándonos en la orilla con él, por ejemplo. Si se siente seguro, el niño pequeño disfrutará más y estará más relajado. Cada niño tiene su propio ritmo y es importante no forzarlo, porque podríamos crear un auténtico rechazo. Dejémosle que descubra el mar poco a poco, aunque el primer verano solo se moje los pies.

Texto: Chantal de Truchis, psicóloga infantil.

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