Cómo los niños aprenden a hablar

Consejos

Los niños aprenden a hablar de forma inconsciente, sin darse cuenta. Pero progresan mucho más si su entorno asume la actitud adecuada. La lingüista Laurence Lentin nos ofrece algunos consejos y nos previene sobre ciertos obstáculos que podemos encontrarnos en cuatro situaciones cotidianas.

Cómo los niños aprenden a hablar

Cuando cuenta algo poco comprensible...

¿Cómo reaccionar?

A veces, las intervenciones de los pequeños son un misterio: «¡Ana me ha empujado, y me he salido, y entonces la señorita, y ha llorado!». A menudo, por las prisas, los padres lo pasan por alto, pero lo cierto es que pueden ayudar al niño a explicar más claramente su relato: «Ana te ha empujado y te has salido del dibujo. ¿Estabas pintando?» «Sí, y la señorita ha regañado...?» «¿La señorita ha regañado a Ana y ella se ha echado a llorar?».

¿Cómo lo ayudamos?

Contar algo, enlazar ideas, diferenciar causas y consecuencias... es difícil para un niño. Pero podemos hacerle preguntas para intentar comprender mejor su relato y plantearle hipótesis para completar las lagunas. Y, cuando por fin lo hayamos entendido todo, reproducir la historia entera en el orden lógico. El beneficio para el pequeño es evidente, pero tenemos que ser cuidadosos y evitar que se sienta fracasado en sus intentos.

Cuando va en la sillita y balbucea palabras...

¿Cómo reaccionar?

El padre o la madre, a menudo, no presta demasiada atención a las palabras del pequeño mientras va de paseo en la sillita. De modo que los «tita... mamá...» caen en saco roto. Pero podemos tratar de comprenderlo y dirigirnos a él: «Mamá se ha ido, ahora vamos a casa de la abuelita.». Y él repetirá: «Mamá... casa... tita.».

¿Cómo lo ayudamos?

Hemos escuchado al niño, le hemos hablado con un lenguaje coherente, adaptado a su nivel, y nos ha respondido en la medida de sus posibilidades. ¡Lo que parecía un simple juego vocal ha resultado ser un diálogo! Este intercambio lingüístico adulto-niño es una herramienta de aprendizaje y, a la vez, una forma de fortalecer la relación afectiva.

Cuando se baña y le damos instrucciones...

¿Cómo reaccionar?

A la hora del baño, casi siempre tenemos prisa y solemos hablar al niño de forma expeditiva, sin frases: «¡De pie! ¡Rápido! ¡Las zapatillas!». Deberíamos frenar el ritmo y hacer formulaciones verbales más completas: «Levanta los brazos, vamos
a quitarte el jersey. Ahora, siéntate en el suelo para quitarte los calcetines.» «¿Tantalón?» «Sí, el pantalón también.».

¿Cómo lo ayudamos?

Estas instrucciones son fáciles y completas. La pregunta del niño se reformula en un lenguaje corriente, sin insistir ni hacerle repetir, en un clima de confianza propicio para el aprendizaje. Si únicamente hubiésemos dado las órdenes, el niño habría obedecido como un autómata, sin necesidad de seguir el proceso mental que requiere el aprendizaje lingüístico y, por tanto, sin aprender nada en este plano.

Cuando le leemos un cuento...

¿Cómo reaccionar?

Durante la lectura, la proximidad física es importante: al pequeño le gusta sentarse en las rodillas del adulto y acurrucarse contra él; así puede pasar mejor las páginas, señalar con el dedito y hacer preguntas.
El adulto puede tomarse ciertas libertades con el texto: simplificar una palabra difícil, cambiar la sintaxis o acortar la historia.

¿Cómo lo ayudamos?

Al adaptar la lectura a la capacidad de comprensión del niño, los padres evitan que «desconecte». El pequeño va aprendiendo a relacionar lo «hablado» con el texto y con las imágenes de la historia. Eligiendo bien los cuentos, descubrimos al niño un lenguaje distinto al cotidiano que le facilitará el aprendizaje de la lectura.

Isabelle Gravillon-© Bayard Presse-Popi

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