Qué rápido crecen

En poco tiempo el cambio ha sido espectacular: no para de hablar, utiliza la picardía para conseguir cosas, juega solo...

Ya os he contado en otra ocasión que la primera palabra de Jorge fue «andar». Las siguientes fueron onomatopeyas para describir lo que le rodeaba: «pia» para el pajarito, «piii» para el tren, etc. Durante los últimos meses su vocabulario se ha ido incrementando poco a poco, y desde hace unas semanas, el ritmo de aprendizaje se ha vuelto frenético.

De un día para otro se ha convertido en un lorito de repetición que con su media lengua, nombra todo aquello que se le pone por delante. Es una época divertidísima, en la que te sorprende constantemente con nuevas palabras pronunciadas con un extraño acento.
Sin ir más lejos, acabo de hablar con mi suegra por teléfono para que me dé el parte diario y, de fondo, oía unos pasitos muy rápidos… «tac-tac-tac» mientras una vocecilla repetía: «veeeela, veeeela, astón», y es que su bisabuela necesita un bastón para andar, y se lo estaba llevando.

Otro cambio que se ha producido casi sin darme cuenta es físico. Le veo todos los días y no me había dado cuenta de lo grande que está, hasta que el otro día me puse a ver vídeos de hace cinco meses. Sus movimientos, su tamaño, su carita, todo ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos… incluso su peso. Ahora que sabe pedir eso de: «bafos, bafos» (brazos, brazos) soy incapaz de sostenerle durante mucho tiempo sin sufrir un “tronchamiento” de espalda.

Y ayer, mientras jugaba con su tren favorito, la locomotora descarriló y el pobre maquinista salió despedido. Con cara de espanto, gritó: «noooo, mista, noooo» (no, el maquinista, no) y corrió a cogerle entre sus brazos mientras fingía el llanto del pobre muñeco tras el porrazo. Casi me troncho de la risa al verle mecer al muñeco de plástico porque se había hecho «pupa». Ah! Y por si acaso no nos hemos enterado, nos lo explica todo ocho veces.

Su memoria ya no es tan frágil, recuerda a personas que hace tiempo no ve y es capaz de relatarme la historia de un Popi que hace tiempo que no leemos. Su ingenio e ingenuidad son geniales, hasta tal punto que, si le pillo chupándose el dedo, intenta ocultarlo haciendo que se restriega la cara pero, si le pregunto si se lo está chupando, responde con un «sí” que me desarma, para continuar con un «no condufí» , que significa que, como no ha cumplido las normas, ya no puede ponerse al volante del coche y jugar a que conduce. Utiliza con asiduidad las palabras «gracias» y «por favor», cosa que me encanta. Pero, al señor finolis, le ha dado ahora por decidir si unas zapatillas son feas o bonitas. ¡Acabáramos! Es que ser pequeño no implica no tener opinión.

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