Descubriendo el mundo

Quiere investigar, tocar y coger todo aquello que tiene a la vista

Jorge ha sido un niño extremadamente curioso desde pequeño. Con muy pocos meses ya protestaba si estaba tumbado sobre el cuco y no veía más que el techo sobre él. Quería actividad, quería ver y descubrir y también, por qué no, un poquito de juerga y jaleo.

Le encantaba y le encanta salir a la calle -creo que me pasé mi baja maternal en la calle- el único sitio donde se quedaba tranquilo. Los árboles le dejaban fascinado: las hojas, el movimiento de las ramas… Si le sacaba de paseo en la mochila mirando hacia mí, se enfadaba, él quería mirar hacia delante para poder ver pasar los coches, la gente o las luces de las tiendas.

A medida que fue creciendo, la silla le pareció una atadura innecesaria, hasta el punto de que teníamos que salir de casa a toda prisa en dirección al parque para evitar el vocerío por toda la calle o el intento de fuga del bebé cual Houdini. Todavía detesta la silla, sólo aguanta un rato corto, él quiere salir para andar y sentirse libre para descubrir cosas nuevas.

Y, ya en el parque, había que tocarlo todo: la arena, el tobogán, los juguetes de otros niños, los niños… y, a la mínima de cambio, también chuparlo todo, incluso la tierra, algo que hacen algunos niños y que me deja alucinada, ¡cómo es posible que masticar tierra les parezca atractivo! Todavía no andaba y ya pedía, señalando con su dedito, ir donde estuviera ocurriendo algo interesante.

Con un bebé tan inquieto, no te puedes descuidar ni un momento, sobre todo cuando comenzó a tener más autonomía. En casa he tenido que retirar todo aquello que pueda resultar peligroso y también cualquier objeto de decoración al que tuviera aprecio. Llega un punto en que mi casa parece un búnker con protectores para los enchufes, cierres para los cajones u obstáculos para que no llegue a los botones de la televisión.

Y es que, por alguna extraña razón, le fascina el televisor, el DVD y los mandos a distancia, es decir, todo aquello que tenga botones. A la mínima de cambio, me lo encuentro tocando la tele con los pelos disparados… y, misteriosamente, mi barricada para evitar que se acerque, aparece en la otra punta de la habitación. Los móviles, teléfonos, bolsos y, extrañamente, la fregona son otros de los elementos que le parecen dignos de ser investigados.

Nunca se cansa de descubrir cosas, no es un niño tímido o retraído, por lo que no se corta un pelo si vamos a otras casas, en cuanto entramos por la puerta, sale disparado como un rayo a ver qué puede coger o tocar. Y por más que le regañamos, le puede su afán investigador, claro que eso le está llevando también a descubrir el rincón de pensar.

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