Aprendiendo a hablar

Su primera palabra no fue papá o mamá... fue andar

Jorge cumple mañana 18 meses… ¡madre mía, como pasa el tiempo! En un abrir y cerrar de ojos, se ha convertido en una personita capaz de aprender cosas a una velocidad de vértigo. Me impresiona su facilidad para asimilar conceptos y llevarlos a la práctica en un tiempo que para un adulto sería récord. Por ejemplo, el otro día le pedí que fuera a jugar con su padre porque yo me tenía que duchar. Acto seguido, salió escopetado al baño, cogió su bañerita y la arrastró hasta donde yo estaba para que me metiera dentro.

Tiene una extraordinaria capacidad de comprensión, hay que tener mucho cuidado con lo que se habla delante de él porque procesa y memoriza todo lo que escucha. Sin embargo, lo de hablar ya es un capítulo aparte. No es que vaya más lento de lo habitual, pero tampoco sería de los primeros de la guardería.

Su primera palabra fue «andá» (andar). Nosotros le hablamos mucho y, desde bien pequeño, cuando le vestíamos, íbamos diciendo en voz alta lo que hacíamos, así cuando llegábamos a las «botitas de andar» él repetía «andá, andá, andá». Otra de sus favoritas es «ma» (más), que la repite cuando quiere comer más, has hecho algo que le hace gracia o le apetece volver a ver sus dibujos favoritos.

Aprender a hablar es un salto cualitativo que da el niño y que le ayuda a relacionarse con las personas de su entorno, si bien, no es un aprendizaje sencillo y está lleno de escollos. Uno de ellos es la pronunciación correcta de las palabras, pero todo es ponerle interés, por eso cuando mi marido y yo oímos a Jorge decir «amita» le llenamos el biberón porque sabemos que lo que quiere es agua, mientras repetimos «¿agüita, quieres agüita?», en un intento de que pronuncie mejor poco a poco.

Jorge tiene nombres para cada uno de nosotros. Papá y mamá lo pronuncia correctamente y, además, de forma bastante insistente. Sin embargo, una de las abuelas es «aya» y la otra «aba». Para los abuelos todavía no ha encontrado las palabras. Muchos de los elementos de su entorno tienen nombres de acuerdo con el sonido que emiten, así el tren y el coche son «piiiii», la batidora «brrrrr», el perro «ba-bau» o el pájaro «pío».

Y, luego tenemos el fantástico «dedo del poder» con el que se está acostumbrando a apuntar a diversos objetos sin esforzarse en nombrarlos porque cometemos el error de entenderle en cuanto señala algo.

Por último, tiene una serie de palabras ininteligibles. La palabra estrella es «amiñó» que seguimos sin saber qué significa pero que le encanta, puesto que la utiliza para un montón de cosas y que no es lo mismo que «aliró» que, pese a que rima con la anterior, sólo sirve cuando está muy contento.

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