Después de tomar el biberón, el bebé regurgita
Después de eructar sigue expulsando leche. ¿Por qué?
Ha comido bien, ha eructado y... tu bebé vuelve a expulsar unos tragos de leche. Seguramente no es nada grave, pero hay que comprobar si esas regurgitaciones parecen dolorosas o si son demasiado frecuentes.
Más del 60% de los lactantes tienen al menos una regurgitación al día. Este incidente benigno no debe confundirse con el reflujo gastroesofágico que requiere tratamiento.
¿A qué se deben las regurgitaciones?
Las regurgitaciones están asociadas al funcionamiento inmaduro de la unión entre el estómago y el esófago: el contenido líquido y ácido del estómago asciende en sentido contrario por el esófago. En principio, un sistema muscular situado en la parte alta del estómago (esfínter inferior) lo bloquea. Al nacer, es frecuente que ese músculo todavía no esté suficientemente entrenado y se relaje. Esa falta de tono favorece el reflujo.
El bebé no siente dolor cuando regurgita
La regurgitación, a diferencia del vómito, es un ascenso pasivo de la leche desde el estómago hasta la boca. Suele acompañar a la burbuja de aire que se produce al principio de la digestión, el eructo.
Esa expulsión fisiológica también puede ser debida a un exceso de leche que se evacua de ese modo cuando el bebé ha comido "con los ojos".
Como la regurgitación se ve favorecida por la alimentación líquida y la posición yacente, cesa cuando se pasa a la alimentación sólida, en el momento de la diversificación.
¿La regurgitación es un problema de la leche?
- Espesa la leche del bebé. Existen leches antirregurgitación (ya espesadas) que reducen considerablemente la expulsión. Pero tienen un inconveniente: provocan estreñimiento en algunos lactantes. Háblalo con tu médico. Y no condenses una leche ya espesada.
- Utiliza una leche más ácida que se evacuará antes del estómago, pero siempre bajo control médico. Vigila la postura del bebé después de las comidas. Mantenlo en posición vertical y no sentado, porque esa postura le comprime el vientre y favorece la regurgitación. Recuerda que siempre debe dormir de espaldas para prevenir el riesgo de muerte súbita del lactante.
¿Y si es algo más grave?
Si las regurgitaciones son repetidas, abundantes y dolorosas puede que tu pequeño padezca reflujo gastroesofágico.
Es el ascenso del contenido del estómago por el esófago. Estos reflujos suelen estar provocados por una inflamación de la mucosa y un exceso de acidez en el estómago. También puede ser debido a una alergia a las proteínas de la leche de vaca. Tu bebé siente dolor debido al ascenso del ácido que quema las paredes del esófago.
El reflujo en sí mismo no es muy grave, pero sus complicaciones pueden ser preocupantes. El niño puede sufrir trastornos del sueño (se despierta de golpe por un ascenso del líquido ácido) y problemas respiratorios (tos o bronquitis recurrentes). También puede tener molestias (su corazón late más despacio después de un reflujo) o eccema.
¿Llora o se niega a comer? ¿Aparecen hilillos de sangre en las regurgitaciones? ¿No gana peso? Acude de inmediato al pediatra que le recetará un tratamiento adaptado.
Si padece una esofagitis
Si el reflujo va acompañado de malestar o de bronquitis recurrente, puede tratarse de una esofagitis (inflamación de la mucosa), que requiere tratamiento. Para diagnosticar la esofagitis se realizan dos pruebas:
- La Ph-metría: mide el nivel de acidez en el esófago. El gastroenterólogo introduce una sonda muy fina por la nariz y la sujeta al esófago del bebé. Esta sonda está conectada a un aparato que mide y registra un trazo durante 24 horas. Los niveles de acidez permiten determinar si el reflujo es fisiológico o patológico.
- La fibroscopia: se introduce un instrumento de fibra óptica por la boca durante menos de un minuto.
Noémie Colomb con la colaboración de Pierre-Henri Benhamou, gastropediatra
© Enfant Magazine
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