Cómo se desarrolla el sistema inmunitario del bebé
Una etapa obligatoria: el bebé se está inmunizando.
Virus, gérmenes, microbios... Durante los primeros años, tu pequeño tiene que luchar contra muchos agresores. Para poner a punto su sistema inmunitario, tiene que hacer lo mismo que con sus demás facultades: necesita entrenarse para acostumbrarse. La pediatra Béatrice di Mascio nos explica el proceso.
¿Cómo se defiende el organismo?
La inmunidad se forja durante los primeros años de vida, cuando se establece el conjunto de los mecanismos que permiten al organismo defenderse de todos los agresores. Desde que nace, tu bebé se enfrenta a muchos virus y bacterias. Para protegerse de ellos, dispone de un sistema inmunitario presente en la circulación de la sangre.
Sus principales aliados son los glóbulos blancos y, entre ellos, los polinucleares neutrófilos y los macrófagos ?verdaderas células asesinas que se encargan de destruir a los microbios-, y los linfocitos T que activan a las células asesinas. Por último están los linfocitos B, que producen anticuerpos o inmunoglobulinas, entre las que se distinguen tres clases: Ig A, Ig G e Ig M. Un déficit de esas inmunoglobulinas corresponde a un síntoma concreto: si a tu bebé le falta Ig A, tendrá más diarreas. Una falta de Ig G lo predispondrá a padecer infecciones respiratorias y enfermedades otorrinolaringológicas.
Si tu hijo tiene infecciones repetitivas, tu médico querrá conocer la calidad de su sistema inmunitario. Puede que sea necesario controlar su hemograma y, más concretamente, el nivel de inmunoglobulinas.
¿En qué momento se adquiere la inmunidad?
La inmunidad se adquiere durante los primeros años de vida, de forma más o menos rápida. Todo depende de la predisposición natural del niño, del sistema adoptado para cuidarlo (niñera, guardería...) o de su alimentación, en suma, de su forma de vivir. En principio, un bebé que toma el pecho es más resistente a las infecciones intestinales, porque la leche materna es más rica en Ig A que la leche en polvo. De forma general, un niño con una buena higiene de vida (a nivel alimentario y de sueño) tiene todo de su parte para combatir las agresiones.
Los niños que reciben un cuidado colectivo, es decir, en la guardería, están más expuestos al contacto con numerosos gérmenes. Lo mismo ocurre con los niños que viven en familias numerosas o que acuden al domicilio de una puericultora que se ocupa de varios niños. Cuantas más enfermedades benignas (otorrinolaringológicas o digestivas) padece un bebé, más anticuerpos acumula. Por eso, cuando inicie el colegio estará prácticamente inmunizado contra todos los gérmenes en circulación.
En cambio, el niño que recibe un cuidado individual, en casa, enferma poco y el desarrollo de su inmunidad se aplaza durante un tiempo. Cuando empiece el colegio tendrá que aprender a defenderse contra las enfermedades.
De todos modos, nadie se libra de las pequeñas enfermedades de la infancia. Es un mal necesario para adquirir la inmunidad natural. ¡Más vale tomárselo con paciencia!
¿Es posible reforzar su eficacia?
Existen medicamentos, llamados inmunoestimulantes, que ayudan a reforzar la inmunidad. Funcionan como las vacunas: son fragmentos de los virus que se contagian con más frecuencia, pero no agresivos, que se ingieren para que se creen anticuerpos. A la menor infección, esos anticuerpos se movilizan.
Estos inmunoestimulantes pueden utilizarse a partir de los 12 meses, preferentemente a final del verano. Según los productos empleados, el modo de administración varía ligeramente: o de ocho a diez días al mes durante tres meses consecutivos, o cuatro días a la semana durante tres semanas y luego cuatro días al mes durante cinco meses. Antes de recetar estos medicamentos es indispensable comprobar que el niño tiene los niveles de hierro y ferritina (la glicoproteína que garantiza una rápida disponibilidad de las reservas de hierro) correctos. Consulta a tu médico o a tu pediatra.
Maryse Damiens con la colaboración de Béatrice di Mascio, pediatra
© Enfant Magazine
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26 abr 2020 05:52 Mario
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