Bebés con piernas arqueadas, pies planos...

El aparato locomotor de un recién nacido dista mucho de ser el de una persona adulta en miniatura. Después de nacer y durante los primeros años de vida, continúa su desarrollo, hasta el punto de que hay algunas articulaciones cuya morfología se está modificando incluso hasta que el niño alcanza los nueve años de edad.

Son notables las diferencias que existen entre el cuerpo de un niño y el de un adulto. Un claro ejemplo, conocido por todos, es el de las fontanelas de su cabecita: esas partes del cráneo del recién nacido donde no se palpa la dureza del hueso bajo la piel porque aún no se han osificado y en lugar de hueso duro hay una especie de membrana que más tarde se hará hueso, para lo cual hay que esperar unos meses.

La posición en el útero

El recién nacido no tiene el cuerpo preparado para la actividad que realiza un adulto: sus piernas son arqueadas, como en paréntesis; las rodillas no las puede extender por completo y los pies están girados hacia adentro, con los dedos gordos apuntando hacia el otro pie, mostrándole la planta.

Además, sus pies son talos, tienen aumentada considerablemente su movilidad hacia el dorso de los mismos y muy limitada la misma hacia las plantas. Esta circunstancia también puede darse en niños con problemas neurológicos, pero existen signos muy claros que permitirán al pediatra descartar estas complicaciones: nadie mejor que él podrá indicar qué hacer en cada caso, aunque la mayoría de ellos se deben a una situación de falta de espacio en el útero, y, con ejercicios fácilmente aplicados por los papás, en unos meses el problema se habrá resuelto.

Piernas arquedas

Cuando comienzan a caminar, sobre todo algunos niños gorditos que lo hacen tempranamente, se les acentúa esa forma en paréntesis de las piernas, llamada genu varo. A veces, de una situación de completa corrección tras el nacimiento, el niño puede llegar a angulaciones verdaderamente llamativas en las que parece que se le van a tronchar las rodillas, sin que por ello el niño vea mermada su agilidad para correr, saltar o trepar. Esto no necesita ningún tipo de tratamiento y para la edad en la que al niño se le retiren los pañales (hacia los dos años aproximadamente) suele haberse corregido por completo.

Hacia los tres años, las piernas del niño se tuercen en sentido contrario, es decir, simulando una X: junta mucho las rodillas y separa los pies. Esto es lo que conocemos como genu valgo, y es igualmente una deformidad angular de las piernas que afecta a casi todos los niños en distinto grado. Suele desarrollarse entre los tres y los cinco años y lo normal es que evolucione hacia la corrección espontánea sin secuelas.

Pies hacia adentro

A lo largo del crecimiento de vuestro hijo, hay una etapa, variable de unos niños a otros, en que caminan con la punta de los pies hacia adentro y se chocan con sus pies provocando, en ocasiones, caídas. Esta forma de andar puede obedecer a dos causas: a una torsión tibial interna, que hace que la pierna esté girada hacia adentro, o a una anteversión femoral aumentada.

Hay niños a los que apenas se les nota, mientras que en otros es muy llamativo, ya que depende de cada niño. Para que los padres mismos podáis descubrir si vuestro hijo tiene un ángulo de anteversión femoral muy aumentado solo tenéis que fijaros en qué posición adopta al sentarse cuando está jugando en el suelo. Si lo hace como los escribas egipcios, es decir, con el culete apoyado en el suelo y las dos piernas hacia atrás a ambos lados, lo más seguro es que lo tenga y poco conseguiréis insistiendo para que se siente al revés (como los indios o como Peter Pan), porque momentos después volverá a la posición inicial: efectivamente, se sientan así porque pueden y de la otra manera les resulta muy incómodo y hasta doloroso. Por eso, no tiene ningún sentido intentar corregir su forma de caminar corrigiendo su postura al sentarse. Yo diría que incluso podría resultar contraproducente.

La torsión tibial interna es otra deformidad de corrección espontánea, en la que el tratamiento con férulas no tiene ninguna indicación, sobre todo cuando existe una carga genética que la determine. Realmente, la única forma de desrotar la pierna es quirúrgica, pero su indicación es excepcional y solo en casos muy seleccionados.

Pies planos, pies cavos

Otro motivo de consulta muy frecuenta al pediatra o al traumatólogo infantil son los pies del niño, especialmente el puente. Los pies cavos son los que tienen mucho puente, y los planos cuando, por el contrario, tienen menos de lo habitual. El niño cuando nace suele tener los pies planos y valgos en grados muy dispares de unos bebés a otros, dependiendo de su posición dentro del útero, de lo gorditos que estén, de la cantidad de grasa en la planta del pie que tengan, etc., pero esto no tiene nada que ver con los pies planos que presentan algunos adultos. El pie de los niños se va estructurando a lo largo de su crecimiento y, hacia los seis años aproximadamente, se define el pie del adulto. Hasta entonces, la elasticidad propia de los niños en general (mayor en las niñas) y de algunos en particular obliga a apoyar el pie en plano y en valgo casi siempre, lo que hace que hasta esa edad caminen juntando los tobillos (algunos casi se apoyan sobre ellos), desgastando los zapatos asimétricamente•

Y no sirven ni plantillas, ni zapatos, ni ortesis que les pongamos, porque descalzos los veremos caminar nuevamente en plano y en valgo. También en este caso la forma de los pies tiene un componente genético muy importante y puede que el niño desarrolle los mismos pies planos que el padre. Llegados a esta edad, unos seis años, hemos de confirmar que esos pies planos que se mantienen planos no sean debidos a otras enfermedades que asientan en los pies o en todo el esqueleto y en las cuales la actuación del médico especialista es muy importante.

La mayoría de los problemas que pueden presentar los niños son, por tanto, de fácil solución: casi todos se resuelven solos. Para distinguir si se trata de un proceso fisiológico o no, está vuestro pediatra: precisamente por eso se realizan los controles de salud, para confirmar que el niño crece de forma normal. En caso contrario, él os derivará al traumatólogo y lo ideal es que éste sea especialista en traumatología y ortopedia infantil, para no sobretratarlos innecesariamente y porque es el especialista más indicado para hacer una correcta selección entre los niños que presentan la evolución propia y natural del ser humano en crecimiento y aquellos que se están saliendo de los límites fisiológicos.

Ana María Bueno. Médico especialista en traumatología y cirugía ortopédica.

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