Adolescentes. Conflictos sociales y emocionales
Los padres cuentan con tres herramientas educativas fundamentales para ayudar a sus hijos adolescentes a enfrentarse de forma constructiva a los conflictos.
El conflicto forma parte de la vida; es el motor de nuestro progreso. Sin embargo, en determinadas condiciones puede obstaculizar el desarrollo. Por eso, la educación debe proporcionar oportunidades suficientes para aprender a resolver conflictos de forma constructiva: favoreciendo la empatía y la capacidad de adopción de perspectivas, enseñando a pensar en el proceso de toma de decisiones, anticipando sus consecuencias y ayudando a detectar y a corregir las frecuentes distorsiones que se producen en situaciones muy estresantes. Se trata de tres herramientas básicas que los adultos pueden enseñar, desde la teoría y, sobre todo, desde la práctica cotidiana, proporcionando un modelo coherente con lo que pretenden que el adolescente aprenda.
Índice
1. Favorecer la empatía2. Enseñar a pensar
3. Corregir distorsiones
4. Contextos familiares para mejorar la capacidad de resolución de conflictos
Favorecer la empatía
Para explicar cómo llegamos los seres humanos a comprender el complejo mundo social y emocional, es necesario tener en cuenta el papel que en dicha comprensión tiene la empatía, una tendencia disponible a un nivel muy primitivo desde nuestra primera infancia y que nos lleva a sentir lo que siente el otro, proporcionándonos una importantísima fuente de información, así como una de las principales motivaciones para la solidaridad y la justicia. En otras palabras: conocemos a los demás al ponernos en su lugar y nos conocemos a nosotros mismos al compararnos y diferenciarnos de ellos. Desde esta perspectiva, la calidad de la educación para favorecer el desarrollo del razonamiento moral depende, en buena parte, de la variedad de oportunidades para desempeñar distintos papeles y perspectivas y de la reciprocidad que permite dicho proceso. Dos de los principales antecedentes de la madurez moral, que contribuyen al desarrollo de un sentido de la justicia basado en el respeto a los derechos humanos, la expresión más elevada del principio de igualdad. La capacidad para ponernos en el lugar de otras personas puede ser considerada, además, como un requisito necesario para aprender a resolver conflictos de forma inteligente y justa. Conviene recordar, en este sentido, que la mayoría de los conflictos que experimentamos implican, en mayor o menor grado, a varias personas y con gran frecuencia diversas perspectivas que es necesario considerar. Por eso, para enseñar a comprender y resolver los conflictos conviene estimular el desarrollo de la capacidad de adopción de perspectivas, a través de una serie de capacidades de complejidad creciente: 1.- Ponerse en el lugar de los demás (de las otras perspectivas implicadas en el conflicto) y comparar nuestra posición con la suya. 2.- Considerar las diversas perspectivas implicadas con un poco de distancia, pensando cómo las vería una persona que no estuviera afectada por el problema. 3.- Considerar las diversas perspectivas implicadas desde el punto de vista de la comunidad en la que se encuentran y teniendo en cuenta los diversos papeles que en dicha comunidad representan. 4.- Si en el conflicto se encuentran enfrentados varios derechos fundamentales, establecer una jerarquía de prioridades.
Enseñar a pensar
Los estudios realizados sobre este tema encuentran que los adolescentes con menor capacidad para autorregular su vida social y emocional suelen tener dificultades en todos los pasos a través de los cuales se interpretan y resuelven las situaciones conflictivas, ante las cuales: 1.- Ignoran la información necesaria para comprender el conflicto, reduciéndolo a alguno de sus aspectos, lo que distorsiona el sentido global de la situación. 2.- Interpretan el problema de forma muy negativa o fatalista, atribuyendo con frecuencia intenciones hostiles a los demás, lo cual puede llevarlos a responder con hostilidad, o creyendo que no puede hacerse nada para resolver el conflicto, lo cual los conduce a la pasividad. 3.- Tienen dificultades para reconocer que hay más de una solución, quedándose generalmente con la primera que se les ocurre. 4.-Anticipan peor sus consecuencias, creyendo que las soluciones más positivas no van a dar resultado, y prestando menos atención a las consecuencias en el momento de elegir una solución. Como consecuencia de las deficiencias anteriormente expuestas, los adolescentes que las sufren suelen reaccionar en situaciones conflictivas de forma que tienden a obstaculizar no solo su propio bienestar sino también el de las personas que los rodean. Ayudarlos a descubrirlo y enseñarles modos sistemáticos para resolver de forma más inteligente y justa sus tensiones y conflictos puede ser, por tanto, un procedimiento muy eficaz, que conviene situar en todas las fases de dicho proceso: 1.- Definir adecuadamente el conflicto, identificando todos sus componentes e integrando en dicha definición toda la información necesaria para resolverlo. 2.- Establecer cuáles son los objetivos y ordenarlos según su importancia. Puesto que para resolver con eficacia los conflictos suele ser necesario considerar la globalidad de los objetivos implicados en la situación que los provoca. 3.- Diseñar las posibles soluciones al conflicto y valorar cada una de ellas teniendo en cuenta las consecuencias ?positivas y negativas• que pueden tener para las distintas personas implicadas en la situación. La falta de consideración de las consecuencias que producen las soluciones más fáciles y disponibles, o la distorsión de las mismas (sobrevalorando sus efectos positivos e infravalorando los negativos) es una de las principales deficiencias que dificulta una adecuada solución de los conflictos. 4.- Elegir la solución que se considere mejor y elaborar un plan para llevarla a cabo. Es muy importante que dicho plan incluya una anticipación realista de las dificultades que van a surgir al intentar llevarlo a la práctica, así como de las posibles acciones que pueden contribuir o permitir superarlas. 5.- Llevar a la práctica la solución elegida. Cuando se anticipen dificultades importantes en esta fase del proceso, puede resultar conveniente que el adulto esté también aquí disponible para ayudar a superar los frecuentes obstáculos que surgen. 6.- Valorar los resultados obtenidos y, si no son los deseados, volver a poner en práctica todo el procedimiento para mejorarlos. En esta fase del proceso conviene ayudar a interpretar lo que se consigue de forma realista y con optimismo, concentrando la atención en los avances, en lo que puede ser modificado a través de la propia acción, y sustituyendo el concepto de fracaso por el de problema a resolver. El hecho de ir escribiendo las distintas fases de todo este proceso puede facilitar su realización.
Corregir distorsiones
El adulto también puede ayudar al adolescente a resolver conflictos, enseñándole a afrontar situaciones estresantes a través de la detección y corrección de pensamientos distorsionados que, de lo contrario, contribuyen a que el estrés aumente y obstaculizan la puesta en marcha de soluciones inteligentes. Entre las distorsiones más frecuentes que se producen en situaciones estresantes cabe destacar: · La visión de túnel, o tendencia a ver o recordar solamente un aspecto de la realidad, excluyendo el resto, centrándose en un detalle de la situación, que se exagera o distorsiona al no captar simultáneamente los otros aspectos que lo compensan o matizan. Sesgo perceptivo que se supera estimulando la descentralización, dirigiendo la atención a los aspectos de la realidad que pasan desapercibidos para llegar a entender, por ejemplo, el contexto en el que aparece el problema u otras explicaciones alternativas sobre la causa que lo origina. · El pensamiento dicotómico, tendencia a percibir la realidad en términos dicotómicos (?blanco o negro?), pasando de un extremo al otro sin considerar posiciones intermedias. En relación a la misma cabe considerar también la tendencia a sacar conclusiones excesivamente generales (sobregeneralización), que se detecta por la utilización errónea de términos absolutos (todos, nadie, siempre, nunca). Para ayudar a superarla conviene sensibilizar sobre la relatividad de los acontecimientos, enseñando a limitar su generalización, sustituyendo los términos absolutos por términos relativos o parciales (algunos, a veces...). · El fatalismo, percepción de falta total de control sobre los acontecimientos que se viven. Es el sesgo que subyace a la indefensión aprendida. Y genera una fuerte tendencia a la pasividad , el desánimo y el pesimismo, limitaciones que pueden ser consideradas como la antítesis del optimismo aprendido, destacado actualmente como una de las principales características de la inteligencia emocional. La superación de esta tendencia requiere ayudar a conceptualizar las dificultades como problemas resolubles, analizando qué variables pueden controlarse para avanzar en su solución y entrenando en pautas de auto-refuerzo que inmunicen contra la indefensión. · La confusión de los pensamientos y de las emociones con la realidad, o tendencia a creer que lo que pensamos acerca de la realidad es la propia realidad y lo que sentimos como verdadero necesariamente lo es. Para superar esta confusión conviene proporcionar experiencias que permitan descubrir que el significado que damos a la realidad es algo que nosotros construimos de forma activa. · Interpretación exagerada de la conducta de los demás como intencionada y negativamente dirigida hacia uno mismo. El egocentrismo del adolescente puede contribuir a este sesgo cognitivo. Para superarlo conviene activar explicaciones alternativas (accidentes, coincidencias e intenciones positivas).
Contextos familiares para mejorar la capacidad de resolución de conflictos
Para que los frecuentes conflictos que surgen en el contexto familiar contribuyan a mejorar la calidad de la educación, evitando escaladas de confrontación que la deterioran, y favorezcan la búsqueda conjunta de soluciones constructivas, conviene: 1.- Estimular la capacidad de los adolescentes para participar activa y responsablemente en decisiones familiares que los afecten, de forma que pueda favorecerse su capacidad para tener en cuenta distintas perspectivas y desarrollar el sentido de la responsabilidad. 2.- Evitar los monólogos, las lecciones y las riñas, sustituyendo dichas situaciones por conversaciones de doble dirección, en las que los adolescentes participen activamente y lleguen a sentir que los adultos se ponen en su lugar (que los escuchan, los entienden...) y se favorezca también la posibilidad de que los adolescentes se pongan en el lugar de los adultos. 3.- Incrementar las oportunidades de realizar juntos actividades gratificantes, en las que tanto los adultos como los adolescentes puedan compartir episodios positivos (en situaciones relajadas, no conflictivas), y disfrutar conjuntamente, puesto que dichas oportunidades mejoran la capacidad de resolución conjunta de conflictos. 4.- Establecer algunas costumbres diarias en las que poderse comunicar de forma normalizada las incidencias cotidianas. Y en las que cada uno se interese y escuche a los demás, para ayudarle a mejorar las pequeñas dificultades que pueda tener en su actividad cotidiana. Las comidas y las cenas pueden resultar adecuadas, en este sentido, siempre que no existan condiciones muy estresantes ni obstáculos que inhiban la comunicación, como la televisión. 5.- Evitar reñir continuamente a los adolescentes por conductas de escasa relevancia. Esas riñas continuas no suelen ser útiles y reducen la calidad de la comunicación. Para mejorar su conducta, en este sentido, suele ser más eficaz establecer un acuerdo o contrato (incluso por escrito), cuyo cumplimiento puede revisarse cada cierto tiempo en un momento de tranquilidad (revisión que también puede escribirse). 6.- Evitar expresiones que puedan ser vividas como un ataque o un rechazo a la posición de los otros, como las interrupciones, los gritos, las amenazas, los insultos, las críticas (que despiertan actitudes defensivas), así como la escalada de amenazas y expresiones agresivas que se producen en situaciones muy estresantes, deteniendo dichas situaciones (e incluso la comunicación en ese momento) y fijando otro momento (de mayor serenidad) para buscar conjuntamente una solución al problema que ha iniciado dicha escalada. 7.- Cuando resulte difícil llegar a un acuerdo en asuntos relevantes, puede ser necesario elegir un momento de serenidad para todos en el que buscar soluciones consensuadas, intentando que cada parte se ponga en el lugar de la otra. Para favorecerlo cada uno puede expresar al otro cómo entiende su postura, tratando de encontrar una solución en la que se respeten al máximo las preocupaciones o intereses de cada uno, siguiendo los pasos anteriormente descritos sobre cómo enseñar a pensar para resolver conflictos. María José Díaz Aguado. Catedrática de Psicología de la Educación.
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