Los más bellos poemas de Gabriela Mistral para niños
Poesía infantil de Gabriela Mistral
El verdadero nombre de Gabriela Mistral era Lucila Godoy, y nació en 1889 en Vicuña, una pequeña ciudad al norte de Chile. Cuando era joven, su amado se suicidó al pensar que su nombre iba a quedar manchado por unos problemas en las cuentas de su empresa. Esto le llevó a escribir "Los sonetos de la muerte" con los que ganó los Juegos Florales de Santiago de Chile en 1914 y de ahí obtuvo fama nacional para después ser conocida a nivel internacional. Tanto que llegó a recibir el Premio Nobel de Literatura.
Lucila o Gabriela, nunca tuvo hijos, pero son muchos los poemas que escribió en torno a la maternidad. Siempre tuvo un amor especial hacia los niños a quien dedicó algunos de sus poemas y rondas. Hemos recogido algunos de los poemas más bellos de Gabriela Mistral para niños, para que, tus alumnos o tus hijos puedan acercarse a la poesía de esta importante escritora.
9 poemas de Gabriela Mistral para niños
Hemos recogido una serie de poemas cortos de Gabriela Mistral que hablan de la maternidad, la infancia y la naturaleza para que puedas acercar a tus hijos al maravilloso mundo de la poesía.
1. A Noel
¡Noel, el de la noche del prodigio,
Noel de barbas caudalosas,
Noel de las sorpresas delicadas
y las sandalias sigilosas!
Esta noche te dejo mi calzado
colgando en los balcones:
antes que hayas pasado frente a ellos,
no viertas tus bolsones.
Noel, Noel, te vas a encontrar húmedas
mis medias de rocío,
mirando con ojitos que te atisban
las barbas de río...
Sacude el llanto, y deja cada una
perfumada y llenita,
con el anillo de la Cenicienta
y el lobo de Caperucita...
Y no olvides a Marta. También deja
su zapatito abierto.
Es mi vecina, y yo la quiero, desde
que su mamita ha muerto.
2. Botoncito
Yo tenía un botoncito
aquí, junto al corazón.
Era blanco y pequeñito
como el grano del arroz.
De la luz lo defendía
en la hora del calor.
Yo tenía un botoncito
apegado al corazón.
Fue creciendo, fue creciendo
y mi sombra la pasó.
Fue tan alto como un árbol
y su frente como el sol.
Fue creciendo, fue creciendo
y el regazo me llenó;
y se fue por los caminos
como arroyo cantador...
Lo he perdido, y así canto
por mecerme mi dolor:
«¡Yo tenía un botoncito
apegado al corazón!»
3. Con tal que duermas
La rosa colorada
cogida ayer;
el fuego y la canela
que llaman clavel;
el pan horneado
de anís con miel,
y el pez de la redoma
que la hace arder:
todito tuyo
hijito de mujer,
con tal que quieras
dormirte de una vez.
La rosa, digo:
digo el clavel.
La fruta, digo,
y digo que la miel;
y el pez de luces
y más y más también,
¡con tal que duermas
hasta el amanecer!
4. La cuna
Carpintero, carpintero,
haz la cuna de mi infante.
Corta, corta los maderos,
que yo espero palpitante.
Carpintero, carpintero,
baja el pino del repecho,
y lo cortas en la rama
que es tan suave cual mi pecho.
Carpintero ennegrecido,
fuiste, fuiste criatura.
Al recuerdo de tu madre,
labras cunas con dulzura.
Carpintero, carpintero,
mientras yo a mi niño arrullo,
que se duerma en esta noche
sonriendo el hijo tuyo...
5. Dame la mano
Dame la mano y danzaremos;
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más...
El mismo verso cantaremos,
al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza;
pero tu nombre olvidarás,
porque seremos una danza
en la colina y nada más...
6. Canción quechua
Donde fue Tihuantisuyo,
nacían los indios.
Llegábamos a la puna
con danzas, con himnos.
Silbaban quenas, ardían
dos mil fuegos vivos.
Cantaban Coyas de oro
y Amautas benditos.
Bajaste ciego de soles,
volando dormido,
para hallar viudos los aires
de llama y de indio.
Y donde eran maizales
ver subir el trigo
y en lugar de las vicuñas
topar los novillos.
¡Regresa a tu Pachacamac,
En-Vano-Venido,
Indio loco, Indio que nace,
pájaro perdido!
7. Doña Primavera
Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.
Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.
8. Verano
Verano, verano rey,
del abrazo incandescente,
sé para los segadores
¡dueño de hornos !Más clemente.
Abajados y doblados
sobre sus pobres espigas,
ya desfallecen. ¡Tú manda
un viento de alas amigas!
Verano, la tierra abrasa:
llama tu sol allá arriba;
llama tu granada abierta;
y el segador, llama viva.
Las vidas están cansadas
del producir abundoso
y el río corre en huída
de tu castigo ardoroso.
Mayoral rojo, verano,
el de los hornos ardientes,
no te sorbas la frescura
de las frutas y las fuentes...
¡Caporal!, echa un pañuelo
de nube y nube tendidas,
sobre la vendimiadora,
de cara y manos ardidas!
9. La lluvia lenta
Esta agua medrosa y triste,
como un niño que padece,
antes de tocar la tierra
desfallece.
Quieto el árbol, quieto el viento,
¡y en el silencio estupendo,
este fino llanto amargo
cayendo!
El cielo es como un inmenso
corazón que se abre, amargo.
No llueve: es un sangrar lento
y largo.
Dentro del hogar, los hombres
no sienten esta amargura,
este envío de agua triste
de la altura.
Este largo y fatigante
descender de aguas vencidas,
hacia la Tierra yacente
y transida.
Llueve... y como un chacal trágico
la noche acecha en la sierra.
¿Qué va a surgir, en la sombra,
de la Tierra?
¿Dormiréis, mientras afuera
cae, sufriendo, esta agua inerte,
esta agua letal, hermana
de la Muerte?
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