La niña de los gansos. Cuento infantil de los hermanos Grimm
Cuentos populares para niños
Los hermanos Grimm, al igual que Hans Christian Andersen o Charles Perrault, son unos de los grandes escritores de cuentos infantiles. Jacob y Wilhem Grimm recogieron algunos relatos tradicionales que, hasta el momento, se habían transmitido oralmente y los llevaron a los libros. Sus colecciones de cuentos como Cenicienta, La Bella Durmiente o El zapatero y los duendes, son gracias a ellos, cuentos infantiles muy populares que han leído varias generaciones de niños.
En conmishijos.com puedes leer otro de los relatos infantiles de los hermanos Grimm: La chica de los gansos. Un cuento para niños que habla de una princesa que viaja hasta el castillo del príncipe con el que va a casarse, pero en el camino su dama de honor decidirá hacerse pasar por ella. ¿Qué ocurrirá?, ¿qué tienen que ver los gansos en un cuento de princesas?
Cuento de los hermanos Grimm: la chica de los gansos
Había una vez una vieja reina que tenía una hija muy hermosa. Llegó el momento en que la princesadebía partir r a un país lejano para casarse y su madre preparó ropajes y enseres adecuados para una princesa.
También envió a una dama de compañía para que fuera con ella y, cuando llegó la hora de la partida, se despidieron tristemente y la princesa y su dama se dirigieron hacia el país donde vivía su futuro esposo.
Cabalgaron durante por un tiempo entre bosques y campiñas pero, la princesa comenzó a estar sedienta y le pidió a su dama:
- Tráeme un poco de agua de aquel arrollo, debo beber ya, dijo tajante la princesa.
- Si tienes sed,- dijo la dama -, desciende, recuéstate junto al agua y bebe. No seré tu sirvienta.
Tenía tanta sed que no quiso discutir, la princesa desmontó y se arrodilló junto al agua que fluía.
Pero, cuando estaba a punto de volver a montar en su caballo, la dama le dijo:
- Por derecho, tu caballo me pertenece, entrégamelo.
Y la pobre princesa, que no supo defenderse de aquella ofensa, se vio obligada a ceder.
Luego, la dama, con voz áspera, le ordenó que le entregara su túnica real y que se pusiera sus ropas de doncella. Y, finalmente la obligó a jurar que no le diría a nadie en la corte lo que había sucedido.
- Jura que nunca dirás nada, o te mato aquí mismo, sentenció la malvada dama.
Y la princesa lastimosamente prometió guardar silencio y marchó junto a ella hasta llegar al castillo.
El príncipe se apresuró hacia ellas y ayudó a la dama a bajar de su caballo, pensando que era su novia. La llevó hacia el castillo y mientras, la verdadera princesa, se quedó fuera junto a la servidumbre.
El viejo rey miró por la ventana y vio a la delicada y bonita criatura que estaba en el patio; entonces le preguntó a la novia acerca de la dama que la acompañaba.
- La recogí en el camino y la traje conmigo para que sea mi dama de compañía. Dale a la chica algo que hacer para evitar que esté inactiva.
- Tengo un pequeño muchacho que cuida a los gansos; ella puede ayudarlo, respondió el rey.
El niño se llamaba pequeño Conrad, y la verdadera princesa fue enviada con él para cuidar a los gansos. Cuando llegaron al prado, la princesa se sentó en la hierba y se soltó el pelo, y cuando Conrad lo vio, estaba maravillado, eran cabellos de or y quiso arrancarle un poco; pero ella dijo:
- Sopla, sopla, brisa, hasta que mis mechones estén rizados.
Entonces se levantó un fuerte viento que hizo volar el sombrero de Conrad sobre los campos y tuvo que correr tras él. Cuando regresó, su cabello estaba todo recogido nuevamente.
Cuando llegaron a su casa, Conrad se presentó ante el rey y le dijo:
- No atenderé a los gansos con esa doncella de nuevo.
- ¿Por qué no?, preguntó el rey.
Entonces Conrad pasó a contarle al Rey todo lo que había sucedido en el campo. El rey ordenó a Conrad que volviera al día siguiente al campo, como siempre, y lo siguió para observar lo que pasaba escondido tras un arbusto. Vio que sucedía tal como Conrad le había dicho. La princesa se soltaba el cabello, que era de oro y cantaba un hermoso canto que hacía que se iniciara el viento.
Al caer la tarde, el rey mandó llamar a la verdadera princesa para que le explicara por qué hacía aquello.
- No puedo contarlo, respondió la joven.
- Si no me lo dices a mi, díselo a aquella estufa de hierro, respondió el astuto rey saliendo de la estancia.
La niña de los gansos, se arrodilló junto a la estufa y relató todo lo que había ocurrido durante el viaje. El rey, que estaba fuera junto a las tuberías de la estufa, pudo escuchar todo lo que ella decía.
Regresó e hizo justicia: ordenó que le pusieran túnicas reales a la verdadera princesa. Llamó a su hijo y le explicó lo sucedido. Cuado el príncipe vio a su verdadera novia, quedó cautivado. Y entre todos, decidieron preparar una trampa a la falsa princesa.
Organizaron un gran banquete. El novio se sentó a la cabecera de la mesa, con la verdadera princesa a un lado y la mujer dama de compañía al otro; pero la malvada mujer no llegó a reconocer a la joven.
Cuando hubieron comido, el rey propuso un acertijo a la dama de compañía:
- ¿Qué merece una persona que engaña a su amo?, preguntó el rey.
- Deben meterlo en un barril y arrastrarlo con dos caballos blancos hasta que esté muerto, dijo la mujer.
- Ese será tu destino pues, sentenció el rey.
Cuando se hubo cumplido la sentencia, el príncipe se casó con su verdadera novia, y vivieron juntos en paz y felicidad.
Fin
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