El modelo millonario. Cuento de Oscar Wilde para niños y adolescentes
Cuentos de grandes autores para niños pequeños
El modelo millonario (The Model Millionaire) es un cuento corto escrito por Oscar Wilde perfecto para que lean niños y adolescentes. Es la historia de lo que le sucede a un hombre sin dinero que le da su última libra a un mendigo. Fue publicado por primera vez en el periódico The World en junio de 1887.
Puedes leer este relato con tus hijos para introducirle en la literatura de los grandes escritores. Además, es un recurso estupendo para los estudiantes de los últimos cursos de primaria y secundaria ya que aprenderán nuevo vocabulario y podrán disfrutar de las grandes obras de la literatura.
Cuento de Oscar Wilde: El modelo millonario
¡Pobre Hughie Erskine! Intelectualmente, debemos admitirlo, no era gran cosa. Nunca dijo una cosa brillante o incluso mala en su vida. Pero sí era maravillosamente apuesto, con su cabello castaño despeinado, su perfil bien definido y sus ojos grises. Era muy popular entre los hombres y entre las mujeres, y tenía todos los logros excepto el de ganar dinero, así que vivía con doscientas libras al año que le enviaba una tía.
Lo había intentado todo. Había estado en la bolsa de valores durante seis meses, había sido comerciante de té y había intentado vender jerez. Nada funcionó, al final se convirtió en un joven encantador e ineficaz con un perfil perfecto y sin profesión.
Para empeorar las cosas, estaba enamorado. La chica que amaba se llamaba Laura Merton, la hija de un coronel retirado. Ella le adoraba y él estaba dispuesto a besar el suelo por el que ella pisaba. Eran la pareja más hermosa de Londres pero no tenían ni un centavo, así que el coronel no quiso oír hablar de compromiso entre ellos.
- Ven a verme, muchacho, cuando tengas diez mil libras y ya lo veremos- solía decir.
Una mañana, mientras se dirigía a Holland Park para ver a un gran amigo suyo, Alan Trevor, un excelente pintor. Hughie encontró a Trevor dando los toques finales a una maravillosa imagen de tamaño natural de un mendigo. El modelo era un anciano con un rostro como un pergamino arrugado y una expresión de lo más lastimosa. Sobre sus hombros tenía un tosco manto marrón, sus gruesas botas estaban remendadas y con una mano se apoyaba en un tosco palo, mientras que con la otra extendía su destartalado sombrero para pedir limosna.
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- ¡Qué modelo tan asombroso!- susurró Hughie, mientras estrechaba la mano de su amigo.
- ¡Pobre muchacho! siguió diciendo Hughie, ¡qué miserable se ve! Pero supongo que para vosotros, pintores, su rostro es vuestra fortuna.
- Ciertamente, respondió Trevor, no quieres que un mendigo parezca feliz, ¿verdad?
- ¿Cuánto gana un modelo por posar?- preguntó Hughie, mientras buscaba un cómodo asiento en un diván.
- Un chelín la hora.
- ¿Y cuánto ganas tú por el cuadro Alan?, peguntó Hughie
- ¡Oh, por esto me dan dos mil guineas! contestó, Los pintores, poetas y médicos siempre obtenemos guineas.
Después de un rato, el sirviente entró y le dijo a Trevor que el fabricante de marcos quería hablar con él.
- No te vayas, Hughie -dijo al salir-, volveré en un momento.
El anciano mendigo aprovechó la ausencia de Trevor para descansar un momento en un banco de madera que estaba detrás de él. Se veía tan desamparado y desdichado que Hughie no pudo evitar sentir lástima por él y buscó en sus bolsillos para ver qué dinero tenía. Todo lo que pudo encontrar fue una libra.
"Pobre viejo", pensó para sí, "necesita el dinero más que yo, pero eso significa que no habrá coches de alquiler durante quince días»; y cruzó el estudio y deslizó la libra en la mano del mendigo.
El anciano se sobresaltó, y una leve sonrisa apareció en sus labios marchitos. "Gracias, señor".
Al regresar Trevor, Hughie se despidió, sonrojándose un poco por lo que había hecho. Aquella noche entró en el Palette Club alrededor de las once y encontró a Trevor sentado solo en el salón:
- Alan, ¿terminaste el cuadro? dijo.
- ¡Terminado y enmarcado, muchacho! respondió Trevor; Y por cierto, aquel viejo modelo quedo encantado contigo, me hizo muchas pregunta sobre ti: quién eres, dónde vives, cuáles son sus ingresos, qué perspectivas tiene ...
- ¡Pobre desgraciado! Ojalá pudiera hacer algo por él. Creo que es terrible que alguien se sienta tan miserable. Tengo montones de ropa vieja en casa, ¿crees que le importaría algo? Sus harapos se estaban cayendo a pedazos.
- Mi querido muchacho -dijo Trevor sonriendo-, ese viejo mendigo, como lo llamas, es uno de los hombres más ricos de Europa. Podría comprar todo Londres mañana. Tiene una casa en cada capital, cena en platos de oro y puede evitar que Rusia vaya a la guerra cuando lo desee.
- ¿A qué te refieres? exclamó Hughie.
- Lo que digo dijo Trevor. El anciano que vio hoy en el estudio fue el barón Hausberg. Es un gran amigo mío, compra todos mis cuadros y me hizo un encargo hace un mes para pintarlo como un mendigo. Que voulez-vous? ¡La fantaisie d'un millonario! Y debo decir que hizo un papel excelente con sus harapos.
- ¡Cielos! ¡Le di mi última libra!, dijo hundido.
- Querido muchacho, no volverás a verlo nunca, respondió Alan. Sin embargo, estaba de muy buen humor después de que te fuiste; siguió riendo para sí mismo y frotando sus viejas manos arrugadas. No pude entender por qué estaba tan interesado en saber todo sobre ti; pero lo entiendo todo ahora. Él invertirá su libra por ti, Hughie.
Hughie se marchó a casa, sintiéndose muy infeliz y dejando a Alan Trevor con un ataque de risa.
A la mañana siguiente, mientras desayunaba, el criado le acercó una tarjeta en la que estaba escrito:
"Monsieur Gustave Naudin, de parte de Monsieur el Baron Hausberg".
Un anciano con gafas de oro y cabello gris entró en la habitación y dijo, con un ligero acento francés: "¿Tengo el honor de dirigirme a Monsieur Erskine?"
- Vengo de parte del barón Hausberg, me ha encargado que le traiga esta carta, dijo el hombre.
En el exterior estaba escrito: "Un regalo de bodas para Hugh Erskine y Laura Merton, de un viejo mendigo", y en el interior había un cheque de 10.000 libras.
Cuando se casaron, Alan Trevor fue el padrino de boda y el barón pronunció un discurso en el convite de la boda.
- Los modelos millonarios, comentó Alan, son bastante raros; ¡Pero, por Dios, los millonarios modelo son aún más raros!
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