El mito de Isis y los siete escorpiones. Leyendas de Egipto para niños

Cuentos del Antiguo Egipto para niños

Los antiguos egipcios tenían uno de los grupos de dioses más grandes del mundo, mayor y más complejo que cualquier civilización del el mundo antiguo. A lo largo de la historia egipcia, se adoraron a cientos de dioses y diosas, entre ellos, a Isis. 

De hecho, Isis es una de las diosas más importantes de la mitología egipcia. Es la gran Diosa, la Maestra de la Magia, la Oradora de los Hechizos. De entre las muchas historias que se contaban de Isis, la leyenda de Isis y los siete escorpiones es una de las más conocidas. Te invitamos a que enseñes a tus hijos estos relatos ancestrales para que conozcan las creencias de los egipcios hace 2000 años.

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Cuentos de Egipto: El mito de Isis y los siete escorpiones 

El mito de Isis y los siete escorpiones. Leyendas de Egipto para niños

Una mujer vestida con harapos emergió de un pantano flanqueada por siete escorpiones gigantes. Llevaba un bebé en brazos y se dirigió a la aldea más cercana para pedir comida.

La mujer vio una magnífica mansión y pensó que allí podrían ayudarles.

- Señora, necesito dar de comer a mi bebé, por favor, ayúdeme, dijo la mujer.

Pero la señora de la casa echó un vistazo a sus ropas sucias y, sobre todo, a esos inquietantes escorpiones gigantes que le acompañaban y, sin responder una sola palabra, le cerró la puerta en las narices. 

La mujer prosiguió su camino hasta que llegó a una choza.

- Señora, necesito dar de comer a mi bebé, por favor, ayúdeme, dijo la mujer.

La mujer de allí se apiadó de la extraña, ignoró que a sus inusuales acompañantes y le ofreció lo que pudo: una comida sencilla y una cama de paja.

Lo que no sabía la mujer rica, ni tampoco la mujer obre, es que aquella mujer no era una mendiga cualquiera. En realidad era Isis, la diosa más poderosa de Egipto. Isis se estaba escondiendo de su hermano Seth, quien había asesinado a su esposo y quería acabar también con la vida de su bebé, Horus. Seth también era un dios poderoso, y los estaba buscando. Así que, para que no los encontrara, Isis tenía que ser muy discreta. No podía arriesgarse a usar sus poderes. Pero contaba con alguna ayuda. Serket, diosa de las criaturas venenosas, había enviado a siete de sus servidores más feroces para proteger a Isis y a su bebé: los siete escorpiones gigantes.

Mientras Isis y Horus se acomodaban en su humilde alojamiento, los escorpiones estaban inquietos, se mostraban indignados porque la mujer rica había ofendido a su señora. Por lo tanto, idearon una venganza.

Todos combinaron su veneno y crearon una poción increíblemente venenosa. Uno de los siete escorpiones, Tefen, salió en plena noche y se arrastró hasta la ansión. Mientras reptaba bajo la puerta, vio al joven hijo de la dueña durmiendo plácidamente y le dio un fuerte pinchazo.

Isis y su anfitriona pronto despertaron al oír fuertes llantos. Mirando desde la entrada de la choza, vieron a una madre corriendo por la calle, llorando con su hijo en brazos. Cuando Isis reconoció a la mujer que la había rechazado, entendió lo que sus escorpiones habían hecho.

- Tengo que hacer algo, es un niño y no tiene culpa de nada, se dijo a sí misma Isis.

Isis tomó al niño en sus brazos y comenzó a recitar un poderoso conjuro.

- ¡Oh, veneno de Tefen, sal de él y cae al suelo! ¡Veneno de Befen, no avances más, no penetres más, sal de él y cae al suelo! Pues soy Isis, la gran Encantadora, la Pronunciadora de Conjuros. ¡Cae, oh veneno de Mestet! ¡No te apresures, veneno de Mestetef! ¡No surjas, veneno de Petet y Tetet! ¡No te acerques, veneno de Matet!.

Con cada nombre que invocaba, neutralizaba el veneno de ese escorpión. El niño despertó, y su madre lloró de gratitud.

- Oh, señora, cuánto lamento mi anterior frialdad, fui egoísta y cruel con vosotros. Le ofrezco toda mi fortuna y mis buenes en muestra de mi arrepentimiento, a esta humilde mujer, que con tanta generosidad te ha acogido, dijo la mujer rica.

Y acto seguido, le entregó todas sus posesiones. La mujer que había acogido a Isis miró asombrada. Se estaba dando cuenta en ese momento, de que había acogido bajo su techo a la mismísima Isis y que además, no iba a pasar hambre por el resto de sus días.

Y desde ese día, la gente de egipto aprendió a hacer cataplasmas para tratar las picaduras de escorpión, pronunciando conjuros como la diosa Isis lo había hecho.

FIN

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