El labrador y el águila. Fábulas para niños sobre la bondad

Fábula de Esopo para niños sobre las buenas obras hacia los demás

El labrador y el águila es una fábula para niños que se le atribuye al conocido fabulista Esopo. Se trata de un breve relato protagonizado por tan solo dos personajes y, que trata de transmitirnos una enseñanza a través de lo que les ocurre: al que hace el bien a los demás, tarde o temprano se lo han de agradecer. Este cuento corto con moraleja, nos puede servir para transmitir a nuestros hijos un importante valor: la bondad y la solidaridad hacia los demás.

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Fábulas para niños con valores: El labrador y el águila

El labrador y el águila, fábulas para niños

Una mañana muy temprano, un joven labrador, se encontró entre unos matorrales a un águila que había caído en una trampa. El ave, nerviosa, no paraba de moverse y, cuantos más intentos hacía por soltarse, más se enredaba. Un rato después, rendida por el cansancio, se quedó inmóvil.

El labrador, que vio lo que había pasado se acercó hacia ella con pasos lentos para ayudarla. Le impresionó lo desvalida que se veía aquella magnífica ave, que temblaba y se quejaba lastimosamente.

-Tranquila, tranquila... - le susurraba el labrador para calmarla- Eres un águila muy bella... Una verdadera obra de arte de la naturaleza.

Una vez a su lado, el joven fue cortando las cuerdas de la red. Estaba tan admirado por la belleza del ave que hasta se atrevió a acariciar su hermoso y suave plumaje. Al poco, consiguió liberarla.

- Vuela lejos y no vuelvas por aquí. Como has visto, es un territorio peligroso -le dijo con cariño.

El aguila, como si hubiese entendido a su benefactor, levantó el vuelo y se perdió en el aire.

Pasaron varias semanas y, un día muy caluroso, el labrador se sentó a descansar al pie del muro de una granja abandonada, en busca de algo de sombra. Al rato observó que un ave de gran tamaño planeaba a su alrededor. Luego, para su sorpresa, se lanzó en picado hacia él y le arrebató el sombrero de un fuerte picotazo.

El labrador se levantó de inmediato y echó a correr tras el inesperado ladrón.

- ¡Menudo pajarraco ladrón! ¡Eh! ¡Mi sombrero! ¡Devuélvemelo ahora mismo! -gritaba muy enojado.

Unos metros más allá, el joven observó que su sombrero caía a tierra, cerca de él.

- ¡Uf! ¡Menos mal que lo he recuperado! Con el calor que hace... - exclamó casi sin aliento recogiendo el sombrero del suelo.

Todavía furioso, se dio la vuelta para dirigirse de nuevo a la sombra que acababa de abandonar. No podía creer lo que estaba viendo. Se acercó al muro en el que había estado apoyado para comprobar si su vista no le engañaba.

- ¡Diantres! El muro se ha desplomado, exclamó incrédulo el labrador.

Casi sin creerse la suerte que había tenido se quitó el sombrero y suspiró aliviado. Al levantar la mirada, vio que un ave majestuosa volaba en círculo sobre su cabeza y, en ese momento, lo comprendió todo. ¡El águila que había liberado semanas atrás le había salvado la vida!

El joven movió su mano para saludarla y unos gruesos lagrimones humedecieron su rostro.

Moraleja: Al que hace el bien, tarde o temprano se lo han de agradecer.