El cofre volador, un cuento infantil de Hans Christian Andersen
Cuentos con valores para leer con tus hijos
Este genial cuento de hadas de Hans Christian Andersen nos recuerda a las mil y una noches. El cofre volador, es un cuento dentro de un cuento en el que hay una profecía, una princesa encerrada en una habitación, un cofre con poderes mágicos y un joven avocado a su destino.
Un tradicional cuento infantil puede enseñar a tus hijos lo que ocurre cuando uno toma malas decisiones. Y es que, como en la mayoría de los cuentos de Anderse, podemos extraer una moraleja que nos puede ayudar a educar a nuestros hijos en valores.
Cuentos con valores: El cofre volador
Había una vez un comerciante que era tan rico que podría haber pavimentado toda la calle con plata. Pero él nunca lo hizo, porque cuando gastaba un centavo, recuperaba un euro. Fue un excelente hombre de negocios hasta que murió.
Tras su muerte, su hijo heredó toda su fortuna pero no era tan buen negociante. Vivió alegremente: iba todas las noches al teatro, hacía cometas de papel con billetes de cinco euros y no gastaba cada billete que su padre había ganado. De esta manera, el dinero llegó a su fin pronto. Tras dilapidar toda la herencia de su padre, no le quedó otra cosa que cinco céntimos, un par de zapatos y una túnica vieja.
Todos sus amigos le abandonaron en cuanto se fue el dinero, pero uno de ellos, que era bastante bondadoso, le envió un viejo baúl con el mensaje "¡Haz el equipaje!". En su desesperación, como no tenía nada que guardar, se metió a sí mismo en el cofre.
Resultó que aquel, era un cofre encantado, ya que tan pronto como se presionaba la cerradura comenzaba a volar. Y así, dentro del cofre, salio volando por la chimenea hasta alcanzar las nubes. El cofre voló y voló por encima de ciudades y mares hasta llegar a tierras turcas, donde el cofre aterrizó suavemente.
Nuestro protagonista escondió el cofre en el bosque y se dirigió a la ciudad. Allí no desentonaba, todos iban vestidos como él, con túnica y zapatillas. Al ver un enorme castillo a lo alto de una cima, preguntó a una mujer quien le dijo:
- Aquel es el castillo de la hija del sultán -, respondió, - está profetizado que ella tendrá muy mala suerte con su marido que la haría infeliz para siempre, por lo que nadie podrá verla, excepto cuando el sultán y la sultana estén cerca.
Como buen hombre de aventuras e intrigado por lo que le había dicho aquella mujer, volvió a meterse en el cofre volador y llegó hasta la habitación de la princesa.
Allí la encontró durmiendo en el sofá y era tan hermosa que el joven comerciante no se contuvo y la besó. Ella se despertó asustada, pero él respondió rápido:
- No temas, soy un dios turco y he venido hasta tus apostentos para ayudarte, mintió el hombre.
Se sentaron uno cerca del otro, y él, que también era muy embaucador, comenzó a hablarle halagarla:
- Tus ojos son dos hermosos lagos oscuros en los que tus pensamientos nadan como sirenas. tu frente es una montaña nevada, grandiosa y brillante... y siguió con las lisonjas.
De pronto, el joven se paró, la miró fijamente y le pidió que se casara con él.
La princesa, tremendamente halagada porque aquel dios le considerara en tan buena estima que accedió de inmediato.
- Pero debes venir aquí el sábado, dijo, porque el sultán y la sultana vendrán a tomar el té conmigo. Estarán realmente orgullosos de que reciba al dios de los turcos. Pero ten en cuenta que has de contarles una historia realmente buena porque a mis padres adoran las buenas historias. A mi madre le gustarña algo relacionado con la moral, y a mi padre, algo que le haga reír.
- Sí, mi amada, solo traeré un cuento de hadas como dote, dijo. Y antes de irse, la princesa le regaló un sable con piezas de oro.
Después se fue volando en su cofre volador, se compró una túnica nueva, se sentó en el bosque y comenzó a pensar en la historia que inventaría. Cuando la tuvo lista era sábado.
El sultán, la sultana y toda la corte estaban tomando el té con la princesa y el hombre fue recibido con todos los honores.
El hombre se puso frente a todoa la corte y comenzó su historia:
"Había una vez una caja de fósforos, un yesero y una vieja olla de hierro...."
El hombre contó una historia que dejó a toda la corte maravillada, a la sultana encantada con los valores que transmitía y al sultán fascinado por lo divertido que había sido.
- Te casarás con nuestra hija el lunes, sentenció el sultán.
Y desde entonces, comenzaron a tratar al joven como si fuera de la familia. Mientras, comenzó a prepararse la boda, a engalanarse el pueblo iluminándolo con cientos de velas y se arrojaron galletas y panes de jengibre entre la gente. Todo era espléndido.
El joven quiso corresponder ante tal despsliegue y, compró cohetes y fuegos artificiales, los puso en su cofre volador y voló con ellos por el aire, donde comenzó a hacerlos explotar para que el cielo se llenara de luz, ruido y color.
Al bajar al suelo, se dio un baño de multitudes, todo el mundo le felicitaba y le admiraba, era realmente un dios de luz, que brillaba como las estrellas. Feliz, volvió al bosque para sentarse en su cofre y... ¡Horror! Una chispa de los fuegos artificiales había caído sobre el cofre, que había entrado en llamas y se había quemado por completo.
Se quedó todo un día deseperado, mirando los restos del cofre, de nuevo lo había perdido todo, su cofre y a su amada. La profecía se había cumplido: el hombre que se enamorara de ella, la haría muy infeliz, porque nunca volvió a verlo.
Dicen que el joven siguió vagando por el mundo contando historias, pero nunca fueron felices.
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