Cuentos para niños de 6 a 8 años: relatos para soñar e imaginar
Cuentos para niños de Primaria
Los cuentos juegan un papel fundamental en el crecimiento emocional e intelectual de los niños y niñas. La lectura de historias de aventuras, cómicas, de misterio, con valores o de misterio les ayuda a aprender valiosas lecciones.
Te invitamos a realizar un viaje a través de la magia de estos cuentos para niños de 6 a 8 años. Son relatos emocionantes e inolvidables que captarán la atención de los niños y les ayudarán a soñar e imaginar.
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Índice
1. Cuento para niños de 6 a 8 años: El Día que los juguetes sobraron vida2. Las estrellas Perseidas, cuento para niños de 6 a 8 años
3. Un bello cuento de María Elena Walsh para niños: La sombrera
4. Las tres Marías, cuentos para niños de Primaria
5. Fábula para niños de 6 a 8 años. La tortuga y los patos
6. La bola de Cristal, relatos para niños entre 6 y 8 años
Cuento para niños de 6 a 8 años: El Día que los juguetes sobraron vida
Había una vez una pequeña tienda de juguetes en el corazón de una gran ciudad. Era una de las pocas pequeñas tiendas que quedaban en aquel lugar ocupado por grandes centros comerciales.
Su dueña, Carmela, se había resistido a venderla y seguía ocupándose del negocio que había sido de su madre, y antes de su abuela, y previamente de su bisabuela. Era una tienda muy especial, en la que solo había muñecos de madera, ositos de peluche, pelotas, soldaditos de plomo... Solo vendía juguetes que no necesitaban de pilas para funcionar. Por eso, cada vez entraban menos niños y niñas. Muchos de ellos, solo querían juguetes electrónicos.
Pero aquella era una tienda muy especial, Carmela lo sabía y nunca podría venderla. Y es que, era un lugar mágico, donde los juguetes cobraban vida cuando la ciudad dormía y la luna brillaba en lo alto. Un suave resplandor de luz envolvía la tienda mientras el reloj daba la medianoche. Los juguetes, uno por uno, comenzaban a moverse y a cobrar vida. Los soldaditos formaban filas y montaban guardia en los estantes, mientras que las muñecas organizaban bailes elegantes en el pasillo central.
El osito Teddy, con su pelaje suave y abrazable, lideraba el grupo. Esa noche, Teddy reunió a todos los juguetes en el centro de la tienda. Había escuchado decir a Carmela que un niño se había dejado olvidado un juguete electrónico en la tienda.
Los juguetes comenzaron a murmurar alarmados, "¡un juguete elecrónico!" Todos miraron hacia un rincón y vieron un robot reluciente con luces parpadeantes y botones brillantes.
No sabían muy bien qué hacer con aquel saco de cables, les parecía abominable.
- Hola, soy Roby, dijo el robot. Nunca había visto juguetes tan antiguos como vosotros. ¿Cómo juegan los niños con vosotros si no tenéi botones?
- Fácil, inventan historias en las que somos los protagonistas, respondió Teddy.
Los juguetes se dividieron en dos grupos, los que pensaban que había que tirar a la basura a aquel ruidoso robot y los curiosos que querían conocerle un poco mejor. Pero, poco a poco, Roby se fue haciendo amigo de los soldados de plomo que desfilaban detrás de él mientras emitía luces de todos los colores, las muñecas inventaron un nuevo baile imitando sus movimientos y Teddy charló con él hasta casi el amanecer compartiendo experiencias. Incluso, los muñecos de madera que no quisieron ni saludarle se fueron acercando poco a poco y decidieron no llevar a cabo su misión contra Roby.
Al amanecer, todos ocuparon sus sitios y Roby, quedó en el medio de la tienda luciendo más que nunca y dando vueltas en círculo. Carmela lo encontró a la mañana siguiente y esperó que su dueño regresara para recogerlo. Lo dejó bajo el mostrador, escondido en una caja de flores, pero nunca vino nadie a por él. Y, desde entonces, cada noche, Roby se une a la fiesta de los juguetes, se ha convertido en uno más.
Las estrellas Perseidas, cuento para niños de 6 a 8 años
Hace mucho, mucho tiempo en un reino muy lejano lleno de estrellas brillantes, vivía un joven muy valiente llamado Perseo, que era hijo de Zeus, el dios del Olimpo. Era conocido por su coraje e inteligencia y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.
Un día, mientras Perseo paseaba por el bosque, se encontró con una anciana que vivía en una pequeña cabaña:
- Joven Perseo, hasta mi han llegado historias sobre tu valentía y generosidad. Tengo un regalo especial para ti. Te hago entrega de esta espada mágica y este escudo brillante que te ayudarán en tus aventuras, dijo la anciana.
- Eres muy amable, a partir de ahora, siempre los llevaré conmigo, respondió Perseo.
La anciana le habló a Perseo sobre una profecía que hablaba de un terrible monstruo que amenazaba con oscurecer el cielo estrellado. Este monstruo provocando que las estrellas desaparecieran una a una, sumiendo al mundo en la oscuridad.
En cuanto escuchó la historia, Perseo, que ya había derrotado a otros monstruos antes, como a Medusa, no dudó en ir en busca de aquel monstruo para poder devolver el brillo a las estrellas.
Con su espada mágica y su escudo brillante, se embarcó en un viaje lleno de desafíos y aventuras. Se enfrentó a criaturas horribles, superó obstáculos y demostró su valentía en cada paso del camino.
Finalmente, después de muchas pruebas, Perseo llegó al reino del monstruo donde libró una batalla increíble con él. Con su espada mágica y su escudo brillante, Perseo luchó valientemente contra el monstruo. Y, con un golpe seguro, Perseo le derrotó y liberó al mundo del hechizo sobre las estrellas.
Y así, las estrellas, que habían estado escondidas detrás de las sombras, comenzaron a brillar nuevamente en el cielo. La oscuridad se disipó y el mundo se llenó una vez más de luz y alegría. Perseo miró hacia el cielo y vio cómo las estrellas fugaces cruzaban el firmamento, dejando tras de sí una estela luminosa.
Al regresar de su aventura, Perseo volvió a visitar a la anciana, quien le dijo:
- Joven héroe, tu valentía y determinación han salvado nuestro mundo estrellado. Como agradecimiento, las estrellas te han dejado un regalo: cada año, al mismo tiempo que derrotaste al monstruo, estrellas fugaces cruzarán el cielo en un espectáculo de luz y magia. Serán conocidas como las Perseidas, en honor a tu valiente hazaña.
Y así, las Perseidas se convirtieron en una maravillosa tradición anual, recordando a todos la valentía de Perseo y su lucha contra la oscuridad. Cada vez que las estrellas fugaces cruzan el cielo, la gente mira hacia arriba y recuerda la historia de Perseo y su increíble aventura para devolver la luz a las estrellas.
Y así, queridos hijos, cada vez que vean las Perseidas, recuerden la historia de Perseo y cómo su valentía y determinación devolvieron la luz y la magia al mundo estrellado.
Un bello cuento de María Elena Walsh para niños: La sombrera
Había una vez un árbol tan bueno, pero tan bueno, que además de sombra daba sombreros. Este árbol se llamaba Sombrera y crecía en una esquina del bosque de Gulubú.
Las gentes que vivían cerca acudían al árbol pacíficamente todas las primaveras, cortaban los sombreros con suavidad y los elegían sin pelearse: esta gorra para ti, este bonete para mamá, esta galera para el del más allá, este birrete para mí.
Pero un día llegó al bosque un comerciante muy rico y sinvergüenza llamado Platini. Atropelló a todos los vecinos gritando:
- ¡Basta, todos estos sombreros son para mí, me llevo el árbol a mi palacio!
Todo el mundo vio con gran tristeza como el horrible señor Platini mandaba a sus sirvientes a que desenterraran el árbol. Los sirvientes lo desenterraron y lo acostaron sobre un lujoso automóvil de oro con perlitas.
El árbol crecía raquítico y de mala gana, cosa que enfurecía al horrible señor Platini. Este señor esperaba que floreciera para poner una sombrerería y vender los sombreros carísimos y con ese dinero comprarse tres vacas y luego venderlas, y con el dinero comprarse un coche y venderlo, y con el dinero comprarse medio palacio más y luego venderlo, y con el dinero comprarse un montón de dinero y guardarlo.
Por fin llegó la primavera, y el árbol floreció de mala gana unos cuantos sombreritos descoloridos. El señor quiso mandarlos cortar inmediatamente, pero el Viento, que se había enterado de toda la historia, se puso furioso. Y el Viento dijo:
- Yo siempre he sido amigo de los vecinos de Gulubú, no voy a permitir que les roben sus sombreros así nomás.
Y se puso a soplar como un condenado, arrancando todos los sombreros del árbol. El señor Platini y todos sus sirvientes salieron corriendo detrás de sus sombreros, pero nunca los pudieron alcanzar.
Corrieron y corrieron y corrieron hasta llegar muy lejos, muy lejos del bosque de Gulubú y perderse en el defiero de Guilibí. Entonces los vecinos aprovecharon y se metieron el jardín del señor Platini y volvieron a transplantar a su querido árbol al bosque de Gulubú. El Viento estaba muerto de risa, y el árbol recobró pronto la salud. Cuando volvió a florecer, los vecinos volvieron a cosechar sus sombreros sin pelearse.
Y el señor Platini se quedó solo y aburrido en el desierto, sin sombrerería, sin tres vacas, sin coche, sin medio palacio y, lo que le daba más pena, sin su montón de dinero. Ah, y sin sombrero.
Y de esta manera se acaba el cuento de la Sombrera.
Las tres Marías, cuentos para niños de Primaria
Sentada en el corredor de la casa, Carmen observa a sus tres hijas jugar con las muñecas...
La mayor de cuatro años es María Luisa siempre callada y muy ordenada, la segunda es María Victoria, extrovertida y con una sonrisa a flor de labios y por último esta María Magdalena pensativa y calculadora: la más inteligente de todas.
Aquellas niñas eran la alegría de la casa tal y como lo expresaba con orgullo Luis Aristimuño, el padre de las menores y quien al regresar del trabajo acostumbraba pararse en la puerta y a plena voz preguntaba:
-¿Dónde esta María.....? Y ellas corrían a su encuentro ya que siempre les traía regalos en sus bolsillos.
Los amiguitos del colegio las llamaban cariñosamente las tres Marías, ya que siempre se les veía juntas en todas partes.
Un día, un suave viento comenzó a soplar y llevó consigo un trozo de papel que aterrizó a los pies de Carmen. Curiosa, Carmen recogió el papel y lo desplegó. Era una invitación para una competencia de talentos que se llevaría a cabo en el centro comunitario del barrio.
- "¡Chicas, tengo una sorpresa para ustedes!", anunció Carmen con entusiasmo.
- "¡Vamos a participar!" exclamó María Victoria emocionada.
- "Yo podría recitar una poesía," sugirió María Luisa comenzó a hacer piruetas y acrobacias para demostrar sus habilidades físicas.
- Yo no sé qué hacer, dijo María Magdalena en voz baja, no se me da nada especialmente bien.
- Tengo una idea. ¿Y si las tres hacéis algo juntas?, dijo su madre.
Las tres Marías se emocionaron ante la idea y comenzaron a planear su actuación. María Luisa escribiría una poesía con palabras que reflejaran la belleza de la unión familiar. María Victoria crearía una rutina de acrobacias y baile que transmitiera su alegría y energía. María Magdalena se encargaría de coordinar todo y agregar pequeños detalles especiales.
Finalmente, el día de la competición de talentos llegó. Las tres Marías subieron al escenario juntas, tomadas de la mano. María Luisa recitó su poesía, María Victoria realizó sus acrobacias con gracia y María Magdalena añadió pequeños toques de magia a la actuación. El público los aplaudió con entusiasmo, impresionado por la sincronización y la armonía de las tres hermanas.
Al final de su actuación, las tres Marías se tomaron de las manos y se inclinaron ante el público. Se miraron entre sí con una sensación de logro y felicidad. Habían demostrado que la unión, el talento y el amor de una familia podían crear algo verdaderamente especial.
Fábula para niños de 6 a 8 años. La tortuga y los patos
La tortuga, como ya sabes, lleva su casa a cuestas. Es uno de los pocos animales que no puede salir de casa por más que lo intente. ¿Sabes por qué? Dicen que Júpiter la castigó porque era un animal tan perezoso que no quiso ir a la boda de Júpiter, incluso cuando este dios le había enviado una invitación muy especial a su nombre. Como castigo por no haber querido salir de casa, la condenó a permanecer siempre dentro de la suya.
Después de muchos años, la tortuga comenzó a desear haber ido a esa boda. Cuando vio con qué alegría volaban los pájaros y cómo corrían ágiles la liebre y las ardillas y todos los demás animales, siempre deseosos de ver todo lo que había que ver, la tortuga se sintió muy triste y descontenta. Ella también quería ver el mundo, y allí estaba con una casa a la espalda y unas patitas cortas que apenas podían arrastrarla y, cuando lo hacía, era muy lentamente.
Un día conoció a un par de patos y les contó todos sus problemas.
- Podemos ayudarte a ver el mundo, dijo el pato de cabeza verde.
- Agarra este palo con tus dientes y te llevaremos muy alto en el aire donde puedes ver todo el campo, dijo el pato de cabeza marrón.
- Pero es muy importante que sigas esta regla: no puedes hablar. Has de callar y contemplar o te arrepentirás, le explicaron.
La tortuga se alegró mucho. Agarró firmemente el palo con los dientes, los dos patos lo agarraron uno por cada extremo y se alejaron volando hacia las nubes.
En ese momento pasó volando un cuervo. Estaba muy asombrado por la extraña vista y gritó:
- ¡Wowwww! Es increible, ¡tú debes ser la reina de las tortugas para que los patos te lleven volando entre las nubes!
- Ciertamente lo soy, comenzó a decir la tortuga.
Pero cuando abrió la boca para decir hablar, se soltó del palo y cayó al suelo, donde se hizo pedazos sobre una roca.
Moraleja: la vanidad y la falta de humildad a menudo conducen a la desgracia.
La bola de Cristal, relatos para niños entre 6 y 8 años
Vivía en otros tiempos una hechicera que tenía tres hijos, los cuales se amaban como buenos hermanos; pero la anciana no se fiaba de ellos, temiendo que quisieran arrebatarle su poder.
Por eso transformó al mayor en águila, que anidó en la cima de una rocosa montaña, y sólo alguna que otra vez se le veía describiendo amplios círculos en la inmensidad del cielo.
Al segundo lo convirtió en ballena, condenándolo a vivir en el seno del mar, y sólo de vez en cuando asomaba a la superficie, proyectando a gran altura un poderoso chorro de agua.Uno y otro recobraban su figura humana por espacio de dos horas cada día.
El tercer hijo, temiendo verse también convertido en alimaña, oso o lobo, por ejemplo, huyó secretamente. Habíase enterado de que en el castillo del Sol de Oro residía una princesa encantada que aguardaba la hora de su liberación; pero quien intentase la empresa exponía su vida, y ya veintitrés jóvenes habían sucumbido tristemente.
Sólo otro podía probar suerte, y nadie más después de él. Y como era un mozo de corazón intrépido, decidió ir en busca del castillo del Sol de Oro. Llevaba ya mucho tiempo en camino, sin lograr dar con el castillo, cuando se encontró extraviado en un inmenso bosque. De pronto descubrió a lo lejos dos gigantes que le hacían señas con la mano, y cuando se hubo acercado, le dijeron:
- Estamos disputando acerca de quién de los dos ha de quedarse con este sombrero, y, puesto que somos igual de fuertes, ninguno puede vencer al otro. Como vosotros, los hombrecillos, sois más listos que nosotros, hemos pensado que tú decidas.
- ¿Cómo es posible que os peleéis por un viejo sombrero? - exclamó el joven.
- Es que tú ignoras sus virtudes. Es un sombrero milagroso, pues todo aquel que se lo pone, en un instante será transportado a cualquier lugar que desee.
- Venga el sombrero -dijo el mozo-. Me adelantaré un trecho con él, y, cuando llame, echad a correr; lo daré al primero que me alcance.
Y calándose el sombrero, se alejó. Pero, llena su mente de la princesa, olvidóse en seguida de los gigantes. Suspirando desde el fondo del pecho, exclamó:
- ¡Ah, si pudiese encontrarme en el castillo del Sol de Oro!
Y, no bien habían salido estas palabras de sus labios, hallóse en la cima de una alta montaña, ante la puerta del alcázar. Entró y recorrió todos los salones, encontrando a la princesa en el último.
Pero, ¡qué susto se llevó al verla! Tenía la cara de color ceniciento, lleno de arrugas; los ojos, turbios, y el cabello, rojo.
- ¿Vos sois la princesa cuya belleza ensalza el mundo entero?
- ¡Ay! -respondió ella-, ésta que contemplas no es mi figura propia. Los ojos humanos sólo pueden verme en esta horrible apariencia; mas para que sepas cómo soy en realidad, mira en este espejo, que no yerra y refleja mi imagen verdadera.
Y puso en su mano un espejo, en el cual vio el joven la figura de la doncella más hermosa del mundo entero; y de sus ojos fluían amargas lágrimas que rodaban por sus mejillas. Díjole entonces:
- ¿Cómo puedo acabar con el hechizo?
- Quien se apodere de la bola de cristal y la presente al brujo, quebrará su poder y me restituirá mi figura original, dijo. Si desciendes la montaña en cuya cima estamos, encontrarás al pie, junto a una fuente, un salvaje bisonte, con el cual habrás de luchar. Si logras darle muerte, se levantará de él un pájaro de fuego, que lleva en el cuerpo un huevo ardiente, y este huevo tiene por yema una bola de cristal. Pero el pájaro no soltará el huevo a menos de ser forzado a ello, y, si cae al suelo, se encenderá, quemando cuanto haya a su alrededor, disolviéndose él junto con la bola de cristal, y entonces todas tus fatigas habrán sido inútiles.
Bajó el mozo a la fuente, y en seguida oyó los resoplidos y feroces bramidos del bisonte. Tras larga lucha consiguió traspasarlo con su espada, y el monstruo cayó sin vida.
En el mismo instante desprendióse de su cuerpo el ave de fuego y emprendió el vuelo; pero el águila, o sea, el hermano del joven, que acudió volando entre las nubes, lanzóse en su persecución, empujándola hacia el mar y acosándola a picotazos, hasta que la otra, incapaz de seguir resistiendo, soltó el huevo.
Pero éste no fue a caer al mar, sino en la cabaña de un pescador situada en la orilla, donde en seguida empezó a humear y despedir llamas. Eleváronse entonces gigantescas olas que, inundando la choza, extinguieron el fuego.
Habían sido provocadas por el hermano, transformado en ballena, y, una vez el incendio estuvo apagado, nuestro doncel corrió a buscar el huevo, y tuvo la suerte de encontrarlo.
No se había derretido aún, mas, por la acción del agua fría, la cáscara se había roto y, así, el mozo pudo extraer, indemne, la bola de cristal.
Al presentarse con ella al brujo y mostrársela, dijo éste:
- Mi poder ha quedado destruido, y, desde este momento, tú eres rey del castillo del Sol de Oro. Puedes también desencantar a tus hermanos, devolviéndoles su figura humana.
Corrió el joven al encuentro de la princesa y, al entrar en su aposento, la vio en todo el esplendor de su belleza y, rebosantes de alegría, los dos intercambiaron sus anillos.
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16 jul 2024 04:23 Taty
Me encantó contárselos a mis nietos!
25 jun 2024 20:35 Carla Mariana Daza Jorges
Me interesa la princesa
06 may 2024 21:05 BLANDON
No me gustó
06 may 2024 21:00 BLANDON
Me encanto el cuento de la bola de cristal lo recomiendo