Cuento el niño curioso. Un cuento sobre la curiosidad infantil

Cuento infantil con valores

La curiosidad es una de los grandes valores a tener en cuenta en la infancia. La curiosidad hace que seamos capaces de explorar el mundo que nos rodea, es el inicio del saber y el conocimiento y es uno de los motores de la humanidad.

Esta es la historia de un niño muy curioso, que estaba triste porque pensaba que ya lo sabía todo. Eso le lleva a explorar tierras lejanas en busca de conocimiento. A través de las aventuras de Porrú, se destacan valores fundamentales para la infancia, como la curiosidad, el respeto por el entorno y la perseverancia. Porrú nos enseña que el deseo de aprender y descubrir es una fuerza poderosa que nos impulsa a crecer y entender el mundo que nos rodea. Además, su historia resalta la importancia del hogar y de valorar lo que tenemos cerca, ya que muchas veces las respuestas que buscamos están más cerca de lo que pensamos.

Los valores inculcados en la infancia, como el amor por el conocimiento y el respeto por la naturaleza, son esenciales para formar personas íntegras y conscientes de su entorno. Si tu hijo/a es una persona en constante búsqueda de respuestas sobre la vida y el mundo que le rodea, acompaña a Porrú en su viaje para que descubra las enseñanzas que nos deja su experiencia.

Cuento sobre la curiosidad infantil

Cuento "El niño curioso". El valor de la curiosidad

En el norte del mundo, en un pequeño pueblo rodeado por el vasto bosque escandinavo, nació un niño llamado Porrú. Su hogar estaba en un valle, donde las cabañas de madera se agrupaban entre la nieve del invierno perpetuo.

El día de su nacimiento, Porrú no lloró ni hizo ruido alguno. Simplemente abrió sus grandes ojos y observó cada rincón de la habitación con una calma inusual, como si quisiera memorizar cada detalle. Sus padres, maravillados, lo encontraron encantador y no se preocuparon por su tranquilidad. Desde que aprendió a caminar, Porrú exploraba cada rincón de la casa. Abría armarios y cajones, pero a diferencia de otros niños, siempre volvía a dejar todo en su lugar exacto. Sus padres, orgullosos, contaban a los vecinos las proezas de su hijo.

Cuando dominó las escaleras de madera, Porrú comenzó a aventurarse en el jardín. Todo lo fascinaba. Pronto empezó a caminar solo por las calles del pueblo, haciendo innumerables preguntas a todos los que encontraba. Su curiosidad era insaciable.

Un caluroso día de verano, Porrú regresó de uno de sus largos paseos por el valle y se sentó, abatido, en una butaca.

-¿Qué te pasa, Porrú? -le preguntó su madre.

-Lo sé todo, mamá -respondió él.

-¿Todo? ¿Cómo es posible? -intervino su padre-. ¿Sabes por qué la luna a veces desaparece?

-No desaparece, papá. Siempre está ahí, solo que el sol no la ilumina -replicó Porrú.

-¿Y sabes por qué los elefantes se bañan en el barro? -continuó su padre.

-No... -admitió Porrú.

-¡Entonces no lo sabes todo! Aún hay muchas cosas por descubrir.

Esa noche, Porrú decidió viajar al sur, a África. Al día siguiente, preparó su mochila, se puso zapatos cómodos y una chaqueta, y partió. Sus padres, tristes, lamentaron que una simple pregunta sobre elefantes hubiera impulsado su partida.

De vez en cuando, Porrú enviaba postales desde lugares como Nairobi, Niamey o Bamako, describiendo sus aventuras y los asombrosos descubrimientos que hacía, como el Kilimanjaro, las jirafas y los dogones. Una mañana, Porrú regresó a casa, bronceado por el sol africano y exhausto por su largo viaje.

-Los elefantes se bañan en el barro para limpiarse -le dijo a su padre.

-Exactamente, hijo.

-Lo sé -dijo Porrú, sentándose tristemente en una butaca.

-¿Por qué estás triste? -preguntó su madre.

-Porque siento que ya lo sé todo.

-Siempre hay más por aprender -replicó su padre-. ¿Sabes cómo se defienden los canguros?

-No... -¡Entonces ya ves, aún hay mucho por descubrir!

Al día siguiente, Porrú decidió viajar a Australia. Sus padres, tristes, se lamentaban por haber mencionado los canguros. Sin haber deshecho su mochila, Porrú partió nuevamente. En sus cartas, relataba sus descubrimientos sobre los aborígenes, el boomerang y el ornitorrinco. Luego viajó a Japón, China, India y otros lugares del mundo.

Un día, Porrú volvió a casa con los zapatos desgastados. Dejó su mochila y se sentó en una butaca.

-Ahora sí que lo sé todo. No queda nada más por aprender -dijo, abatido.

Sus padres, sin más preguntas que hacerle, se dieron cuenta de que su hijo había alcanzado un conocimiento vasto.

-¿No volverás a irte? -preguntó su madre con lágrimas en los ojos-. Te he preparado una tarta de colmenillas.

-¿De colmenillas? ¿Qué es eso? -preguntó Porrú, sorprendido.

-Son setas que crecen cerca de nuestra casa. Mañana iremos a buscarlas.

Esa noche, los padres de Porrú durmieron felices. Su hijo había regresado y su tristeza se había desvanecido. Porrú soñó con las colmenillas, dándose cuenta de que, a pesar de sus viajes, aún había mucho por aprender en su propio hogar.

Preguntas de comprensión lectora

  • ¿Dónde nació Porrú y cómo era su entorno?
  • ¿Cómo reaccionaron los padres de Porrú ante su comportamiento tranquilo al nacer?
  • ¿Qué acciones de Porrú destacaban cuando era niño y cómo afectaron a sus padres?
  • ¿Qué llevó a Porrú a decidir viajar a África y qué aprendió durante su viaje?
  • ¿Qué nueva aventura decide emprender Porrú después de regresar de África y qué le motiva a hacerlo?

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