8 hermosos poemas sobre la naturaleza para niños

Poesías infantiles que hablan sobre la belleza e importancia de la naturaleza

¿Realmente aprecian tus hijos la belleza e importancia de la naturaleza? Estos evocadores y bellos poemas sobre la naturaleza para niños les ayudará a entender cuánto necesitamos a los árboles, las flores, el viento, el sol o las montañas. Hemos reunido diversas poesías infantiles que hablan de la naturaleza para despertar la curiosidad de los niños por la poesía y por el medio ambiente. Combinar poesía y naturaleza es una excelente manera de celebrar tanto el arte del lenguaje como nuestro planeta.

Ver también: 20 bellos poemas para leer con tus hijos

1. Poesía sobre la naturaleza para niños: Sopla el viento del norte

poema para niños de segundo de primaria

Sopla, sopla el viento norte,
esta noche va a nevar.
¿Qué va a hacer el jilguerito?
El jilguerito, ¿qué hará?

Se sentará en el granero
y allí se calentará.
En el manto de las alas
su cabeza esconderá.

¡Pobrecito jilguerito!
¡Vuela, que te vas a helar!

 

 2. Fiesta en el jardín, poema infantil de Carmen Gil

fiesta en el jardín, poema carmen gil

¡Hoy hay fiesta en el jardín.
¡La da un jazmín con bombín!
Invita a la margarita,
que es su flor favorita.

La amapola llega sola
luciendo traje de cola.
La sigue la rosa rosa,
que va requetepreciosa.

El girasol luce al sol
sus zapatos de charol.
La violeta, con chaqueta,
lleva un gorro que le aprieta.

La azucena blanca estrena
falda y blusa en la verbena.
Viste el clavel reventón
pantalón verde limón.

¡No hay flor que no esté dispuesta
a ir peripuesta a la fiesta! 

3. El renacuajo paseador, un poema de Rafael Pombo

Rafael Pombo (1833 - 1912) fue escritor, poeta y fabulista colombiano. Este autor escribió este bello poema:

El hijo de Rana, Rinrín Renacuajo,
salió esta mañana, muy tieso y muy majo
con pantalón corto, corbata a la moda,
sombrero encintado y chupa de boda.
 
"¡Muchacho, no salgas!" le grita mamá.
Pero él hace un gesto y orondo se va.
 
Halló en el camino a un ratón vecino,
y le dijo: "¡Amigo! venga, usted conmigo,
visitemos juntos a doña Ratona
y habrá francachela y habrá comilona".
 
A poco llegaron, y avanza Ratón,
estírase el cuello, coge el aldabón.
Da dos o tres golpes, preguntan: "¿Quién es?"
"?Yo, doña Ratona, beso a usted los pies".
 
"¿Está usted en casa?" ?"Sí, señor, sí estoy:
y celebro mucho ver a ustedes hoy;
estaba en mi oficio, hilando algodón,
pero eso no importa; bienvenidos son".
 
Se hicieron la venia, se dieron la mano,
y dice Ratico, que es más veterano:
"Mi amigo el de verde rabia de calor,
démele cerveza, hágame el favor".
 
Y en tanto que el pillo consume la jarra
mandó la señora traer la guitarra
y a Renacuajito le pide que cante
versitos alegres, tonada elegante.
 
"?¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora,
pero es imposible darle gusto ahora,
que tengo el gaznate más seco que estopa
y me aprieta mucho esta nueva ropa".
 
"?Lo siento infinito, responde tía Rata,
aflójese un poco chaleco y corbata,
y yo mientras tanto les voy a cantar
una cancioncita muy particular".
 
Mas estando en esta brillante función
de baile y cerveza, guitarra y canción,
la Gata y sus Gatos salvan el umbral,
y vuélvese aquello el juicio final.
 
Doña Gata vieja trinchó por la oreja
al niño Ratico maullándole: "¡Hola!"
y los niños Gatos a la vieja Rata
uno por la pata y otro por la cola.
 
Don Renacuajito mirando este asalto
tomó su sombrero, dio un tremendo salto,
y abriendo la puerta con mano y narices,
se fue dando a todos "noches muy felices".
 
Y siguió saltando tan alto y aprisa,
que perdió el sombrero, rasgó la camisa,
se coló en la boca de un pato tragón
y éste se lo embucha de un solo estirón.
 
Y así concluyeron, uno, dos y tres,
ratón y Ratona, y el Rana después;
los gatos comieron y el Pato cenó,
¡y mamá Ranita solita quedó!

4. Mañana de Primavera, poema sobre la naturaleza de Juan Ramón Jiménez

Poema Doña Primavera

¡Mañana de primavera!
Vino ella a besarme, cuando
una alondra mañanera
subió del surco, cantando:
"¡Mañana de primavera!".

Le hablé de una mariposa
blanca, que vi en el sendero;
y ella, dándome una rosa,
me dijo. "¡Cuánto te quiero!
¡No sabes lo que te quiero!".

¡Guardaba en sus labios rojos
tantos besos para mí!
Yo le besaba los ojos...
- ¡Mis ojos son para ti;
tú para mis labios rojos!

El cielo de primavera
era azul de paz y olvido...
Una alondra mañanera
cantó en el huerto aún dormido.
Luz y cristal su voz era
en el surco removido...
¡Mañana de primavera! 

- ¿Qué te ha parecido, tío?
-Demasiado pío, pío.

Juan Ramón Jiménez

5. La flor del aire, poesía infantil sobre la naturaleza

Yo la encontré por mi destino,
de pie a mitad de la pradera,
gobernadora del que pase,
del que le hable y que la vea.

Y ella me dijo: "Sube al monte.
Yo nunca dejo la pradera,
y me cortas las flores blancas
como nieves, duras y tiernas." 

Me subí a la ácida montaña,
busqué las flores donde albean,
entre las rocas existiendo
medio dormidas y despiertas. 

Cuando bajé, con carga mía,
la hallé a mitad de la pradera,
y fui cubriéndola frenética,
con un torrente de azucenas. 

Y sin mirarse la blancura,
ella me dijo: "Tú acarrea
ahora sólo flores rojas. 
Yo no puedo pasar la pradera."

Trepe las penas con el venado,
y busqué flores de demencia,
las que rojean y parecen
que de rojez vivan y mueran. 

Gabriela Mistral.

6. La gracia de tu rama verdecida, poema sobre un árbol de Antonio Machado

Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento...

Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.

Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.

Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.

Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.

No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.

Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde.

Antonio Machado

7. Poema sobre un arcoiris

¡Ay! Qué día más raro,
ahora llueve y sale el sol.
Miro el cielo, preguntando,
que son esos colores.

Entre la lluvia y el sol,
sale de tarde o por la mañana.
Nunca lo puede ver el búho
y lo que no quiere hacer camino.

Siete, siete, siete,
son sus colores.
Siete, siete, siete,
como los de mi jardín.
Siete, siete, siete,
son sus colores.
Siete, siete, siete,
es el arco iris.

Rojo, rojo
naranja, naranja
amarillo, verde y azul.
Violeta, violeta
morado, morado
lo que más me ha gustado!

Todas las nubes se van marchando
y el cielo se va despejando.
Vuelvo a casa caminando,
quiero verlo más a menudo.

Qué pena es de noche,
miro al cielo ya no está aquí.
Cierro los ojos en la cama
y le veo siempre conmigo.

Siete, siete, siete,
son sus colores.
Siete, siete, siete,
como los de mi jardín.
Siete, siete, siete,
son sus colores.
Siete, siete, siete,
es el arco iris.

Rojo, rojo
naranja, naranja
amarillo, verde y azul.
Violeta, violeta
morado, morado
lo que más me ha gustado!

El Pot Petit

8. La noche, un poema de Julio Herrrera Reissig

La noche en la montaña mira con ojos viudos
de cierva sin amparo que vela ante su cría;
y como si asumiera un don de profecía,
en un sueño inspirado hablan los campos rudos.

Rayan el panorama, como espectros agudos,
tres álamos en éxtasis... Un gallo desvaría,
reloj de media noche. La grave luna amplía
las cosas, que se llenan de encantamientos mudos.

El lago azul de sueño, que ni una sombra empaña,
es como la conciencia pura de la montaña...
A ras del agua tersa, que riza con su aliento,

Albino, el pastor loco, quiere besar la luna.
En la huerta sonámbula vibra un canto de cuna...
Aúllan a los diablos los perros del convento.

 

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