8 bellas fábulas de Jean de la Fontaine para niños
Cuentos cortos con moraleja de Jean de la Fontaine
Aunque se considera a Esopo como el primer fabulista y, por lo tanto, iniciador de este tipo de relatos breves protagonizados por animales, con una moraleja final; Jean de la Fontaine es asimismo uno de los más conocidos fabulistas de todos los tiempos.
Este escritor francés del siglo XVII escribió 243 fábulas en forma de poema, en ellas recoge temas que ya había tocado Esopo pero, le intenta dar un toque más moderno y actual a su época, tal y como él mismo indica en el prólogo de su obra.
Las fábulas son un estupendo recurso para educar a los niños en valores, al mismo tiempo que mostrarles el placer por leer e iniciarles en la lectura de la poesía. Te invitamos a leer esta selección de bellas fábulas para niños de Jean de la Fontaine, son cuentos cortos con los que tuvo mucho éxito en su época y aun hoy son leídas.
8 fábulas para niños de Jean de la Fontaine
1. Fábula en prosa: La encina y la caña
Dijo la Encina a la Caña:
- ¡Cuánta razón tienes para quejarte de la naturaleza!. Un pajarillo es para ti un enorme peso; la brisa más ligera, que riza la superficie del agua, te hace inclinar la cabeza. Por el contrario, mi copa no sólo detiene los rayos del sol; sino que también desafía a la tempestad. Para ti, todo es vendaval ; para mí, brisa suave. Si nacieses, a lo menos, al abrigo de mi follaje, no padecerías tanto: yo te defendería de la borrasca. Pero casi siempre brotas en las húmedas orillas del reino de los vientos. ¡Injusta ha sido contigo la naturaleza!
- Tu compasión, respondió la Caña, prueba tu buena naturaleza; pero no te apures. Los vientos no son tan temibles para mí como para ti. Me inclino y me doblo, pero no me quiebro. Hasta el presente has podido resistir las mayores ráfagas sin inclinar el espinazo; pero nadie es dichoso hasta el final.
Apenas dijo estas palabras, de los confines del horizonte acude furibundo el más terrible huracán. El árbol resiste, la caña se inclina; el viento redobla sus esfuerzos, y tanto sopla y sopla, que al fin arranca de cuajo a la Encina.
Moraleja: ante la adversidad y los problemas, el soberbio cae y el humilde resiste.
2. Fábula en prosa: Los zánganos y las abejas
Había una vez unos panales de miel que parecían no tener dueño. Los zánganos los reclamaban, pero las abejas se oponían a que se quedaran con ellos. Así que decidieron llevarlos al tribunal de la avispa juez.
Cuando comenzó el juicio para ver quién se quedaba con los panales, no parecían ponerse de acuerdo. Algunos testigos decían haber visto volando alrededor de aquellos panales algunos insectos parecidos a las abejas, pero claro, los zánganos y las abejas son muy parecidos.
La avispa juez, viendo que no había acuerdo, decidió abrir un juicio y llamar a declarar a todo el hormiguero, pero ni por esa spudo aclarar la duda.
- ¿Qué pasa aquí?, ¿Me queréis decir a qué viene todo esto?, preguntó una abeja muy avispada.
- Seis meses hace ya que está pendiente el problema y estamos como el primer día, continuó. Mientras tanto la miel se está perdiendo ya es hora de que el juez se decida. Bastante ha tardado ya. Trabajemos los zánganos y nosotras, las abejas, y veremos quién sabe hacer panales tan buenos y tan repletos de rica mie.
Los zánganos no admitieron aquella propuesta, y con ello, demostraron que el arte de hacer panales era más propio de las abejas y, en definitiva, era superior a sus habilidades.
Así fue como la avispa jueza dio la razón a las abejas, quienes quedaron como auténticas dueñas del panal y, por supuesto de la miel.
Moraleja: Por la obra se conoce al artesano.
Lee esta fábula de La Fontaine en verso
3. Fábulas de La Fontaine: El niño y el maestro de escuela
Con esta fabulita quiero haceros ver cuán insignificantes e innecesarias son a veces las palabras de los necios...
Un buen día, un niño que estaba jugando a orillas del río Sena, cayó al agua. Por suerte para el pequeño, justo al lado del lugar donde había caído, habían crecido unas ramas que fueron su salvación.
Agarrado estaba a ellas, cuando vio pasar a un maestro de escuela, y aliviado el niño gritó:
- ¡Socorro, que muero!, ayúda, sálveme señor.
El maestro, oyendo los gritos, se volvió hacia el niño y, adoptando una postura muy tiesa y un tono de voz muy grave y serio, le reprendió:
- ¿Habráse visto pillastre como este?, esto es inaudito. Mira en qué apuro te ha puesto tu atolondramiento, pequeño granuja, iba diciendo el maestro.
- Que tenga yo que encargarme y enseñar a calaverillas como éste... ¡Qué desgraciados son los padres que tienen que cuidar de tan malos hijos! ¡Bien dignos son de lástima!, seguía insistiendo el maestro, mientras el niño continuaba asustado y agarrado a las ramas.
Una vez terminado el largo discurso, sacó al asustado muchacho a la orilla.
Y aquí, es donde lanzo mi crítica a muchos más de los que se sienten aludidos. Todos ellos charlatanes, criticones, pedantes y censores que pueden reflejarse en este pequeño relato. Todos ellos forman un gran número, y es que sin duda, Dios hizo fecunda a esta raza.
¡No hay tema sobre el que no piensen ejercer su habladuría! ¡Siempre tienen una crítica que hacer!
¡Pero amigo, líbrame del apuro primero, y después suelta tu lengua!
Lee esta fábula en verso y haz unos ejercicios de comprensión lectora
4. Fábula de La Fontaine: El lobo y el perro
Había una vez un Lobo, y estaba tan flaco, que no tenía más que piel y huesos. Y es que, los perros andaban tan vigilantes del ganado que no había opción a llevarse comer un tierno corderito.
Un buen día, encontró a un mastín, rollizo y lustroso, que se había extraviado. La primera idea que se le cruzó fue la de apresarlo y comerlo, eso es cosa que hubiese hecho de buen grado el señor lobo. Pero había que emprender batalla contra el enorme perro, y el enemigo tenía trazas de defenderse bien, además, se sentía cansado y falta de energía debido al hambre.
El lobo se le acerca con la mayor cortesía, e inicia una conversación con él, felicitándole por sus buenas carnes.
- No estáis tan lucido como yo, porque no queréis, contesta el perro. Deja el bosque; los vuestros, que en él se guarecen, son unos desdichados, muertos siempre de hambre. ¡Ni un bocado prueban al día, seguro! ¡Todo a la ventura! ¡Siempre a la espera de lo que caiga! Sígueme, y tendrás mejor vida.
- ¿Y qué tendré que hacer?, preguntó el lobo.
- Casi nada, respondió el perro, asustar a los ladrones y a los que llevan bastón o garrote; acariciar a los de casa, y complacer al amo. Con tan poco como es esto, tendrás comida diaria seguro. Yo me nutro con las sobras de todas las comidas, huesos de pollos y pichones; y además, si me porto bien, obtengo algunas caricias, por añadidura.
El Lobo, que escucha todas estas lindezas sobre la vida del perro en la granja, se imagina un porvenir de gloria, comida todos los días, cuidados y, de pensarlo, lloró de alegría.
Comenzó a caminar hacia la granja con el perro pero advirtió que su nuevo compañero tenía en el cuello una peladura.
- ¿Qué es eso? preguntó.
- Nada, dijo el perro sin mirarle a los ojos
- ¡Cómo nada!, insistió el lobo
- Poca cosa, se negaba a confesar el perro.
-Algo será, no dándose por vencido el lobo.
- Será la señal del collar a que estoy atado, confesó por fin el mastín.
- ¡Atado! exclamó el Lobo, pero.. ¿qué?, ¿no vas y vienes a donde queréis y cuando quieres?
- No siempre, pero eso, ¿qué importa?, dijo el perro restándole importancia.
- Importa tanto, que renuncio a vuestra comida, techo y caricias, ya que de ir contigo renunciaría al mayor tesoro, dijo, y echó a correr.
Aún está corriendo.
Moraleja: La libertad es nuestro mayor tesoro, no debemos venderla a cualquier precio.
Preguntas para reflexionar sobre esta fábula
5. Fábulas de La Fontaine para niños: La zorra y la cigüeña
La zorra simempre había comentado ante los demás animales que la cigüeña era muy boba, le gustaba mofarse de ella y un buen día, decidió ir un poco más allá de los insultos y quiso hacerle una broma.
La invitó a cenar a su casa y preparó una deliciosa comida que dispuso sobre una mesa bien adornada. Cuando llegó la cigüeña, sintió que el dulce aroma de los alimentos le abría el apetito pero...
Al senarse a la mesa, se dio cuenta de que la zorra había puesto toda la comida en platos muy grandes y llanos, así que, no podía llevarse ni un solo bocado porque su largo y fino pico le impedía degustar tan ricas viandas.
Sin embargo, la cigüeña no protesó, miró a la zorra, le agradeció la invitación y se fue. Y allí quedó la zorra, muerta de la risa.
Pocos días después, ambos se volvieron a encontrar cerca del estanque, y en esta ocasión, fue la cigüeña la que invitó a cenar a la zorra. La zorra aceptó de buen gusto y pensó para sí:
"Esta cigüeña sigue siendo tan boba, que incluso después de lo que pasó en mi casa, sigue queriéndome agradecer la invitación".
La cigüeña había trabajado mucho para preparar una comida exquisita y, a la hora indicada, la zorra se presentó en su casa dispuesta a comer los alimentos que había preparado la cigüeña. La zorra comenzó a salivar al percibir los exquisitos olores que llegaban de la cocina y se sentó rápidamente a la mesa, para poder dar cuenta de las viandas. Pero, cuando se sentó en la mesa, se dio cuenta de que todos los alimentos estaban servidos en tarros y vasijas de cuello muy largo, tanto que solo cabía el pico de una cigüeña, y no el hocico de una zorra.
La cigüeña comenzó a comer con apetito y, cuando hubo terminado, le dijo a la zorra que la miraba con disgusto:
- ¿Ves? Es una comida tan sabrosa como la que tu preparaste.
Moraleja: no hagas nunca a los demás lo que no quieres que te hagan a ti, y también puede extraerse una segunda moraleja, donde las dan, las toman.
Recursos para trabajar en el aula esta fábula
6. Fábula de La Fontaine: La cigarra y la hormiga
La cigarra era feliz disfrutando del verano: El sol brillaba, las flores desprendían su aroma...y la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña hormiga, pasaba el día entero trabajando, recogiendo alimentos.
- ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras canto algo para ti. ? Le decía la cigarra a la hormiga.
- Mejor harías en recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería ? le respondía la hormiga, mientras transportaba el grano, atareada.
La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga.
Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por campo, helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó a pedirle ayuda.
- Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.
La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra.
- Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?
- Cantaba y cantaba bajo el sol- contestó la cigarra.
- ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno-
Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección.
7. Fábula muy corta: El cuervo y el zorro
Estaba un señor Cuervo posado en un árbol, y tenía en el pico un queso. Atraído por el tufillo, el señor Zorro le habló en estos o parecidos términos:
- ¡Buenos días, caballero Cuervo! ¡Gallardo y hermoso eres en verdad! Si el canto corresponde a la pluma, os digo que entre los huéspedes de este bosque tu eres el Ave Fénix".
El Cuervo al oír esto, no cabía en la piel de gozo, y para hacer alarde de su magnífica voz, abrió el pico, dejando caer la presa.
La tomó el Zorro y le dijo: "Aprended, señor mío, que el adulador vive siempre a costas del que le atiende; la lección es provechosa; bien vale un queso".
El Cuervo, enfadado, juró, aunque algo tarde, que no caería más en la trampa.
Moraleja: no te fíes de las alabanzas y elogios de los demás. No confíes en quien solo te ensalza.
8. La rana que quiso hincharse como un buey, fábula de Jean de la Fontaine
Vio cierta Rana a un Buey, y le pareció bien su corpulencia. La pobre no era mayor que un huevo de gallina, y quiso, envidiosa, hincharse hasta igualar en tamaño al fornido animal.
- Mirad, hermanas, decía a sus compañeras; ¿es bastante? ¿No soy aún tan grande como él?
? No.
? ¿Y ahora?
? Tampoco.
? ¡Ya lo logré!
? ¡Aún estás muy lejos!
Y el infeliz animal se hinchó tanto, que reventó.
Moraleja: Lleno está el mundo de gentes que son avisadas y aun así chocan de frente con el peligro. La rana no quiso aceptar lo que era, y en su intento de ser como el buey, murió la infeliz.
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